
Durante el tiempo de Cuaresma estamos invitados a reflexionar a fondo, entrando en nuestro interior, a fin de acoger mejor el sentido de nuestro destino, y aquello que valoramos más de todo lo que somos y poseemos. A nadie se le escapa que nuestra mirada, y con ella nuestro pensamiento, se nos escapan hacia las cosas visibles que nos rodean. Y corremos el riesgo de preocuparnos sólo por las necesidades más inmediatas, sin pensar demasiado en el fin último del nuestro vivir. Se trata de pensar en las cosas verdaderamente esenciales de nuestra existencia, para verlas bajo la luz nueva de la Pascua de Cristo, que es cruz y resurrección, amor entregado que se transforma en máximamente fecundo.
Ya el Antiguo Testamento recomendaba la búsqueda de la Sabiduría: "La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan." (Sav 6,12). Y Jesucristo nos ha hecho entender que es Él mismo esta Sabiduría venida para instruir a la humanidad. Esta "sabiduría" que hay que rebuscar con humildad y conversión de corazón, tiene que animar el pensamiento de todos los cristianos, y tiene que orientar sus actuaciones. Y es que el cristianismo no ofrece consuelo a bajo precio, sino que es exigente y reclama una fe auténtica y una vida moral rigurosa a cada fiel cristiano. A pesar de todo, siempre nos da motivos de esperanza, porque nos une a Dios Pare, que se revela rico en misericordia cuándo en la Cruz nos da a su Hijo, el Amado, y nos muestra así su inmenso amor, que todo lo restaura.
Asimismo, la Cuaresma, por su íntima conexión con la Cruz del Señor, es un tiempo privilegiado para el ejercicio del amor al prójimo. Tiempo de caridad activa. Ni un solo vaso de agua será olvidado, si se da con amor y en nombre de Cristo (Cf. Mc 9,41). Tenemos que hacer un esfuerzo para transformar el ayuno y la abstinencia en una oportunidad para la comunión solidaria, sobre todo con los que pasan hambre y también con todos los crucificados de la tierra, que tanto nos tienen que interpelar. "Cada hermano que muere de hambre pesa sobre la conciencia de todos" decía al querido Papa Juan Pablo II (Ángelus del 17.3.1985). Ayudémonos a vivir una auténtica y solidaria "limosna penitencial" en la Cuaresma y "no amemos con frases y palabras, sino con obras y de verdad" (1Jn 3,18).
No hay comentarios:
Publicar un comentario