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29 marzo 2014

Carta de un preso a Kiko Argüello.

Querido Kiko: ¡que la Paz del Señor resucitado esté siempre contigo!.

Me llamo Pasquale y soy de la primera comunidad neocatecumenal de la cárcel de Poggioreale (Nápoles). Estoy contento de escribirte esta carta porque cuando me mandaron los anuncios de las catequesis fuí a escuchar solo por asuntos personales, porque quería meterme en el bolsillo al sacerdote, porque ya llevaba ocho meses en la cárcel y pensaba que el sacerdote podía hacerme salir de la cárcel. Sin embargo no sabía que el Señor tenía para mí un proyecto bien distinto. Y cuando fuimos a escuchar las catequesis, éramos 80 presos.

Las catequesis hablaban, pero nosotros no las escuchábamos y hablaban de este camino neocatecumenal, hablaban de este español, de este Kiko, hablaban de la Virgen María, pero a mí personalmente no me importaba absolutamente nada, porque solo pensaba en salir de la cárcel.

Pensaba en todos mis problemas de afuera, pensaba en todos los años de cárcel que ya había pasado y nadie me liberó nunca, como podía liberarme Jesucristo, pero los catequistas seguían diciéndonos que el Señor nos libraría de nuestras esclavitudes, aunque yo, sinceramente hablando, no me lo creía, y decía: "no son más que chorradas, ¿qué quieren estos pelmas?..., ellos ahora se van a casa, mientras que nosotros estamos encerrados aquí dentro y nos vienen a decir todas estas chorradas..., pero a mí, ¡qué me importa!".

Pensaba en todo lo que hacía afuera, pensaba que al salir tenía que vender droga, pensaba robar a la gente para sacar dinero, incluso estaba pensando en meterme en algún clan camorrista, porque quería vengarme de todas las maldades que había recibido.

Pero durante las catequesis estaba naciendo algo dentro de mí, cada catequesis que escuchaba me hacía estar clavado en la silla, ya no era capaz de oir la voz de mis amigos, el Señor quería hacer nacer algo dentro de mí, pero todavía no quería aceptar esa realidad.

Porque el Señor sabía como pillarme, porque El sabía que doy asco, pero el Señor no me abandonó, sabía que yo tenía necesidad de El. El Señor me estuvo realmente cerca porque el sabía que yo era débil, ya sabía de mis perseguidores y no me abandonaba nunca.

Porque luego empezaron las persecuciones, mis amigos empezaron a decirme que era idiota, siempre me decían "pero, ¿cómo consigues estar sentado y escuchar estas bobadas?"..., pero el Señor no me dejaba ir. El sabía que yo tenía necesidad de El, porque en la cárcel es difícil escuchar la Palabra de Dios, porque todos piensan que ir a la iglesia es una vergüenza, porque también yo pensaba todo esto y no estaba confirmado, no había hecho la primera Comunión, no me había confesado en mi vida, es más, los curas y las monjas me eran todos antipáticos e incluso llegué a robarles.

Pero el Señor sabía adonde quería llevarme, a esta nueva vida... Durante la celebración penitencial me encerraba en mí mismo porque tenía miedo de confesarme, de ser juzgado, tenía miedo de la vergüenza, pero algo sucedió dentro de mí durante la celebración, no sé ni como explicarlo, me encontré delante del sacerdote sin ni siquiera darme cuenta.

El Señor quiso llevarme allí, hacerme sentir la alegría dentro de mí, hacerme sentir el amor que El tenía por mí, hacerme sentir que El me quería realmente, que El me estaba perdonando todos mis pecados, porque pensaba que mi vida ya no era nada, que estaba acabada, porque a mi siempre me juzgaron los tribunales y siempre fuí condenado, me dieron siempre años de cárcel.

Pero en aquella penitencial ví cómo el Señor, con todas las maldades, con todo el mal que he hecho a la pobre gente, con toda la droga que vendí a los pobres chavales inocentes, ví que el Señor me perdonó, entonces entendí que había un Dios que no me condenaba, sino que me había perdonado todos los pecados.

