Páginas

31 marzo 2007

Metáfora del significado de la muerte de Jesús



Texto leido en convivencias pascuales de la parroquia madrileña de Santa María de la Esperanza.

Es la tarde de un viernes típico y estás volviendo a casa. Sintonizas la radio. Las noticias cuentan una historia de poca importancia: en un pueblo han muerto tres personas de alguna gripe que nunca se había visto. No le das importancia...

El lunes cuando despiertas, escuchas que ya no son tres, sino 30.000 personas las que han muerto en las colinas remotas de la India. Gente de control de enfermedades de Estados Unidos ha ido a investigar. El martes ya es la noticia más importante en la primera plana del periódico, porque no sólo es la India, sino Pakistan, Irán y Afganistan y pronto, la noticia sale en todas las noticias . La están llamando La influencia misteriosa, y todos se preguntan: ¿cómo vamos a controlarla?

Entonces una noticia sorprende a todos: Europa cierra sus froneras, no habrá vuelos a Francia desde la India, ni de ningún otro país en el cual se haya visto la enfermedad. Seguida a la noticia del cierre de fronteras, escuchas que, en Francia, hay un hombre en el hospital muriendo de la influencia misteriosa. Se desata el pánico en Europa. La información dice que, cuando tienes el virus, puedes pasar unas semanas y ni te das cuenta. Luego pasas cuatro días de síntomas terribles y mueres. Inglaterra cierra también sus fronteras, pero es tarde; pasa un día más y el Presidente de Estados Unidos cierra sus fronteras a Europa y Asia para evitar el contagio en el país, hasta que se encuentre la cura...
Al día siguiente, la gente se reune en las iglesias para orar por la curación, y entra alguien diciendo: "Enciendan la radio" Se oye la noticia: "Dos mujeres han aparecido muertas en Nueva York a causa de la influencia misteriosa". En horas, el mundo parece estar invadido. Los científicos siguen trabajando para encontrar el antídoto, pero nada funciona. Y de repente viene la noticia esperada.
Se ha descifrado el código del ADN del virus, se puede hacer un antídoto. Va a requerirse la sangre de alguien que no haya sido infectado, y se corre la voz en todo el pais de que todos vayan al hospital central para que se les practique un análisis de sangre. Vas de voluntario con tu familia, junto a tus vecinos, preguntándote qué pasará: ¿será el fin del mundo? De repente, el doctor sale gritando un nombre que ha leido en su cuaderno. El más pequeño de tus hijos, que está a tu lado, te tira de la chequeta y dice: "¡Papi. ése es mi nombre!" Antes de que puedas reaccionar se están llevando a tu hijo y gritas: "¡Esperen!" Te contestan: "todo está bién" Después de cinco largos minutos, salen los médicos llorando y riendo. Es la primera vez que has visto reír a alguien en una semana. El doctor de mayor edad se te acerca y dice: "gracias, Señor la sangre de su hijo es perfecta, está limpia y pura, podemos hacer el antídoto contra esa enfermedad". La noticia corre por todas partes, la gente está rezando y riendo de felicidad.
En eso el doctor se acerca a ti y a tu esposa y dice: "¿Podemos hablar un momento? Es que no sabíamos que el donante sería un niño y necesitamis que firmen este formulario para darnos el permiso de usar su sangre". Cuando estás leyendo el documento te das cuenta de que no ponen la cantidad que necesitarán, y preguntas: "¿Cuánta sangre?" La sonrisa del doctor desaparece y contesta: "No pensábamos que el donante fuera un niño. No estábamos preparados. La necesitamos toda". No lo puedes creer y tratas de contestar: "Pero,pero" El doctor te sigue insistiendo: "Usted tiene que entender, estamos hablando de la curación para todo el mundo. Por favor, firme, la necesitamos... toda". Tú preguntas: "¿No pueden darle una transfusión?" A lo que responde: "Si tuviéramos sangre limpia podríamos. ¿Firmará? Por favor. ¡Firme!"
En silencio y sin poder sentir los dedos que tiene la pluma en la mano, lo firmas. Te preguntan: "¿Quiere ver a su hijo?" Caminas hacia esa sala de emergencia donde tu hijo está sentado en la cama diciendo: "Papi,¿que pasa?" Coges la mano y le dices: "Hijo, tu madre y yo te queremos y nunca dejaríamos que te pasara algo que no fuera necesario, ¿lo comprendres?" El doctor regresa y te mete prisa diciendo: " Lo siento, tenemos que empezar ya, gente de todo el mundo está muriendo..."
¿Te puedes ir? ¿Puedes darle la espalda a tu hijo y dejarlo allí, mientras él dice: ¿Papá, mamá, por qué me abandonais?
Y a la semana siguiente, cuando se hace una ceremonia para honrar a tu hijo, algunas personas se quedan dormidas en casa, otras no vienen porque prefieren ir de paseo, o ver un partido de fútbol, y otras vienen a la ceremonia con la sonrisa falsa fingiendo que les importa. Quisieras pararte y gritar: "Mi hijo murió por ustedes, ¿es que no les importa?"

