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18 junio 2017

Los 10 poderes de la inteligencia espiritual.

Según el filósofo Francesc Torralba Roselló

¿Se ha preguntado usted cómo está de inteligencia espiritual? En esta charla con Aleteia, detectamos junto a Francesc Torralba de qué trata la inteligencia espiritual. Este experto, consultor del Pontificio Consejo para la Cultura, los ha condensado en el libro Inteligencia espiritual publicado por Plataforma.
1 ¿Vale la pena vivir?
Sea cual sea la formulación concreta, ¿Tiene sentido la vida? ¿Qué me cabe esperar?, esta pregunta hace explícito el carácter misterioso de la persona.
El ser humano siempre está en búsqueda.
El ser humano, en virtud de su inteligencia espiritual, es capaz de interrogarse por el sentido de su existencia, tiene el poder de preguntarse por lo qué realmente va a dotar de valor su estancia en este mundo.
En grados distintos, podemos distinguir en los mamíferos superiores formas de inteligencia lingüística, emocional, interpersonal, pero la inteligencia espiritual es una modalidad específica del ser humano.
2. El preguntar último
¿Qué tipo de interrogaciones son un producto de la inteligencia espiritual?: ¿Para qué estoy en el mundo? ¿Qué sentido tiene mi existencia? ¿Qué puedo esperar después de mi muerte? ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Para qué sufrir? ¿Para qué luchar? ¿Qué es lo que merece ser vivido?
No disponemos de respuestas evidentes a tales preguntas, pero el preguntar último, la búsqueda del para qué constituye un estímulo al desarrollo filosófico, científico y tecnológico de la humanidad.
La inteligencia espiritual no se satisface con el cómo, ni con el porqué. Necesita conocer el para qué.
3. La capacidad de distanciamiento
La inteligencia espiritual da el poder de tomar distancia de la realidad circundante, pero también de nosotros mismos.
Tomar distancia no debe entenderse en un sentido físico. La inteligencia espiritual nos permite separarnos del mundo, de nuestro propio cuerpo, pero tal operación es únicamente mental.
Consiste, pues, en separarse, sin dejar de ser, sin abandonar el mundo.
La distancia es, paradójicamente, el único modo de comprender realmente algo. Para poder valorar la textura y la calidad de un vínculo, de una relación, de una amistad, es esencial tomar distancia y, luego, desde la contención de las pasiones y las emociones, valorar con ecuanimidad.
4. La autotrascendencia
Trascender consiste en ir más allá, en no contentarse con lo que se es, con lo que se tiene, con lo que se sabe. El trascender expresa una carencia, pero también una esperanza.
Más allá del significado religioso de la palabra trascendencia, la capacidad de trascender no es algo que acontece sólo en personas religiosas, sino en todo ser humano, pues toda persona aspira a superar un límite.
5. El asombro
Una cosa existir. Otra cosa, muy distinta, es darse cuenta de que uno existe. La planta existe, ocupa un lugar en el espacio y dispone de tiempo de vida, pero ella no sabe que existe. No experimenta la sorpresa de existir, ni el vértigo del fluir temporal.
La admiración requiere de la distancia física. Para admirarse de una obra pictórica, de un paisaje, del cielo estrellado o de un cuerpo bello, uno debe tomar distancia física, alejarse de ello.
Cuando uno se da cuenta que existe, pudiendo no haber existido, experimenta una sorpresa y esta sorpresa le conduce a amar la vida y a gozar intensamente de ella, a convertir su estar en el mundo en un proyecto.
6. El autoconocimiento
La inteligencia espiritual nos faculta para adentrarnos por aquella infinita senda que conduce al conocimiento de uno mismo.
Los grandes maestros de la historia de la humanidad, desde Sócrates hasta Confucio, han mostrado que el primer objetivo de la educación es el conocimiento de uno mismo
Cuando una persona cultiva la inteligencia espiritual tiene capacidad para distinguir el personaje del ser, la representación de la esencia. Entonces uno puede llegar a desprenderse de lo que algunos autores denominan el ego y abrirse a la dimensión trascendente que nombran el Self.
7. La facultad de valorar
La tarea de valorar es inexcusablemente humana y convierte al ser humano en un sujeto ético. La experiencia ética halla su fundamento en la inteligencia espiritual. Somos seres capaces de tener experiencia ética, porque tenemos capacidad para tomar distancia y llevar a cabo valoraciones.
Sólo el ser humano es capaz de construir su propia pirámide de valores (pirámide axiológica) y vivir conforme a ella.
8. El gozo estético
Un ser espiritualmente sensible se deleita con la belleza natural, con las manifestaciones artísticas y con la simplicidad de las pequeñas cosas.
La experiencia estética es una vivencia específica del ser humano, una peculiaridad de su ser en el mundo que no se detecta en ningún otro ser.
El animal busca la presa y cuando la tiene a su alcance, ataca. El ser humano es capaz de tomar distancia de los impulsos primarios, de contenerlos y de canalizarlos oportunamente. Le basta con vivir, anhela la bondad, el bien, la unidad, la belleza y, ante todo, vivir una vida con sentido.
9. El sentido del misterio
Lo misterioso circunda al ser humano por todas partes. El misterio es lo insondable, lo que va más allá de lo desconocido o se conoce mal. En sentido estricto, significa lo que está oculto, lo que no se percibe con los sentidos, ni se aclara con la razón.
El ser humano, a lo largo de la historia, se siente constantemente invitado a aclarar el misterio del mundo y de la persona.
La inteligencia espiritual nos faculta para suscitar preguntas. Una persona profunda aprende a convivir con las últimas preguntas.
10. La búsqueda de una sabiduría
Al ser humano no le basta con los conocimientos científicos. Toda persona anhela una orientación que le permita aspirar a vivir una vida Los feliz.
La inteligencia espiritual faculta para la labor de síntesis, para la mirada de conjunto. El hecho de que no existan respuestas concluyentes en el plano científico, no significa que no existan respuestas inteligentes, con plenitud de sentido.