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20 marzo 2008

Domingo 23 de marzo

DOMINGO de pascua de RESURRECCIÓN
23 de marzo de 2008 (ciclo A, año par)



Primera lectura
Hemos comido y bebido con él después de su resurrección

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

- «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio e que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Palabra de Dios

Salmo responsorial
Sal 117, 1-2. l6ab-17. 22-23

R/. Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R/.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir,
viviré para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.

Segunda lectura
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos:

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Palabra de Dios

Aleluya
1 Co 5, 7b-8a

Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor.

EVANGELIO
Él había de resucitar de entre los muertos

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

- "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto."

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor



COMENTARIO

¡Resucitó! ¡Aleluya!

Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! Este es el gran mensaje de la Pascua. El dolor, el sufrimiento, la muerte de Cristo, no han sido inútiles, no han sido estériles: Cristo ha vencido, ha triunfado sobre el pecado, sobre el mal y sobre la muerte. Todo ello nos llena de alegría y de esperanza. Porque ahora sabemos que también nosotros venceremos con Cristo al pecado y a la muerte; también nosotros encontraremos, desde Cristo, el sentido al dolor y al sufrimiento.

Jesús no es un personaje del pasado. Él vive y, como ser viviente, camina delante de nosotros; nos llama a seguirlo a Él, el viviente, y a encontrar así también nosotros el camino de la vida. En Pascua nos alegramos porque Cristo no ha quedado en el sepulcro, su cuerpo no ha conocido la corrupción; pertenece al mundo de los vivos, no al de los muertos (Benedicto XVI, Homilía en la Vigilia Pascual 2006).

Con la resurrección de Cristo empieza a tener sentido la historia humana, empieza a tener sentido nuestra propia vida: somos ciudadanos del cielo, estamos llamados a vivir una vida nueva, una vida que no se acaba: la vida eterna. Esa gran luz, la de la eternidad, ilumina todas las realidades negativas de este mundo: el dolor, el sufrimiento, incluso la muerte.

El acontecimiento de la Resurrección llega a tu vida mediante la fe y el bautismo. Por eso el Bautismo es parte de la Vigilia pascual. El Bautismo significa precisamente que no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que llega hasta mí, tomándome para atraerme. El Bautismo es algo muy diverso de un acto de socialización eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma: es realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida (Benedicto XVI, Homilía en la Vigilia Pascual 2006).

Por ello la Palabra de Dios nos invita hoy a vivir de otra manera. El que cree en Cristo resucitado, el que cree en la vida eterna, vive con otro estilo de vida: el estilo de Jesús.

¿Cómo es este estilo de vida?

La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos da la clave: Jesús vivió una vida de fidelidad a la voluntad del Padre, y pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. Ese ha de ser nuestro estilo de vida: fidelidad a Dios, cumpliendo los mandamientos y sus enseñanzas; pasar por el mundo haciendo el bien, preocupándonos por vivir el mandamiento nuevo del amor.

Y todo ello, en medio de una sociedad, como la nuestra, que rechaza a Cristo y vive unos valores contrarios a los del Evangelio. Por ello, como a las mujeres que acudieron al sepulcro de Jesús, el ángel hoy nos repite: ¿Por qué‚ buscáis entre los muertos al que vive? Sí, porque hoy mucha gente –incluso algunos que se creen cristianos– centra su vida en lo que no da ni la vida ni la felicidad, sino en lo que conduce a la destrucción, al vacío, al sin sentido: mucha gente centra su vida en el dinero, el sexo, la droga, el poder, la fama, la vanidad, el éxito, la imagen... ¡Ese camino conduce a la muerte!

¡El cristiano no puede seguir ese camino! ¡Hay que seguir el camino de Cristo! San Pablo nos dice hoy "Buscad los bienes de arriba" El principal negocio que tenemos todos es ese: llegar a la vida eterna. Para ello hemos de seguir ese camino de fidelidad y de caridad, viviendo la vida nueva de Cristo, a pesar de que el camino se nos haga duro, y a pesar de que tengamos tropiezos y caídas. Cristo ha vencido al mundo, y nosotros, unidos a Cristo también lo venceremos.