27 marzo 2007

Domingo de ramos

DOMINGO DE RAMOS
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

1 de abril de 2007 (ciclo C, año impar)



PROCESIÓN DE LAS PALMAS

Evangelio
Bendito el que viene en nombre del Señor

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén.

Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:

—«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, contestadle: “El Señor lo necesita”.»

Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron:

—«¿Por qué desatáis el borrico?»

Ellos contestaron:

—«El Señor lo necesita.»

Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.

Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo:

—«¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.»

Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:

—«Maestro, reprende a tus discípulos.»

Él replicó:

—«Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.»

Palabra del Señor.

MISA

La misa de este domingo tiene tres lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral aconseje lo contrario.

Dada la importancia de la lectura de la historia de la pasión del Señor, el sacerdote, tenien­do en cuenta la índole peculiar de cada asamblea en concreto, podrá leer, si es necesario, una sola de las dos lecturas que preceden al evangelio, o bien leer únicamente la historia de la pasión, incluso en su forma más breve.

Estas normas sólo tienen aplicación en las misas celebradas con la participación del pueblo.

Primera lectura
No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.

El Señor me abrió el oído.
Y yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Salmo responsorial Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R/.: 2a)

R/. Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.»
R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
R/.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel.
R/.

Segunda lectura
Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

Versículo antes del Evangelio
Flp 2, 8-9
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».

EVANGELIO

+ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14—23, 56

He deseado enormemente comer esta comida pascual
con vosotros, antes de padecer

C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

+ — «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»

C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:

+ — «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»

Haced esto en memoria mía

C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ — «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»

C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:

+ — «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.»

¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre!

+ — «Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!»

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve

C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:

+ — «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.

Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mi: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.»

Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos

C. Y añadió:

+ — «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.»

C. Él le contestó:

S. —«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»

C. Jesús le replicó:

+ — «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.»

Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito

C. Y dijo a todos:

+ — «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»

C. Contestaron:

S. — «Nada.»

C. El añadió:

+ — «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la al­forja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: “Fue contado con los malhechores.” Lo que se refiere a mí toca a su fin.»

C. Ellos dijeron:

S. — «Señor, aquí hay dos espadas.»

C. Él les contestó:

+ — «Basta.»

En medio de su angustia, oraba con más insistencia

C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+ — «Orad, para no caer en la tentación.»

C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo:

+ — «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+ — «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.

Jesús le dijo:

+ — «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»

C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:

S. — «Señor, ¿herimos con la espada?»

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

Jesús intervino, diciendo:

+ — «Dejadlo, basta.»

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:

+ — «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.»

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:

S. — «También éste estaba con él.»

C. Pero él lo negó, diciendo:

S. — «No lo conozco, mujer.»

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

S. — «Tú también eres uno de ellos.»

C. Pedro replicó:

S. — «Hombre, no lo soy.»

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

S. — «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»

C. Pedro contestó:

S. — «Hombre, no sé de qué me hablas.»

C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me nega­rás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?

C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.

Y, tapándole la cara, le preguntaban:

S. — «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»

C. Y proferían contra él otros muchos insultos.

Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín

C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:

S. — «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»

C. El les contestó:

+ — «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.

Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.»

C. Dijeron todos:

S. — «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»

C. Él les contestó:

+ — «Vosotros lo decís, yo lo soy.»

C. Ellos dijeron:

S.— «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».

C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

No encuentro ninguna culpa en este hombre

C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:

S. — «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»

C. Pilato preguntó a Jesús:

S. — «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él le contestó:

+ — «Tú lo dices.»

