26 julio 2012
El sufrimiento, la eterna pregunta.
He visto el fenómeno dos veces: un paciente manda a llamar al sacerdote a su cama, hablan un poco y cuando el padre le ofrece la confesión, el paciente se identifica como protestante. ¿Porque llamar a un sacerdote católico si se es protestante?.
Meditando sobre esto he descubierto cosas interesantes. Por ejemplo, algunas veces he visto protestantes “en misión” en los hospitales donde se atienden enfermedades “generales”, pero pocas veces, por no decir ninguna, en los oncológicos, sobre todo en los pisos de los casos terminales. He llegado a la conclusión que tienen un problema de “coherencia”, han pasado la vida entera identificando el amor de Dios con la abundancia, la prosperidad, la salud, con lo “bueno”, etc. “Acepta a Cristo como tu... y serás millonario, estarás sano, te curarán, serás buena gente, etc. etc.”, "Evangelio de la Prosperidad" se llama esa manera de adoctrinamiento. Pues bien, si eso han defendido toda su vida ¿que le pueden decir a alguien con una enfermedad terminal?.
Digo esto porque mientras el creyente tenga esperanza de salir de la enfermedad, le van a decir: “pida con fe hermano, que el Señor lo va a sacar de esta”. ¿Y cuando ya no hay esperanza medica? entonces todo ese discurso incompleto se queda sin respuestas, solo quedan dudas y preguntas que no llegan a ninguna parte y ante lo inexplicable, la solución es mantener la mayor distancia posible con el que esta padeciendo para que no les haga preguntas incomodas.
El cristiano lleva en su ADN, impregnado por el Espíritu Santo, el amor incondicional por la vida y todas sus manifestaciones. El sufrimiento es parte de la vida, aunque sea una cosa incomprensible al principio. Yo lo llegue a comprender hasta que fui testigo de los partos de mis hijos. Hubo un parto en que mi esposa estuvo al borde del desfallecimiento, me tomó del brazo y me dio una mirada que no voy a poder olvidar nunca, era un especie de: “ya no puedo mas”, justo después de ese momento nació mi hija menor. Esa misma mirada me hizo una persona a la que sostuve mientras le hacían un procedimiento medico especialmente doloroso. La mirada de la frontera máxima del sufrimiento, allí donde ya no hay mas. ¿La diferencia entre uno y lo otro? El sentido, creer que ese sufrimiento tiene un sentido, una razón, un motivo. Que no es por gusto, que no es inútil lo que estas viviendo.
En un parto es muchísimo mas fácil ver ese sentido comparado a cuando estas acostado en la cama de un hospital en un sola a solo con Dios y tus dolores. Ese sentido lo da la fe, solo la fe es lo único que puede convertir el sufrimiento en una manera de conversión, “un modo de acompañar a Cristo en sus dolores”, como me dijo el papá, con cáncer, de una hermana de comunidad.
A diferencia de los del “evangelio de la prosperidad” nuestra fe es una fe completa, una fe que abarca toda la realidad del ser humano: las buenas, las malas, las fáciles, las difíciles, las subidas y las bajadas. Una fe no hecha a la medida de lo que me conviene como humano sino a la medida que diseñó un Dios que conoce hasta el último rincón de la criatura que ama porque Él mismo se encarnó para salvarla.
Como católicos no nos regodeamos en el sufrimiento, no somos masoquistas, ni tampoco somos sádicos para pretender que el otro no tenga serias dudas ante el tremendo peso del sufrimiento. Seguimos un ejemplo claro, el de nuestra madre la Virgen, que acompaña a su hijo en el dolor hasta el mismo pie de la cruz, hasta el último suspiro. Pertenecemos a una Iglesia que nos acompaña en todas como una madre, la mejor madre del mundo. Cuando nos bautizaron entramos en esta maravillosa condición de ser al mismo tiempo hijos y parte de la Madre, es a través nuestro que la Iglesia ayuda, consuela, aconseja, da ánimos o simplemente acompaña al que sufre, porque muchas veces lo único que se puede hacer, y lo único que necesita el otro, es que se este allí con él.
Por eso hay tantos hospitales de órdenes religiosas, por eso son nuestros sacerdotes los que caminan en los pabellones de los desahuciados peleando cama por cama contra la desesperanza, por eso es que tu y yo estamos llamados a no dejar solo al que sufre, porque el pobre no es una idea romántica, sino seres humanos con nombre y apellido que están a nuestro alrededor peleando esta guerra contra perder el alma por el sufrimiento. La fe que “nos gloriamos de profesar” es una fe con la suficiente fuerza para brillar hasta en las condiciones mas oscuras en las que pueda estar un ser humano. Una fe capaz de decir, y sobretodo hacer vida, algo tan impresionante como las últimas lineas del rito de la unción:
“Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma. Que haga brillar Su rostro sobre ti y te lleve a la vida eterna”.
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