¿Qué camino estás siguiendo en tu vida? Piénsalo y, únete más a Cristo para poder triunfar con él y llegar, así, a la vida eterna.

Compromiso semanal

Intenta dar testimonio de Jesucristo viviendo la alegría de la fe.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Hechos 10, 34. 37-43. Dios lo resucitó al tercer día, y nosotros somos testigos.

Las palabras de Pedro a los presentes son un resumen de la historia evangélica. Van dirigidas a personas que conocen lo sucedido y están dispuestas a aceptar el significado de los acontecimientos que Pedro recuerda. Dios unge con la fuerza de su Espíritu a Jesús de Nazaret. Él es, en sus palabras y acciones, la manifestación definitiva de la bondad y misericordia del Padre para con todos los hombres. Pedro y los demás apóstoles se limitan a proclamar que Dios lo ha resucitado y establecido como juez universal. Los que creen en Él recibirán el perdón de los pecados.

Salmo 117. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

La Iglesia repite incansablemente el día de Pascua de Resurrección la aclamación: "Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. La Resurrección de Jesucristo es el milagro patente, el día en que con más verdad podemos escuchar cantos de victoria. El día en que el Señor nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. El día en que Cristo, vencedor, se pone al frente de todos los hombres, para dar gracias al Padre y hacernos participar de su alegría y gozo para siempre.

2ª lectura: Colosenses 3, 1-4. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.

Pablo exige al cristiano que viva una vida nueva en virtud de la incorporación que tiene con Cristo resucitado, desde su bautismo. El bautismo hace al cristiano participar de la vida gloriosa, resucitada del Señor; le adentra en una vida nueva de realidades divinas. La vida nueva del cristiano es una vida escondida, sumergida, con Cristo en Dios: todo cuanto le rodea y penetra es Dios manifestado en Cristo. Esta vida está oculta durante el tiempo en que el cristiano vive en el mundo; pero se manifestará plenamente en la venida del Señor.

Evangelio: Juan 20, 1-9. Él había de resucitar de entre los muertos.

Para los discípulos todo era, en aquella víspera de la resurrección, como un rompecabezas que no encajaba porque faltaba una pieza, les faltaba la clave para comprenderlo todo. Esa clave era la Resurrección. Ahora ya cobra sentido todo lo que han visto, y creen. El sepulcro está vacío. El signo de un sepulcro vacío y de unas vendas en el suelo es testigo de un cuerpo ausente. Jesús pertenece al mundo de los vivientes. Pronto llegará el momento de la recién nacida Iglesia en que serán declarados "dichosos los que crean sin haber visto".



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 24 Hch 2, 14.22-33. Dios resucitó a este Jesús, y nosotros somos testigos.
Sal 15, 1-2.5.7.11. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Mt 28, 8-15. Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
Vive y transmite la alegría cristiana
Martes 25 Hch 2, 36-41. Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo.
Sal 32, 4-5.18-20.22. La misericordia del Señor llena la tierra.
Jn 20, 11-18. He visto al Señor.
Da testimonio de Jesucristo
Miércoles 26 Hch 3, 1-10.: En nombre de Jesucristo, echa a andar.
Sal 104, 1-4. 6-9. Que se alegren los que buscan al Señor.
Lc 24, 13-35. Lo reconocieron al partir el pan.
Haz oración ante la Eucaristía
Jueves 27 Hch 3, 11-26. Dios lo resucitó de entre los muertos.
Sal 8, 2.5-9. Señor, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Lc 24, 35-48. Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.
Reza por los que no creen en Cristo
Viernes 28 Hch 4, 1-12. Ningún otro puede salvar.
Sal 117, 1-2.4. 22-27. Jesús es la piedra angular.
Jn 21, 1-14. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da.
Medita el Evangelio de hoy
Sábado 29 Hch 4, 13-21. No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.
Sal 117, 1. 14-21. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.
Mc 16, 9-15. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Reza por los misioneros
Domingo 30
II Domingo de Pascua, de la divina misericordia
Hch 2, 42-47. Los creyentes lo tenían todo en común.
Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24. Dad gracias al Señor porque es bueno.
1P 1, 3-9. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva.
Jn 20, 19-31. A los ocho días, llegó Jesús.
Reza por tu familia y por tu parroquia


10 marzo 2008

Domingo 16 de marzo

DOMINGO de ramos EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
16 de marzo de 2008 (ciclo A, año par)



Primera lectura
No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído.