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:

S. — «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»

C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:

S. — «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Pilato entregó a Jesús a su arbitrio

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

S. — «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:

S. —«¡ Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»

C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

S. — «¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Él les dijo por tercera vez:

S. — «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»

C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al lea que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+ — «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado.” Entonces empezarán a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros”, y a las colinas: “Sepultadnos”; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía:

+ — «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.

Éste es el rey de los judíos

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas, diciendo:

S. — «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»

C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

S. — «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste rey de los judíos.»

Hoy estarás conmigo en el paraíso

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

S. — «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»

C. Pero el otro le increpaba:

S. — «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»

C. Y decía:

S. — «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»

C. Jesús le respondió:

+ — «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+ — «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»

C. Y, dicho esto, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:

S. — «Realmente, este hombre era justo.»

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.

Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado

C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

Palabra del Señor.



COMENTARIO

Bendito el que viene
en nombre del Señor.

Vamos a celebrar en estos días santos el Misterio Pascual de nuestro Señor Jesucristo. Se van a cumplir los deseos ardientes de Jesús. Los de comer la Pascua con sus discípulos, los de beber el cáliz preparado... Nos disponemos a celebrar provechosamente este misterio, no sólo desde fuera, como el que ve un espectáculo, sino desde dentro, compenetrándonos con los sentimientos de Cristo, muriendo su misma muerte, para poder resucitar con él “y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos”.

Vamos a recordar la historia más dolorosa y más hermosa. Pero recordar es poco. Es mejor acercarse, compenetrarse, revivir. Revivir sus sentimientos, sus pensamientos y sus actitudes. Revivir los padecimientos de Cristo, sufriendo en mi carne lo que falta a la Pasión. Revivir su paciencia, su obediencia, su generosidad, su perdón, todo su amor.

El Domingo de Ramos inaugura la Semana Santa. En este día la Iglesia celebra la entrada de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual. Jesús es presentado en los evangelios como el Rey–Mesías que entra y toma posesión de su ciudad.

Jesús ha muerto por nosotros. Su muerte es un acto de servicio, de amor, de entrega. Jesús ha cargado con el pecado de todos, se ha sentido solidario de la suerte de toda la humanidad.

La PASIÓN es expresión de la voluntad del Padre. La muerte de Cristo es un acto supremo de obediencia al Padre. La muerte de Cristo adquiere un valor salvador, y culmina con su Resurrección.

En la primera lectura contemplamos la figura del SIERVO DE YAHVE, siervo que tiene el dolor de toda creatura, pero también la confianza que ilumina el sufrimiento. El mensaje que anuncia es Él mismo. Quiere ser palabra de aliento para todos los abatidos. Dios está en el sufrimiento con el siervo, y siervos de Dios son todos los que sufren y escuchan el sentido de su sufrimiento. En ellos se redime el dolor.

La segunda lectura nos hace penetrar con profundidad en el misterio de la redención. Nos presenta al Cristo humilde y pobre, al Cristo que pudo salvar a la humanidad desde la plataforma de la gloria, pero prefirió compartir la tragedia humana para salvar a los hombres desde dentro de la historia.

La solemne lectura de la Pasión es lo más característico de la liturgia de hoy. La Pasión de Cristo es la máxima expresión de su amor a nosotros y de su obediencia al Padre. Por eso, la muerte de Cristo tiene un valor salvador que culmina en la Resurrección.

Compromiso semanal

Trata de vivir al máximo estos días intensos que hoy comenzamos. Aprovecha al máximo todas las celebraciones y todos los momentos de oración para tu crecimiento en la fe. Procura encontrarte de verdad con Cristo, muerto y resucitado por ti, que, desde la Cruz, te invita a seguirle y, como él, a morir cada día para llegar a la gloria.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Isaías 50, 4-7. No oculté el rostro a insultos y sé que no quedaré avergonzado.

Yahvé capacita al siervo para cumplir su misión como consolador de los abatidos. Él está siempre a la escucha de lo que Dios habla, dispuesto siempre a cumplir su voluntad, aunque esto le acarree dolores e insultos. Expresa su confianza amorosa en Yahvé, que le ayuda en su sufrimiento. Al final, esa confianza salva al siervo, y le da la victoria sobre sus enemigos, aunque sea a través de la muerte.

