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05 diciembre 2008

Domingo 7 de diciembre

II domingo de adviento
7 de diciembre de 2008 (ciclo B, año par)



Primera lectura
¡Preparad los caminos del Señor

Lectura del Profeta Isaías
Is 40, 1-5. 9-11

Consolad, consolad a mi pueblo,
dice vuestro Dios;
hablad al corazón de Jerusalén,

gritadle: que se ha cumplido su servicio,
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados.

Una voz grita:
En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;

que los valles se levanten,
que los montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.

Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos los hombres juntos
—ha hablado la boca del Señor—.

Súbete a lo alto de un monte,
heraldo de Sión,
alza con fuerza la voz,
heraldo de Jerusalén, álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
aquí está vuestro Dios.

Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza,
su brazo domina.
Mirad: le acompaña el salario,
la recompensa le precede.

Como un pastor apacienta el rebaño,
su mano los reúne.
Lleva en brazos los corderos,
cuida de las madres.

Palabra de Dios

Salmo responsorial
Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14

R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.

Voy a escuchas lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.
R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz de besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo
. R/.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
R/

Segunda lectura
Nuevos cielos y nueva tierra esperamos

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro
3, 8-14

Queridos hermanos:

No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.

El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos.

Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.

El día del Señor llegará como un ladrón.

Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados y la tierra con todas sus obras se consumirá.

Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!

Esperan y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego y se derretirán los elementos.

Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.

Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con El, inmaculados e irreprochables.

Palabra del Señor

Aleluya
Lc 3, 4-6

Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
y todos verán la salvación del Señor

EVANGELIO
Allanad los senderos del Señor

+ Lectura del santo evangelio según San Marcos 1, 1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Está escrito en el Profeta Isaías:
Yo envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.

Una voz grita en el desierto:
Preparadle el camino al Señor,
allanad sus senderos.

Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

—Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.

Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Palabra del Señor.



COMENTARIO

Preparadle el camino al Señor

La Buena Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios, comienza con esta llamada excelente de san Juan Bautista: ¡Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos!

Cristo viene a salvar a la humanidad. Para ello exige nuestra colaboración y una actitud fundamental: la conversión, que es la vuelta sincera y total a Dios.

Una gran tentación en la que puedes caer es pensar que ya estás convertido, que no necesitas la conversión, que ya eres bastante “bueno” y que, por tanto, no hay nada que cambiar en tu vida, o, por el contrario, pensar que tu vida no tiene remedio, que no vale la pena luchar porque no puedes cambiar tu vida.

Esto significa dejar tu vida en las manos del Señor y orientarla según el Evangelio; aceptar ser guiado por Él y fiarte de su amor. Dios te invita a la conversión, diciéndote que abandones el mal camino y entres en Su camino, que es vivir conforme a su voluntad. Preparar el camino del Señor quiere decir convertirse, llevar una conducta digna desde lo profundo del corazón.

Convertirse significa: volver a pensar, poner en discusión el propio y el común modo de vivir; dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida; no juzgar más simplemente según las opiniones corrientes.

Convertirse significa, por lo tanto, no vivir como viven todos, no hacer como hacen todos, no sentirse justificados en acciones dudosas, ambiguas, malvadas por el hecho que otros hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; buscar, por lo tanto, el bien, aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en el juicio de la mayoría, de los hombres, sino en el juicio de Dios - con otras palabras: buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva.

Todo esto no implica un moralismo, la reducción del cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no entiende crearse una autarquía moral suya, no pretende reconstruir con sus propias fuerzas su propia bondad. "Conversión" significa justamente lo contrario: salir de la propia suficiencia, descubrir y aceptar la propia indigencia - indigencia de los otros y del Otro, de su perdón, de su amistad. La vida no convertida es autojustificación (yo no soy peor de los demás); la conversión es la humildad de confiarse al amor del Otro, amor que se vuelve medida y criterio de mi propia vida (cf. Joseph Ratzinger, La nueva evangelización).

Convertirse significa que el Evangelio ha de transformar toda tu vida, que has de ser cristiano en todo, que no puede haber ningún rincón de tu vida cerrado a la Palabra de Dios. Convertirse significa que has de aceptar que Jesucristo es el único Maestro y el único Señor, el único modelo de vida para ti, y que tratas de hacer que tu corazón sea semejante al suyo.

Convertirse significa que has de tomar en serio la vida cristiana. No confiarte en que estás bautizado o en que vas a Misa todos los domingos. ¡Es necesario, pero no es suficiente! Hay que vivir conforme a la Palabra de Dios, tratar de ser fieles a Jesucristo y a la Iglesia, y realizar obras de misericordia y caridad.

Convertirse y preparar el camino al Señor significa que has de esforzarte, de luchar por ser cristiano, que, al igual que el atleta tiene que entrenarse, esforzarse y luchar para conquistar la medalla, tú también has de esforzarte mucho y trabajar en serio si quieres alcanzar la vida eterna.