Y yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios

Salmo responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.

Segunda lectura
Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios

Aclamación antes del Evangelio
Flp 2, 8-9

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 14-27, 66

C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. - «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. - «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó
+ - «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ - «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. - «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ - «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido. »
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. - «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ - «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ - «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio, diciendo:
+ - «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ - «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. - «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ - "Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces."
C. Pedro le replicó:
S. - «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ - «Sentaos aquí, mientras voy a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces dijo:
+ - «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ - «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
+ - «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. »
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ - «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ -«Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. - «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. - «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ - «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
+ - «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ - «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
C. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. - «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. - «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. - «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ -«Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. - «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. - «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. - «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. - «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. - «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. -«Éste andaba con Jesús el Nazareno. »
C. Otra vez negó él con juramento:
S. - «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. - «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. - «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
C. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
C. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. - «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. - «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. - «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata,
el precio de uno que fue tasado,
según la tasa de los hijos de Israel,
y pagaron con ellas el Campo del Alfarero,
como me lo había ordenado el Señor.»
C. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ -«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. - «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. - «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. - «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. - «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. - «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. - «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. - «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. - «¡Que lo crucifiquen! »
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. - «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. -«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
C. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. - «¡ Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
C. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. - «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. - «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
C. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ - «Elí, Elí, lamá sabaktaní. »
C. (Es decir:
+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. - «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; enseguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los demás decían:
S. - «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. - «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
C. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro.
C. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. - «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. - «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

Palabra del Señor



COMENTARIO

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

Bendito el que viene en nombre del Señor

Vamos a celebrar en estos días santos el misterio pascual de nuestro Señor Jesucristo. Se van a cumplir los deseos ardientes de Jesús. Los de comer la Pascua con sus discípulos, los de beber el cáliz preparado... Nos disponemos a celebrar provechosamente este misterio, no sólo desde fuera, como el que ve un espectáculo, sino desde dentro, compenetrándonos con los sentimientos de Cristo, muriendo su misma muerte, para poder resucitar con él "y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos".

Vamos a recordar la historia más dolorosa y más hermosa. Pero recordar es poco. Es mejor acercarse, compenetrarse, revivir. Revivir sus sentimientos, sus pensamientos y sus actitudes. Revivir los padecimientos de Cristo, sufriendo en mi carne lo que falta a la Pasión. Revivir su paciencia, su obediencia, su generosidad, su perdón, todo su amor.

El Domingo de Ramos inaugura la Semana Santa. En este día la Iglesia celebra la entrada de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual. Jesús es presentado en los evangelios como el Rey-Mesías que entra y toma posesión de su ciudad.

En la procesión del domingo de Ramos nos unimos a la multitud de los discípulos que, con gran alegría, acompañan al Señor en su entrada en Jerusalén. Como ellos, alabamos al Señor aclamándolo por todos los prodigios que hemos visto. La procesión es, ante todo, un testimonio gozoso que damos de Jesucristo, en el que se nos ha hecho visible el rostro de Dios y gracias al cual el corazón de Dios se nos ha abierto a todos (Benedicto XVI, Homilía en el Domingo de Ramos 2007).

Jesús ha muerto por nosotros. Su muerte es un acto de servicio, de amor, de entrega. Jesús ha cargado con el pecado de todos, se ha sentido solidario de la suerte de toda la humanidad.

La PASIÓN es expresión de la voluntad del Padre. La muerte de Cristo se interpreta como un acto supremo de obediencia al Padre. La muerte de Cristo adquiere un valor salvador, y culmina con su Resurrección.

En la primera lectura contemplamos la figura del SIERVO DE YAHVE, siervo que tiene el dolor de toda creatura, pero también la confianza que ilumina el sufrimiento. El mensaje que anuncia es Él mismo. Quiere ser palabra de aliento para todos los abatidos. Dios está en el sufrimiento con el siervo, y siervos de Dios son todos los que sufren y escuchan el sentido de su sufrimiento. En ellos se redime el dolor.