Salmo 21, 8-9. 17-20. 23-24. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Este salmo es la voz de un pobre abandonado y triste; Jesús crucificado oró con las palabras de este salmo. Lo cumplió al pie de la letra. Experimentó el abandono de Dios. Pero Dios lo escuchó y lo resucitó. Expresamos con estas palabras nuestro dolor, pero también nuestra esperanza: también seremos salvados por el Padre, como Cristo lo fue en su Resurrección.

2ª lectura: Filipenses 2, 6-11. Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo.

San Pablo nos introduce en el profundo misterio de Dios y su salvación. Adán, prototipo del hombre viejo, en su intento de autodivinizarse, encontró el fracaso y la muerte. Cristo recorre el camino inverso, no como destino fatal, sino con absoluta libertad: su destino, y el nuestro si seguimos sus huellas, es el de la glorificación. Cristo no duda en despojarse de su grandeza y vive la realidad humana hasta sus últimas consecuencias para así salvar a los hombres: no pudo llegar más abajo. Dios Padre por ello le glorifica de forma incomparable constituyéndole Señor del universo y reconcilió consigo toda la creación. Jesús crucificado es la revelación del corazón mismo de Dios a los hombres. Es un profundo misterio que desconcierta nuestra sabiduría humana y nos hace comprender que los pensamientos y caminos de Dios no son los nuestros.

Evangelio: Lucas 22, 14-23, 56. Pasión de Jesucristo.

En la Pasión según san Lucas no se insiste mucho en los sufrimientos de Jesús. Hace entrever la muerte de Jesús como una exaltación, y la cruz parece un trono. La figura del Salvador atrae por su bondad. Jesús es el Señor. Da permiso para que le detengan. Habla con autoridad a los sumos sacerdotes y senadores. Trata delicadamente al traidor. Cura al herido restableciéndole la oreja. Perdona a quienes le crucifican. Aún en los momentos de mayor angustia, Jesús es la manifestación del amor y la misericordia de Dios Padre. Y esto es lo que aparece en primer plano. Se nos invita a contemplar el espectáculo inefable del amor de Jesús, que pide perdón y disculpa a sus verdugos. Pero la contemplación de la muerte de Jesús sólo es fructuosa desde la fe.



CALENDARIO LITÚRGICO

2 de abril
Lunes SANTO
Is 42, 1-7 He puesto sobre él mi espíritu, para que traiga la salvación a las naciones.
Sal 26, 1-3.13-14 El Señor es mi luz y mi salvación.
Jn 12, 1-11 La casa se llenó de aquel perfume tan exquisito.
Haz una obra de caridad.
3 de abril
Martes SANTO
Is 49, 1-6 No sólo eres mi siervo, sino que te convierto en luz de las naciones, para que mi salvación llegue a los confines de la tierra.
Sal 70, 1-6.15.17 Mi boca contará tu auxilio.
Jn 13, 21-33.36-38 Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora.
Reza, pidiéndole al Señor la luz
4 de abril
Miércoles SANTO
Is 50, 4-9a Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
Sal 68, 8-10.21-22.31-34 Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor.
Mt 26, 14-25 ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
Revisa tu vida a la luz del Evangelio de hoy
5 de abril
Jueves SANTO
Ex 12, 1-8.11-14 Así celebráis la Pascua.
Sal 115, 12-18 El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
1 Cor 11, 23-26 Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.
Jn 13, 1-15 Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
Participa en la Eucaristía de hoy
6 de abril
Viernes SANTO
Is 52, 13-53, 12 Desfigurado, no parecía hombre ni tenía aspecto humano.
Sal 30, 2.6.12-17.25 Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Hb 4, 14-16; 5, 7-9 Experimentó la obediencia y se ha convertido en causa de salvación para todos los que obedecen.
Jn 18, 1-19, 42 Está cumplido.
Participa en los Oficios de hoy
7 de abril
Sábado SANTO
Gn 1, 1-2, 2 Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno.
Sal 103 Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gn 22, 1-18 Sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Sal 15 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Ex 14, 15-15.1 Los israelitas entraron en medio del mar.
Sal Ex 15, 1-6.17-18 Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
Is 54, 5-14 Con misericordia eterna te quiere el Señor.
Sal 29 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Is 55, 1-11 Venid a mí, y viviréis.
Sal Is 12, 2-6 Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Bar 3, 9-15.32-4, 4 Camina a la claridad del resplandor del Señor.
Sal 18 Señor, tienes palabras de vida eterna.
Ez 36, 16.28 Os daré un corazón nuevo.
Sal 41 ó 50 ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro.
Rom 6, 3-11 Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
Sal 117 Aleluya, Aleluya, Aleluya
Lc 24, 1-12 Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado.
Participa en la Vigilia Pascual.
8 de abril
Domingo de PASCUA DE RESURRECCIÓN
Hch 10, 34a.37-43 Nosotros hemos comido y bebido con él después de la resurrección.
Sal 117, 1-2.16.23 Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Col 3, 1-4 Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Jn 20, 1-9 Hasta entonces no habían entendido las Escrituras: que Él debía resucitar de entre los muertos.
Reza por tu familia y por la parroquia