Pero la alegría y el amor que el Señor quería darme creía que se acabarían después de la penitencial, pero el Señor, una vez más, se me manifestó en la celebración de la Biblia (de la Palabra -se refiere a la celebración de la entrega solemne de la Biblia por parte de la Iglesia, en el marco de una celebración de la Palabra que tiene lugar en el período de catequesis, una vez realizada la penitencial-) porque después de la celebración volvimos a las celdas y abrí la Biblia al azar y la lectura que salió era precisamente la de "Lázaro, sal fuera!". Allí el Señor me hizo entender que aquel Lázaro que estaba en el sepulcro era yo, el Señor poco a poco me estaba haciendo entender que quería devolverme la vida. Quería hacerme vivir una alegría todavía más grande, la celebración de la Eucaristía. Allí realmente el Señor estaba comenzando a abrir este camino, porque todo me llamaba la atención: los salmos, los cantos...

...Pero de repente sucedió algo... y empieza también la persecución y el pitorreo, mis compañeros de celda empezaron a decirme "pero, ¿quién te obliga a hacerlo?"... y mes tras mes el Señor estaba realmente haciendo nacer algo dentro de mí, me estaba haciendo entender, a pesar de que yo hubiera ido a las catequesis para meterme en el bolsillo al sacerdote para salir de la cárcel.

Pero el Señor me hacía sentir cada vez más feliz porque seguía en la cárcel, el Señor me estaba liberando de mis maldades, de mis esclavitudes, de la esclavitud de la droga, de la esclavitud del mal, el Señor me estaba haciendo entender que mi vida no era el dinero, sino mi familia. Porque yo pensaba que el dinero lo era todo para mí, el Señor me hacía entender que tenía que ir a trabajar y que no debía robar ni vender droga. Lo más bonito era cuando mi mujer venía a visitarme y yo le hablaba de la comunidad. Mi mujer me veía cambiado pero también decía que estaba loco porque yo le decía que cuando saliera la llevaría a la Iglesia y me casaría con ella, pero ella no se lo creía, hacía diez años que estábamos casados por lo civil, pero ella seguía diciéndome que estaba loco porque yo le decía que tenía que hacer la primera Comunión, pero ella no se lo creía. Realmente estaba creciendo en Jesucristo porque me daba cuenta de que ya no me importaba salir (de la cárcel), el Señor empezaba a hablar dentro de mí, hablaba a mi corazón, lo sentía cada vez más cerca con el canto "Quién nos separará del amor de Dios", no hacía otra cosa que cantar este canto. ...El tiempo pasaba y yo no me daba cuenta... y el Señor una vez más quería hacerme vivir algo precioso, porque el juez me dió ocho dias de permiso, pero esta vez no era como todas las demás veces, porque sentía algo distinto a todas las demás veces que había salido de la cárcel. Las otras veces pensaba enseguida en conseguir dinero, pero esta vez el Señor estaba cambiando realmente mi vida.

Porque el Señor me había puesto ante el camino del bien y del mal... estaba realmente cerca de mí y realmente era El quien me acompañaba de la mano porque me quería mucho y me estaba haciendo salir de una esclavitud de la que nunca nadie pudo hacerme salir, de la esclavitud de la droga. ...Estaba muy contento porque sentía que el Señor empezaba a hablar a mi corazón, me daba la alegría de volver a la cárcel porque si no hubiera conocido al Señor seguramente no habría vuelto. Los ocho días de permiso pasados en casa con mi mujer y mis dos hijos fueron muy bonitos porque era muy distinto de las otras veces, porque las otras veces no me importaba nada estar en casa, porque salía corriendo a buscar a mis amigos para ver como debía conseguir dinero, hablando claro, adonde tenía que ir a robar.

Pero luego volví a la cárcel con serenidad y tranquilo... Nuestros catequistas vinieron a vernos y estuvimos celebrando la Eucaristía, y en un momento dado entró una brigada con dos guardias y me llamaron para que saliera porque era libre. Pero yo ya no sentía este deseo de salir y les dije que no me iba hasta que terminara la Eucaristía. El capellán y los catequistas me invitaban a irme porque era libre de salir, pero yo insistía en que quería terminar la Eucaristía. Y los guardias me decían que estaba loco porque nunca habían visto a nadie que no quisiera salir de la cárcel, porque normalmente cuando salen, todos lo dejan todo y se van pitando, pero yo sentía que el Señor hablaba a mi vida. Cuando salí de la cárcel, el Señor me había puesto delante el camino del bien y del mal. He elegido la senda de Jesucristo, la estrecha difícil y cuesta arriba, y empecé a continuar el camino en la décima comunidad de San Giacomo, a pesar de que tenía muchas dificultades porque vivía lejos y no conseguía ir hasta allá porque me faltaba dinero para gasolina, pero el Señor siempre ha estado cerca de mí y así he empezado a experimentar la providencia de Dios y a constatar que El es padre de la vida.