La segunda lectura nos hace penetrar con profundidad en el misterio de la redención. Nos presenta al Cristo humilde y pobre, al Cristo que pudo salvar a la humanidad desde la plataforma de la gloria, pero prefirió compartir la tragedia humana para salvar a los hombres desde dentro de la historia.

La solemne lectura de la Pasión es lo más característico de la liturgia de hoy. La Pasión de Cristo es la máxima expresión de su amor a nosotros y de su obediencia al Padre. Por eso, la muerte de Cristo tiene un valor salvador que culmina en la Resurrección.

Compromiso semanal

Vive al máximo estos días intensos que hoy comenzamos. Aprovecha al máximo todas las celebraciones y todos los momentos de oración para tu crecimiento en la fe. Procura encontrarte de verdad con Cristo, muerto y resucitado por ti, que, desde la Cruz, te invita a seguirle y, como él, a morir cada día para llegar a la gloria.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Isaías 50, 4-7. No oculté el rostro a salivazos y sé que no quedaré avergonzado.

Esta lectura es el tercer cántico del Siervo del Señor. Yahvé capacita al siervo para cumplir su misión como consolador de los abatidos. El está siempre a la escucha de lo que Dios habla, dispuesto siempre a cumplir su voluntad, aunque esto le acarree dolores y ultrajes. Expresa su confianza amorosa en Yahvé, que le ayuda a soportar esos dolores. Al final, esa confianza salva al Siervo y le da la victoria sobre sus enemigos, aunque sea a través de la muerte.

Salmo 21. Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Este salmo brota de la experiencia de un profundo sufrimiento iluminado por la revelación. Jesús crucificado oró con las palabras del salmo, después que los soldados se repartieron sus vestidos y las autoridades judías se burlaron de él. Lo cumplió al pie de la letra. Experimentó el abandono de Dios. Pero Dios lo escuchó y lo resucitó. Al orar con este salmo tenemos presente el relato del Siervo doliente de Yahvé (primera lectura) y la Pasión de Jesús (evangelio). Nos unimos, también, a todos los hombres que sufren, y pedimos que nos llegue pronto a todos la alegría definitiva.

2ª lectura: Filipenses 2, 6-11. Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo.

San Pablo nos introduce en lo profundo del misterio de Dios y de su salvación. Dios ha tomado posesión efectiva de su obra y se la ha reconciliado consigo en Jesucristo, el "pobre", el anonadado. Cristo, "despojado de su rango divino", "se vació de sí mismo", "se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz. Jesucristo crucificado es la revelación del corazón mismo de Dios a los hombres. Es un profundo misterio que nos desconcierta. La Iglesia tiene la misión de hacer presente en el mundo la obra de redención de Jesús, el Siervo por excelencia. Para cumplirla, está llamada a comportarse como Jesús, el Siervo. Luchará constantemente por despojarse de toda autosuficiencia y desprenderse de todo poder y prestigio humanos. Buscará únicamente el apoyo y la protección de Dios. Le va en ello la propagación del Evangelio. Cristo es Señor a través de la humillación de la cruz. Puedes leer 2 Corintios 8, 9.

Evangelio: Mateo 26, 14-27, 66. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