23 marzo 2007

V de Cuaresma

DOMINGO V DE CUARESMA

25 de marzo de 2007 (ciclo C, año impar)



Primera lectura
Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo

Lectura del libro de Isaías 43, 16-21

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar
y senda en las aguas impetuosas;
que sacó a batalla carros y caballos,
tropa con sus valientes;
caían para no levantarse,
se apagaron como media que se extingue.

«No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino por el desierto,
ríos en el yermo.

Me glorificarán las bestias del campo,
chacales y avestruces,
porque ofreceré agua en el desierto,
ríos en el yermo,
para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido,
el pueblo que yo formé,
para que proclamara mi alabanza.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 (R/.: 3)

R/. El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
R/.

Segunda lectura
Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8-14

Hermanos:

Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.

Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.

No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.

Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacía la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Versículo antes del Evangelio
Jl 2, 12-13
Ahora —oráculo del Señor— convertíos a mí de todo corazón,
porque soy compasivo y misericordioso.

EVANGELIO
El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

— «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.

La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

— «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó:

— «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»

Ella contestó:

— «Ninguno, Señor.»

Jesús dijo:

— «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

Palabra del Señor.



COMENTARIO

El que esté sin pecado,
que le tire la primera piedra

En las últimas semanas la Palabra de Dios nos ha enseñado que uno de los problemas más graves que tiene el hombre de hoy es la soberbia. Verdadero cáncer del alma que nos lleva a alejarnos cada vez más de Dios y a vivir de forma totalmente egoísta.

Pero, además, somos tan cínicos que muchas veces somos muy benévolos a la hora de revisar nuestra vida mientras somos exigentes y crueles a la hora de juzgar a los demás. Y, no nos contentamos sólo con eso: no tenemos suficiente con juzgar, sino que, encima condenamos a los demás.

A nivel social vivimos, además, en la más grande de las hipocresías: la sociedad fomenta el pecado… pero luego condena al pecador.

El Evangelio de hoy viene a enseñarte que has de actuar exactamente al revés: el cristiano denuncia el pecado, pero salva al pecador. El cristiano fomenta conductas buenas, fomenta la virtud, educa en ese sentido... pero no condena, sino que perdona, ayuda, salva al pecador. Salvar no significa justificar, no significa decir que lo ha hecho bien. Lo habrá hecho mal, pero hay que ayudarle a que salga del mal y vaya por el camino del bien.

Además. Jesús te pide que no juzgues ni condenes a los demás. ¿Quién eres tú para juzgar? ¿Quién está limpio para poder condenar a los demás? Sólo Dios puede hacerlo. Sólo El es Santo. Por eso Jesús tiene que decir: el que esté limpio de pecado que le tire la primera piedra.

Los cristianos hemos de tratar a los demás con misericordia. El domingo pasado decíamos que Dios es misericordioso. ¡Tú también has de ser misericordioso! ¡Has de tratar a los demás como quieres ser tratado tú! Tú, ¿qué eliges para ti? ¿Justicia o misericordia?... Pues ¡haz tú lo mismo! Por ello, es importante que te fijes más en tus pecados –que los tienes– que en los pecados de los demás. Al fin y al cabo Dios te va pedir cuentas de tu vida, no de la vida de los demás.