Como primera cosa, quise hacer la Confirmación porque me hacía falta para casarme en la Iglesia y me alegró que uno de los catequistas de la cárcel quisiera ser mi padrino y luego le pedí que también fuera mi padrino de boda y él aceptó. Fué bonito el día de mi boda en la Iglesia, porque realmente sentía que Jesucristo venía a atarme con más fuerza a mi mujer, a la que yo había hecho sufrir tanto, cuando me drogaba y vivía en la muerte, y me daba la posibilidad de tener una familia cristiana en el verdadero sentido de la palabra. Tuve problemas con las personas que estaban a mi alrededor, con los parientes que no creían que yo hubiera cambiado, que no era posible porque siempre que había hecho una promesa, después no la había mantenido nunca, con mis amigos con los que iba a robar y a los cuales les decía que era el Señor quien nos salvaba de nuestras esclavitudes, pero ellos me decían que estaba loco, pero veía lo importante que era hablar de Dios porque el Señor me robustecía, a mí, porque sentía que tenía necesidad de él y he visto cómo el Señor proveyó para mí y para mi familia.

Empecé a trabajar recogiendo la basura por la noche con una empresa privada, haciendo grandes sacrificios porque no quería renunciar a las celebraciones de la comunidad. Luego, cuando la empresa perdió la contrata, me quedé en paro, pero después de poco tiempo Dios proveyó y encontré un puesto de albañil que para mi era agobiante porque tenía que levantarme por la mañana muy temprano y sufría mucho por el cansancio, porque yo nunca había trabajado así, y esto yo no lo aceptaba demasiado bien porque veía que cuando vendía droga trabajaba menos y ganaba mucho más. Pero el Señor me hizo entender poco a poco que solo él era importante y que tenía que trabajar para alimentar a mi familia, y que lo más importante era anunciar su amor a mis compañeros. Lo más bonito para mí es hablar de este Jesucristo resucitado, porque él me ha sacado realmente de lo profundo del abismo, de la oscuridad de la muerte, en donde yo no veía la luz, pero el Señor me ha sacado de nuevo a la luz, me ha devuelto la vida, y por todo eso quiero dar gracias al Señor. Quiero dar gracias al Camino Neocatecumenal, porque si no hubiese conocido el Camino estaría todavía vendiendo droga, estaría todavía haciendo daño a la gente, pero el Señor ha sido realmente bueno, realmente me quiere como un padre. Es el único padre que he tenido en la vida, porque crecí sin padre, es el único padre que me ha querido, con todos mis pecados.

Un día me ocurrió que tuve que ir a un proceso por una vieja historia de droga, y a mí no me importaba nada tener que volver a la cárcel, aunque lo sentía por mi familia y mi comunidad. Y el Señor me mostró su gran paternidad también en este hecho, no dejándome solo, porque al proceso vinieron también los hermanos de mi comunidad, que mientras esperaban se pusieron a rezar conmigo, a pesar de toda la gente que había, y gracias a sus oraciones y a la ayuda del Señor, el juez me dijo que estaba libre y que no tenía que volver a la cárcel. Después de estos años de camino a través de las tribulaciones, las persecuciones, el Señor me está haciendo vivir los días más bonitos de mi vida porque en mi barrio antes se sabía que yo robaba y vendía droga, pero lo más bonito es que ahora solo me ven hablar de Jesucristo.

Querido Kiko, no acabaría nunca de contarte las maravillas que el Señor ha hecho conmigo, me ha hecho experimentar la alegría de tener otro hijo (Emanuele = Dios con nosotros) y un poco después otra hija, de sentirme realmente padre y de hacer entender a mis hijos que siempre me equivoqué en la vida, pero que hoy está Jesucristo, que me ha aceptado con todos mis pecados y con todas las dificultades, que siempre está Dios Padre que provee para nosotros. Yo me maravillo de mí mismo, veo como el Señor se sirve de mí para llevar su Palabra aunque yo no sea digno de hablar de El, pero veo que El se sirve de mí para dar testimonio, de hecho algunos de mis amigos de infancia con los que robaba están viniendo ahora a escuchar las catequesis para poder entrar en comunidades.

