Pedid y se os dará La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos habla de la oración. La oración expresa y alimenta nuestra relación con Dios: los apóstoles sintieron la necesidad de orar. La oración requiere un clima de amistad y relación con Dios; tener conciencia de que nos dirigimos al Padre como hijos. Jesús oró y enseñó a orar a sus discípulos. El Padre Nuestro es modelo de oración para todos nosotros. ¿Qué es lo que nos enseña Jesús en el Padre Nuestro? Padre nuestro. Llamar a Dios Padre es signo de la familiaridad, cercanía y amor con que nos relacionamos con Dios. Además es Padre nuestro: es de hipócritas llamar "padre" a Dios y no sentirse y vivir como hermanos. Del cielo. Santificado sea tu nombre. Expresamos el señorío de Dios por encima de todo. Él es el santo, el único santo, y deseamos que la santidad de Dios sea conocida y reconocida a través de los que nos confesamos sus discípulos. Venga tu reino. Le pedimos a Dios el crecimiento del Reino de Dios ya presente con Jesucristo, y expresamos el deseo de la consumación del Reino con la segunda venida de Jesucristo. Hágase tu voluntad. Así oró Jesús en el Huerto de los Olivos y así ora hoy la Iglesia. Es la manifestación de un deseo ardiente: que Dios realice su voluntad, su plan de salvación, que siempre es lo mejor. Y que nosotros colaboremos con Él. En la tierra como en el cielo. Deseamos que se cumpla su voluntad en la tierra de la misma manera que se cumple en el cielo: total y perfectamente. Danos hoy el pan nuestro. Le pedimos al Señor el sustento diario, lo necesario para vivir. Pedimos el pan de cada día, lo necesario solamente. No le pedimos al Señor una seguridad para el futuro, ni un confiar en las cosas materiales. Nuestra seguridad y nuestra confianza es el Señor. Perdónanos nuestras ofensas. Sólo Dios puede perdonar los pecados. Por eso pedimos perdón al Señor, comenzando por reconocernos pecadores. Pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido. No compramos a Dios su perdón. Sólo damos a entender, con nuestra actitud de perdón hacia el prójimo, que queremos recibirlo. Incapaces de merecer el perdón de Dios, se lo pedimos. Y ponemos delante del Señor el compromiso de perdonar también a nuestros hermanos; de ser hombres y mujeres de reconciliación, empezando por quienes nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno. No es posible vivir sin tentaciones. Estas vendrán. Pero la tentación de la que pedimos al Señor nos libre resume todas las demás. Es terrible. Ataca la fe en su raíz. Deja al cristiano con la sensación de que Dios no se ocupa del mundo y no ama a los hombres. ¿Cómo está tu vida de oración? ¿Rezas todos los días? ¿Cómo rezas? ¿Qué tiempo le dedicas al Señor? El Señor quiere vivir una historia de amor contigo. ¡Ánimo! ¡Ábrete al Señor! ¡Déjate amar por Él! ¡Cuéntale tus cosas, manifiéstale tus deseos! El Señor tiene preparada para ti una historia maravillosa. ¡Confía en él que no te defraudará! Compromiso semanal Haz un ratito de oración desde el Padre Nuestro. La Palabra del Señor, luz para cada día 1ª lectura: Génesis 18, 20-32. No se enfade mi Señor, si sigo hablando. La plegaria de Abrahán deja abierta la puerta de la esperanza. Su actitud suplicante ante Dios descorrió el velo del misterio: la justicia de Dios se manifestará siempre; pero no en el castigo de los culpables sino en el perdón por amor de no importa cuantos sean los inocentes. Como una madre, Dios está dispuesto a olvidar porque su amor a los hombres es infinito. Salmo 137, 1-8. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Este salmo es un salmo de acción de gracias a Dios, y se le pide que no abandone la obra de sus manos: Israel. El salmo expresa también una confianza ilimitada en la misericordia del Señor. 2ª lectura: Colosenses 2, 12-14. Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados. Todos los hombres teníamos una deuda con Dios: nuestros pecados. Cristo la saldó, por su muerte en la cruz. Lo que nos importa saber es cómo beneficiarnos de este sacrificio de Cristo, fuente de amor y de salvación para todo el mundo. Para ello es necesario profundizar en la doctrina sobre los sacramentos y la fe. Por el bautismo nos hemos despojado de todo el “cuerpo carnal”, o “cuerpo del pecado”; es decir, de cuanto alimenta la rebelión contra Dios: egoísmo, suficiencia, desprecio, altanería, orgullo, codicia, pasión desenfrenada... Esto hace el bautismo: nos pone en comunión con el misterio de la muerte y resurrección de Jesús; es decir, permite –en la medida de nuestra adhesión a Él– que la fuerza de Dios que resucitó a Jesús, nos resucite también a nosotros. Evangelio: Lucas 11, 1-13. Pedid y se os dará. Este texto una catequesis sobre la oración, que abarca tres partes: el Padrenuestro, la certeza de que Dios escucha y la eficacia de la oración. Dios escucha siempre la súplica humana. Así como el amigo no falla al otro que le pide e insiste, del mismo modo Dios terminará dándonos cuanto le pidamos. Nuestra oración es eficaz, es decir, nos hace conseguir lo que más nos conviene. Un padre no pueda dar algo malo a su hijo. Cuánto más Dios, nuestro Padre. Lo mejor que nos puede dar es el Espíritu Santo. Lo que se recibe no es automáticamente lo que se pide sino el don del Espíritu, que nos permitirá afrontar las situaciones de la vida con la fuerza de lo alto. |