En el relato de la Pasión del Señor, san Mateo nos presenta a Jesús inmolado como cordero pascual, realizando así la liberación de los hombres, la nueva alianza que sustituye a la de Moisés en el Sinaí, conmemorada en la Pascua judía. La sangre de Cristo -su sacrificio- sella esta nueva alianza. Y de este sacrificio han de comer todos los que participan de la Alianza. Puedes leer Éxodo 12, 14-20 y 1 Pedro 3, 18-22.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes Santo, 17 Is 42, 1-7. No gritará, no voceará por las calles.
Sal 26, 1-3. 13-14. El Señor es mi luz y mi salvación.
Jn 12, 1-11. Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Haz una obra de caridad
Martes Santo, 18 Is 49, 1-6. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Sal 70, 1-6. 15.17. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Jn 13, 21-33. 36-38. Uno de vosotros me va a entregar…
Reza, pidiéndole al Señor la luz
Miércoles Santo, 19 Is 50, 4-9. No me tapé el rostro ante ultrajes.
Sal 68, 8-34. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
Mt 26, 14-25. El Hijo del hombre se va; pero, ¡ay del que lo entrega!
Revisa tu vida a la luz del Evangelio de hoy
Jueves Santo, 20 Ex 12, 1-8. 11-14. Prescripciones sobre la cena pascual.
Sal 115, 12-18. El cáliz que bendecimos es la comunión en la sangre de Cristo.
1 Co 11, 23-26. Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz proclamáis la muerte del Señor.
Jn 13, 1-15. Los amó hasta el extremo.
Participa en la Eucaristía de hoy
Viernes Santo de la Pasión del Señor, 21 Is 52, 13-53, 12. El fue traspasado por nuestras rebeliones.
Sal 30, 2.6.12-17.25. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Hb 4, 14-16; 5, 7-9. Aprendió a obedecer y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación.
Jn 18, 1-19, 42. Mi reino no es de este mundo.
Participa en los Oficios de hoy
Vigilia Pascual, 22 Gn 1, 1-2.2. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Sal 103, 1-35. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gn 22, 1-18. El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Sal 15, 5.8-11. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Is 54, 5-14. Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.
Sal 29, 2.4-6.11-13. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Is 55, 1-11. Venid a mí y viviréis, sellaré con vosotros alianza perpetua.
Sal Is 12, 2-6. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Ba 3, 9-15. 32-4, 4. Caminad a la claridad del resplandor del Señor.
Sal 18, 8-11. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Ex 36, 16-28. Os daré un corazón nuevo.
Sal 41, 3.5; 42, 3.4. Mi alma te busca a ti, Dios mío.
Rm 6, 3-11. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
Sal 117, 1-2.16-17.22-23. Aleluya, aleluya, aleluya.
Mt 28, 1-10. Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.
Participa en la Vigilia Pascual
Domingo
de Pascua de Resurrección 23
Hch 10, 34a. 37-43. Hemos comido y bebido con él después de la resurrección.
Sal 117, 1-23. Este es el día en que actuó el Señor.
Col 3,1-4. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Jn 20, 1-9. El había de resucitar de entre los muertos.
Haz oración por tu familia y por tu parroquia


05 marzo 2008

Domingo 9 de marzo

DOMINGO V DE cuaresma
9 de marzo de 2008 (ciclo A, año par)



Primera lectura
Os infundiré mi espíritu, y viviréis

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14

Así dice el Señor:
- «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel.
Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor.
Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.»
Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo responsorial
Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito,
Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quien podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R/.

Segunda lectura
El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 8-11

Hermanos:

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Palabra de Dios

Aclamación antes del Evangelio
Jn 11, 25a. 26

Yo soy la resurrección y la vida -dice el Señor-;
el que cree en mí no morirá para siempre.

EVANGELIO
Yo soy la resurrección y la vida

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.

Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: - «Señor, tu amigo está enfermo.»

Jesús, al oírlo, dijo: - «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: - «Vamos otra vez a Judea.»

Los discípulos le replican: - «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí? »

Jesús contestó: - «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.»

Dicho esto, añadió: - «Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.»

Entonces le dijeron sus discípulos: - «Señor, si duerme, se salvará.»

Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.

Entonces Jesús les replicó claramente: - «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.»

Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: - «Vamos también nosotros y muramos con él.»

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: - «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. »

Jesús le dijo: - «Tu hermano resucitará.»

Marta respondió: - «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»

Jesús le dice: - «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»

Ella le contestó: - «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: - «El Maestro está ahí y te llama.»

Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: - «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.»

Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó: - «¿Dónde lo habéis enterrado?»

Le contestaron: - «Señor, ven a verlo.»

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: - «¡Cómo lo quería!»

Pero algunos dijeron: - «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús: - «Quitad la losa.»

Marta, la hermana del muerto, le dice: - «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»

Jesús le dice: - «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: -«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»

Y dicho esto, gritó con voz potente: -« Lázaro, ven afuera.»

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: - «Desatadlo y dejadlo andar.»