Al final de esta carta, la hija de Pasquale quiso añadir:

Querido Kiko, soy una niña de nueve años y también yo he tomado el camino del Señor como ha hecho mi padre que era un drogadicto y un ladrón, pero yo he entendido que lo más importante es tener alegría, amor, fraternidad con Dios y con nuestro prójimo.

El Señor ha cambiado a mi familia y estamos siguiendo siempre a Dios y no lo dejaremos nunca, y siempre le seguiremos a El porque el dinero no hace feliz al hombre, al contrario, le hace infeliz, pero si un hombre sigue el camino del Señor y de la paz, es feliz como mi familia y yo, pues nos ha cambiado y nos ha hecho salir de la tribulación y nos ha hecho felices, alegres y llenos de la luz del Señor, que ha entrado en nuestros corazones.

Carta de un preso a Kiko Argüello

25 marzo 2014

Misión Magnificat, a cargo de D. Jesús Amadeo Bausá, párroco de San Andrés apóstol de Miramar



Lunes 24-03-2014. Predicación entorno a la Anunciación de Maria.
Martes 25-03-2014. Predicación entorno a las Bodas de Canaan.

Para descargar pulsar aquí

Miércoles 26-03-2014. Predicación entorno a Maria al pie de la cruz

20 marzo 2014

Chus Villarroel: Mi teología.