Convertirse significa que has de vivir en la paciencia y el amor, es decir: vivir la cruz de cada día con fortaleza y amor, apoyados en la Palabra de Dios que renueva nuestro mundo y transforma tu corazón si te dejas llenar de ella.

Compromiso semanal

Revisa tu vida para tratar de descubrir cuáles son tus necesidades más urgentes en la conversión.
Haz un propósito firme para es te tiempo de Adviento

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ªlectura: Isaías, 40, 1-5. 9-11. Preparadle un camino al Señor.

El Señor da al pueblo un mensaje de consuelo y alegría: ha terminado el tiempo de la esclavitud. El profeta ve a Dios caminar delante de su pueblo, en marcha hacia la patria definitiva. El “consuelo” que Dios da es una ayuda eficaz para levantar nuestro ánimo y continuar, a pesar de las dificultades, la lucha contra el mal. Dios consuela cuando recuerda sus promesas y su fidelidad.

Salmo 84, 9-14. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Justicia y paz, misericordia y fidelidad se funden en la persona de Jesús: en Él “ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres”. Este salmo es una oración típica de la comunidad de los creyentes, que marcha hacia la salvación plena teniendo en cuenta los favores que ha recibido ya de Dios. Los cristianos conocemos la salvación obrada por Cristo, pero experimentamos también nuestra debilidad. Por ello, creemos en la salvación realizada, pero suspiramos por una salvación total y este deseo nos hace decir: ¡Danos, Señor, tu salvación! El Adviento es tiempo de gozo porque “la salvación está cerca de los fieles”.

2ª lectura: 2ª Pedro 3, 8-14. Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.

San Pedro exhorta a la vigilancia y a la santidad: La seguridad de la gloriosa venida de Cristo se convierte en un motivo poderoso para vigilar y obrar el bien. Además, el hombre se acerca a un mundo nuevo, comparable a una creación. Debe recibirla con una vida santa e intachable. Dios está por encima de las categorías humanas del tiempo. Lo importante para Dios es la realización de su obra salvadora. Una obra que se desarrolla en esta tierra y bajo este cielo, pero que se consumará “en los nuevos cielos y la nueva tierra”, en la vida eterna.

Puedes leer Apocalipsis 21, 1-6.

Evangelio: Marcos 1, 1-8. Preparadle el camino al Señor.

La vida humana es designada frecuentemente como camino. Dios invita al hombre a la conversión diciéndole que abandone el camino malo y entre en el buen camino, que es su ley. Camino del Señor es vivir conforme a su voluntad. Y preparar el camino al Señor, quiere decir convertirse, llevar una conducta digna, como la vida de Juan Bautista. Cristo señala el verdadero camino al Padre con su doctrina y su vida: él es camino; su doctrina y vida proclamada son el auténtico camino que han de seguir los hombres de todos los tiempos que quieran salvarse.

Puedes leer Hechos 1, 5.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 8
La Inmaculada Concepción
de la
Virgen María

Gn 3, 9-15.20 Establezco hostilidades entre ti y la mujer,
Sal 97, 1-4. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Ef 1, 3-6.11-12 Él nos ha destinado a ser sus hijos.
Lc 1, 26-38 Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Pídele a la Virgen lo que más necesites

Martes 9

Is 40, 1-11 Como un pastor apacienta el rebaño, su mano reúne.
Sal 95, 1-13 Nuestro Dios llega con poder.
Mt 18, 12-14 Vuestro Padre del Cielo: no quiere que se pierda nadie.

Reza por los alejados del

Miércoles 10
Santa Eulalia,
virgen y mártir

Is 40, 25-31 Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas.
Sal 102, 1-10. Bendice, alma mía, al Señor.
Mt 11, 28-30 Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados.

Descansa en el Señor lo que te agobia.

Jueves 11
San Dámaso I,

papa

Is 41,13-20. Yo, el Señor, tu redentor y el Santo de Israel.
Sal 144.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.
Mt 11,11-15.
No ha nacido uno más grande que Juan el Bautista.

Pídele al Señor “oídos” para escuchar su Palabra

Viernes 12
Nuestra

Señora de Guadalupe

Is 48, 17-19 Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar.
Sal 1, 1-6 El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
Mt 11, 16-19 Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

Haz examen de conciencia.

Sábado 13
Santa Lucía,

virgen y mártir

Ecli 48, 1-4.9-11 Surgió Elías, un profeta como un fuego.
Sal 79, 2.3.15-19 Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Mt 17, 10-13 Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron.

Revisa si vives en actitud de conversión.

Domingo 14

3º de
ADVIENTO

Is 61, 1-2.10-11 Desbordo de gozo con el Señor.
Sal Lc 1 ,46-54 Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador
I Ts 5, 16-24 Que todo vuestro ser sea custodiado hasta la parusía de nuestro Señor Jesucristo.
Jn 1, 6-8.19-28 En medio de vosotros hay uno que no conocéis.

Reza por tu familia y por la parroquia


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