Y, además, es importante que, en lugar de juzgar y condenar a los pecadores, reces por ellos; que, en lugar de criticar y humillar a los demás, te preocupes por su conversión. Porque por oscuro que sea el pasado de una persona, si se arrepiente y vuelve a la Iglesia, en ella se encuentra un Padre que le perdona y que le ama. Pero... ¿cómo le recibes tú, su hermano? No lo olvides: en el Reino de los Cielos hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que ya están convertidos.

Compromiso semanal

Revisa tu vida para ver en qué tienes que mejorar y reza por la conversión de todos.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Isaías 43, 16-21. Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo.

El pueblo de Israel se halla en situación histórica de opresión. El enemigo ha triunfado sobre él, le ha llevado al destierro, le esclaviza. Las liberaciones históricas del pasado son garantía de la liberación del presente. Isaías recuerda la bondad de Dios y la fidelidad a sus promesas.

Salmo 125, 1-5. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

El salmo es un canto de liberación del pueblo que se prepara para el retorno a su tierra. También a nosotros se nos promete la libertad, por ello también cantamos que “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.

2ª lectura: Filipenses 3, 8-14. Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte.

San Pablo contempla su vida anterior y la estima basura en comparación con el conocimiento de Cristo. Desde que Cristo entró en su vida, san Pablo considera basura todas las ventajas anteriores en que apoyaba su vida, porque ninguna de ellas le alcanza la salvación. Su deseo es conocer a Cristo, y gracias a ese conocimiento darse cuenta de la necesidad de unirse a la pasión de Jesús, para experimentar la fuerza de la resurrección del Señor. “Conocer a Cristo” no es “estudiarle”, sino participar en su nueva vida de resucitado. Más aún, dejar que Él actúe en nosotros, nos transforme y libere para la manifestación de su vida en la nuestra. Únicamente la fe permite ese conocimiento de Dios. Mira solamente hacia delante y fija sus ojos en la meta. Lo importante es tener a Jesucristo, frente al cual todo lo demás carece de valor.

Evangelio: Juan 8, 1-11. El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

Jesús no vino a condenar sino a salvar. Salva suscitando la confesión del pecado: “vete y no peques más”. Jesús ha inaugurado el tiempo de gracia. Su actitud es de misericordia y perdón. Jesús empleando la misericordia, vence al pecado y nos muestra el rostro de Dios. Nosotros, juzgando y condenando intensificamos el pecado en el mundo.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 26
La Anunciación del Señor

Is 7, 10-14 La joven está encinta y da a luz un hijo.
Sal 39, 7-11 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Heb 10, 4-10 Aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad.
Lc 1, 26-38 Concebirás y darás a luz un hijo.
Pídele a la Virgen lo que más necesites

Martes 27 Nm 21, 4-9 Haz una serpiente y colócala en un estandarte; los mordidos de la serpiente quedarán sanos al mirarla.
Sal 101, 2-3.16-21 Señor: escucha mi oración.
Jn 8, 21-30 Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que Yo soy.
Haz una obra de caridad
Miércoles 28 Dn 3, 14-20.91-92.95 Bendito sea Dios.
Sal Dn 3, 52-56 A ti gloria y alabanza por los siglos.
Jn 8, 31-42 Si Dios fuera vuestro padre e amaríais a mí.
Reza por los que rechazan a Cristo
Jueves 29 Gn 17, 3-9 Cumpliré mi pacto contigo.
Sal 104, 4-9 El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
Jn 8, 51-59 Quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.
Reza por los cristianos perseguidos
Viernes 30 Jer 20, 10-13 El Señor está conmigo. Mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo.
Sal 17, 2-7 En el peligro invoqué al Señor y me escuchó.
Jn 10, 31-42 Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿Por cuál de ellas me apedreáis?
Visita a algún enfermo
Sábado 31 Ez 37, 21-28 Ellos serán mi pueblo y Yo seré su Dios.
Sal Jr 31, 10-13 El Señor nos guardará como pastor a su rebaño.
Jn 11, 45-57 Os conviene que uno muera por el pueblo.
Da testimonio de Jesucristo
Domingo 1
DOMINGO DE RAMOS
Lc 19, 28-40 Bendito el que viene como rey.
Is 50, 4-7 El Señor me ha abierto el oído, y yo no me he resistido.
Sal 21, 8-9.17-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Fil 2, 6-11 Se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres.
Lc 22, 14-23,56 Verdaderamente este hombre era justo.
Reza por tu familia y por la parroquia