Actualizado 20 marzo 2014

Mi teología
Una de las cosas que más aprecio en mi vida es la teología que tengo. Soy feliz con ella y no la cambiaría por nada. Yo llamo teología al razonamiento y formulación de mi relación con Dios. Me ha costado mucho trabajo poner palabras y conceptos al Dios que experimento, un Dios de gratuidad, que toma la iniciativa, que está a gusto conmigo a pesar de ser lo que soy, que es creador y padre de todo, que ha alumbrado la vida y la posibilidad eterna de disfrutarla. Es el Dios cristiano, naturalmente, pero captado en mis vivencias y experiencia personal. Distingo, por tanto, entre la experiencia y la espiritualidad que vivo y la comprensión, la conciencia y la formulación que de ella tengo. Yo voy a hablar de esta segunda ya que no siempre coinciden.
Hay personas que tienen una vida espiritual honda pero no saben explicarse, no saben poner palabras a lo que les pasa. Tienen una connaturalidad con las cosas de Dios y disfrutan de su fe y del don de piedad sintiéndose a gusto y seguras en la casa de Dios pero no pueden compartir sus vivencias con facilidad. Unas veces por falta de tiempo, de estudio y de preparación y, otras, por incapacidad natural. Santa Teresa de Jesús clamaba con frecuencia por directores espirituales letrados, preparados en teología, aunque no fueran muy espirituales, porque en su teología estaba la larga experiencia de la tradición y de la Iglesia. 
Un intimo amigo dominico, compañero del alma, recientemente fallecido, perdió hace años a causa de una embolia la capacidad de hablar y otras muchas cosas. Más tarde me decía: “Creo que he llegado a perder todos los conceptos e ideas religiosas que aprendí desde pequeño, me quedé sin teología y sin formulación alguna de Dios, pero no se me fue del todo la fe. Esa fe que queda es horrible porque está radicalmente desnuda, pero me ha hecho bien. Si la hubiera perdido también, mi alma en ese terreno hubiera quedado como un papel en blanco y yo como el más radical de los ateos”. 
Como decía al principio, valoro muchísimo la teología de la que disfruto, aún sabiendo que la fe es lo más importante. Valoro, sobre todo, al Dios que he logrado experimentar y formular. Veo a otras personas que también creen en el mismo Dios pero no se sienten tan a gusto. Algunos le tienen miedo, se exigen un montón delante de él, tiemblan ante su juicio, prefieren lo que ellos llaman la seguridad a la felicidad. Su seguridad consiste en ser cumplidores intachables de todos y cada uno de los mandamientos tal como los entienden ellos o su grupo o su tradición porque tienen la manía de pensar que Dios piensa como ellos. Cuanta más rigidez, más seguridad; este es el lema de algunos. Identifican a Dios con la rigidez extrema. 
A veces este integrismo ha sido apoyado por las altas instancias, incluso de la Iglesia, pero en la mayoría de los casos son formulaciones y preceptos puramente humanos. Muy sacralizados, eso sí, pero demasiado humanos. Jesús dice a los judíos: De éstas hacéis muchas (Mc 7, 13). Les reprochaba que confundieran a Dios con sus tradiciones e intereses humanos. Yo también tuve de más joven ligeras ráfagas de este integrismo: Pedía perdón o confesaba mis pecados pero seguía dándoles vuelta sin percatarme del orgullo y autoexaltación que hay en ello. 
En la Iglesia hay distintas teologías; pero una teología no es más que un razonamiento o formulación de lo que crees y vives, como hemos dicho. Otra cosa es la experiencia y vida espiritual que va más honda y se identifica con la santidad, la caridad, el mérito y la gracia. Puedes ser un gran teólogo y un mediocre cristiano. El Espíritu Santo es el que realiza la obra de santidad en cada uno que no es otra cosa que infundirnos fe, esperanza y caridad en Jesucristo. Esto ya no es medible porque nadie de nosotros conoce la verdad y las circunstancias de cada corazón. Yo no puedo juzgar a mi madre porque tuviera distinta formación y teología que yo; al contrario, creo que era mucho más santa porque la santidad se mide por la caridad no por la teología. No obstante, considero que mi cristianismo crea más felicidad que el suyo. No pudo formular su experiencia desde ella misma sino que se la dieron formulada el ambiente y el cura del pueblo. Seguro que no lo echó de menos. Visto desde ahora, le tocó lo que le tocó y lo que aquel tiempo daba de sí y también fue muy feliz. La esperanza, sin embargo, eje de la vida espiritual, no es espontánea; tendemos más bien a rebajarnos y a buscar sufrimientos para compensar. Nos viene del Espíritu pero necesitamos pensamientos y una buena teología que nos ayuden a acogerla y ayudarla a crecer hasta desear estar con Cristo de una manera viva como dice San Pablo (Flp 1, 23): Deseo partir y estar con Cristo. 
Mi primera felicidad viene, pues, al comprender que mi teología no es más que teología; no se identifica con mi verdad ni con mi santidad. Espero tener debajo algo más substancial, algo que me sorprenda a mí mismo el día que se me revele mi cuenta, algo mucho más divino de lo que yo pueda captar y pensar. Yo creo que soy más de lo que conozco de mí porque no estoy capacitado para entender la gracia de Dios en mí. Mi categoría cristiana no la conozco por lo que no me puedo comparar con nadie Pero lo que he podido intuir y reflexionar de mí, iluminado por el Espíritu Santo, me hace feliz. Eso es lo que yo llamo mi teología y es suficiente para hacerme feliz. Pienso que esta teología me ayuda muchísimo a crearme una imagen de Dios verdadera y, por ende, también de mí mismo y del ser humano en general. Si paseas conmigo no te voy a reprochar que tengas un Dios tan oscuro ni que te enfades y le eches la culpa de tantas cosas pero te dejaré caer que tu teología deja mucho que desear. 
¿Qué he hecho yo para tener esta teología que tanto proclamo? Lo primero de todo es que he devuelto a Dios a su trono. Él es el que manda, el que toma la iniciativa, el que señala pautas. Dejo a Dios ser Dios. Ya no es lo que yo pienso de él, la imagen que me formo, lo que me ha trasmitido fulano de tal, lo que yo proyecto desde mí. Es él el que me ama, no yo a él. Entonces he descubierto a un Dios que es maravilloso, que no es un fiscal, que lo ha creado todo por amor, incluso a mí y a ti, que es una maravilla que exista. Entiendo que la Biblia diga que Dios es amor. 
¡Dios mío, con el miedo que se le puede tener...! La idea más genial de este Dios es la de salvarnos, no tanto de nuestros pecados, sino de nuestra postración, de nuestros enredos, de nuestros malquereres. Lo pudo hacer con un acto de autoridad y dominio pero lo hizo haciendo hombre a su hijo y tomando nuestra carne e incluso nuestra apariencia de pecado. Dios se hizo ontología humana. Ahí, en esa humanidad, en su cuerpo de carne, en su destino, en su historia humana, pasando por todo lo nuestro, derramó todo su amor y nos salvó. Pasando por esa carne nos llega el Espíritu Santo que es el amor de Dios y que Cristo derrama sobre nosotros y sobre el mundo. 
Esto es buenísimo porque esta teología me dice que yo no tengo la culpa de que Cristo muriera. Si yo me echo la culpa, le robo su mérito, me hago dueño de su pasión. No, es su iniciativa, lo ha hecho por amor, a él nadie le quitó la vida, la entregó y nos la entregó. Murió por nuestros pecados pero para limpiarnos como una madre a su niño. No lo hizo con rencor hacia nosotros, a pesar de ser objetos de cólera, sino que nos amó por pobres y necesitados. El signo de ese amor gratuito es su sangre derramada. Sólo nos pide a cambio que creamos en ese amor que nos tiene y en el poder de su sangre para limpiarnos. 
Mi problema, por lo tanto, no son mis pecados ni mi imperfección ni mi debilidad o pobreza; mi problema sólo será el no creer en él o no tener suficiente fe en su sangre. Podría citar aquí media Biblia pero para qué complicarnos. Los que tenéis el Espíritu lo entendéis perfectamente. Si esto es así, ¿cómo no voy a estar feliz? Con profunda humildad lo digo: necesito, fe, fe y más fe. Pero ¡cuidado!, que Dios está en su trono. Ninguno de nosotros está capacitado para aumentar su fe. El creer es un acto que nos une con el cielo. Ahí no podemos llegar. La tenemos que recibir gratuitamente. Mi actitud delante de Dios es la del que pide y extiende la mano. 
Pensar que todo esto nos viene por medio de la humanidad de Jesucristo es para volverse locos. Qué bueno vivir en esta época en la que la gente capta la realidad sobre todo por vivencias. Lo que no captamos mediante la experiencia nos queda lejos. Dios mismo nos quedaría muy lejos porque ¿quién puede vivenciar a Dios? A él sólo llegaríamos por abstractas analogías. La maravilla es que tenemos a Cristo que nos puede vivenciar perfectamente a nosotros y nosotros a él, sabiendo además que en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad. 
Lo puedo vivenciar en mis sentimientos, en mi cáncer, en mis dolores y agobios, en mis desganas y fracasos, en los rechazos que experimento, en mi soledad, en la oscuridad de mi fe. Lo puedo comer en la eucaristía. ¿Puedo comer a Dios? No, porque Dios no sangra ni puede ser masticado. Lo dice el concilio de Calcedonia. Sin embargo, Dios es muy listo y muy amoroso y para que lo podamos comer se ha hecho hombre y así en Jesús lo podemos comer. Todo es humano. Es más humano que cualquier comida o cena de las corrientes. Es como si fuéramos a un restaurante y al preguntar el camarero le dijéramos. “No se moleste, no nos saque nada, porque lo que vamos a hacer es comernos primero al presidente y después los unos a los otros”. Ese sería el banquete más humano porque los hombres cuando nos queremos mucho nos decimos: “Te comería”. 
Algunos dirán: sí, muy bien, pero el pecado y el infierno seguirán existiendo, ¿no? La verdad es que los que no creen en la humanidad de Jesucristo tienen una teología muy extraña. Se creen muy importantes, autónomos y dueños de sí mismos. Yo he visto a bastantes de ellos en las quimios y las radios y no les veía tan autónomos. Algunos son capaces hasta de negar la existencia de Dios. Sólo existe un pecado: el del endurecimiento. Los pecados de los que te has confesado en tu vida no te llevarán al infierno a no ser que te endurezcas. Hay que estar vigilantes porque la cultura española actual está muy endurecida con lo que se expulsa a Jesucristo de nuestro entorno. Ahí puede entrar Satanás y llevarte al infierno que tú has deseado porque has escogido vivir con él y no con Cristo. Este misterio de iniquidad nos supera, por eso vamos a confiar en la gran misericordia. No obstante, el infierno existe porque esa es la fe de la Iglesia y, por tanto, la mía. 
Con esta teología me encuentro muy a gusto en la liturgia y en las cosas de la Iglesia. Hasta en la confesión. Yo cuando voy a confesarme lo hago porque sé que, aun habiendo cometido pecados, no los tengo porque ya murió por ellos Jesucristo y están perdonados y yo me lo creo. Sin embargo, renuevo en cada confesión mi fe en el perdón de Jesucristo en mi vida concreta para evitar mi endurecimiento, recibir más sanación de su parte y no dejar que ciertas actitudes cuajen. No creo en los que dicen que éste u otro pecado te va a llevar al infierno. Esta gente insinúa que nuestra salvación está en nosotros mismos y en nuestras obras vaciando a la figura de Jesucristo de todo amor y reduciéndolo a un simple modelo. Por otro lado, como cada pecado es comunitario y los demás sufren por mi conducta, en cada confesión, le pido al Espíritu Santo que crezca en amor, que sienta la comunidad como mía, me dé fuerzas para cambiar y que, como él ha muerto por todos, me haga más sensible a las necesidades de todos. 
De lo cual se deduce que mi teología me hace feliz porque no se centra en mi pecado, en mi condición de objeto de cólera y condenación. No tengo que pasarme la vida luchando para vencer mi condición pecadora que por otra parte es invencible. Ni tengo miedo ni las exigencias y escrúpulos me acosan porque mi maldad ha sido cancelada en la cruz de Cristo mediante su sangre. No tengo que ganarme el cielo porque me ha sido regalado. Esta actitud es muy positiva porque me da un agradecimiento y amor por Cristo inconmensurable. Lo único que me pide es que deje al Espíritu Santo derramar esta fe en mí. 
Ya sé que algunos me dirán que ¡qué fácil! Pues sí, esta gente tiene un problema serio. Si no se lo creen nunca podrán querer a Jesucristo; sólo se quieren a sí mismos y a sus esfuerzos que hacen inútil la cruz de Jesús. No me preocupa ni siquiera a qué profundidad discurre mi vida espiritual, es decir, qué nivel de gracia, justicia, mérito, santidad o caridad tengo. Me basta con tener la que el don de Cristo ha destinado para mí. Digo como diría San Bernardo: ¿Que no tengo méritos? Todos los de Cristo. ¿Que no tengo justicia, gracia o caridad? Toda la de Cristo porque yo no funciono con ninguna de esas cosas como mías sino como de Cristo. El es mi justicia, mi verdad y mi santidad. 

Chus Villarroel O. P.



Frases del Papa Francisco

A Oliva, “FRANCESCO 2.0”



SINOPSI “FRANCESCO 2.0”

“Som a Assís, Itàlia, l’any 1202, el segle XIII, en plena época medieval. El temps de les Croades, de les esglésies romàniques, dels joglars i els trobadors, de la suor dels serbs. Un segle de grans calamitats: la fam, les guerres, la pesta, la lepra… ”
Eixe és el món de Sant Francesc, FRANCESCO en el seu nom italià.
Coneixerem la seua joventut com a fill d’un ric comerciant, la seua transformació, la seua predicació i les seues lluites i crisi personal. Ens aproparem mitjançant les noves tecnologies, música en directe, balls i una espectacular escenografia a la seua total entrega als germans, la seua pobresa i humilitat extrema.
Un exemple de vida que després de tants segles continua impactant i ens convida a reflexionar a joves i majors davant l’actual crisi econòmica i espiritual.

A benefici de Cáritas Interparroquial.
Organitza: La Junta de Festes del Crist de Sant Roc, 2014.
Participen: Les Parròquies d’Oliva: Santa Maria, Sant Francesc i Sant Roc.
Amb la col·laboració de l’Ajuntament d’Oliva.
Guió i direcció: Ernest Parra
Música en directe: Javi Llorca & Cia.

L’obra és una adaptació de l’original representat a Oliva per joves de les tres parròquies fa 20 anys (1993) amb motiu del 50 aniversari del Convent de les Clarisses i els 800 anys del naixement de Santa Clara. Aquell text, dirigit pel rector En Juan José Llorens, s’inspirava en textos de la pel·lícula “Hermano sol, hermana luna” de Franco Zefirelly i “el pobre de Asís” de Nikos Kazantzakis. L’actual es completa amb textos de “Yo, Francisco” de Carlo Carretto i altres escrits i reflexions franciscanes.