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor



COMENTARIO

Cristo es la vida

En estos tres últimos Domingos de Cuaresma hemos escuchado los tres evangelios de las catequesis bautismales de la iglesia antigua. Son la respuesta a tres grandes interrogantes del hombre: la insatisfacción, la oscuridad y la muerte. Frente a estos tres grandes interrogantes que preocupan al hombre de todos los tiempos, la Palabra de Dios viene a darnos la respuesta: Jesucristo es la fuente de agua viva capaz de calmar nuestra sed, Jesucristo es la luz del mundo, y Jesucristo es la resurrección y la vida.

Este es el gran mensaje de la Palabra de Dios que proclamamos hoy: Jesucristo es la resurrección y la vida. La realidad de la muerte ha sido siempre un problema que ha preocupado al hombre. El hombre ha vivido siempre la realidad de la muerte con angustia, porque el hombre es el único ser que sabe que tiene que morir y porque en su interior tiene un deseo profundo de inmortalidad, un deseo profundo de perpetuar su vida. Este deseo parece oscurecerse y contradecirse por la realidad cierta de la muerte.

Sin embargo, en medio de tanta oscuridad y angustia, brilla la luz de la Palabra de Dios. El mensaje de hoy es claro: Jesucristo es la resurrección y la vida. Con la resurrección de Lázaro Jesucristo nos anuncia que Dios es Dios de vivos y que quiere la vida del hombre. Vida que no es sólo para ochenta o cien años. Dios nos ama tanto que no podía crearnos para tan poco tiempo: la vida a la que Dios nos llama no tiene fin, es la vida eterna.

Por ello, la Palabra de Dios que proclamamos hoy nos llena de alegría y esperanza porque anuncia el cumplimiento de uno de los deseos más profundos del hombre: el deseo de vivir para siempre.

Y, además, la Palabra de Dios nos anima a luchar por conseguir esa vida eterna. San Pablo nos recuerda que debemos vivir según el espíritu, no según la carne. La vida según la carne es la de aquellos que viven guiados por sus instintos, por sus apetencias, y se apartan de la Palabra de Dios. La vida según el espíritu es la de aquellos que tratan de vivir según la voluntad de Dios, la vida de aquellos que se esfuerzan por ser fieles a Dios.

Debemos vivir a la luz de la enseñanza de Jesucristo y de la Iglesia para alcanzar esa vida que Dios nos promete. ¿Cómo está tu vida? ¿Vives según los deseos de la carne o según los deseos del espíritu? ¿Luchas por alcanzar la vida eterna?

¿Te das cuenta de lo que te anuncia Jesucristo? ¡Vale la pena luchar! ¡Vale la pena seguirle! El es el camino, la meta es la vida en la gloria junto a Dios para siempre. ¡Animo! ¡Lucha! ¡De nada sirve ganar el mundo entero si pierdes la vida eterna!

Compromiso semanal

Haz el examen de conciencia y procura reconciliarte con Dios y con tus hermanos por medio del Sacramento de la Penitencia.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Ezequiel 37, 12-14. Os infundiré mi espíritu y viviréis.

La visión de los huesos resucitados es una vibrante profecía plástica de la restauración de Israel. El pecado del pueblo y del individuo es la muerte anticipada, como huida de Dios, fuente de vida. El destierro que está sufriendo Israel es la muerte más trágica, el desaliento, el fin. Pero el Dios omnipotente va a crear de nuevo la vida infundiendo su espíritu. La restauración será así un resurgir glorioso, un triunfo sobre la muerte: es la vuelta del destierro. Pero esta visión trasciende hacia la re-creación mesiánica. Los elementos de la visión preparan también la doctrina de la resurrección de la carne.

Salmo 129. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Como Ezequiel en Babilonia anunció la resurrección de Israel, así la Iglesia cristiana desde el abismo de su miseria clama al Señor, de quien viene la salvación. La bondad con que Dios perdonó a su pueblo en el destierro, da una gran confianza a todos los que sufren. El salmo es un grito de arrepentimiento y de esperanza.

2ª lectura: Romanos 8, 8-11. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Los que viven en la carne son los que regulan su existencia según sus apetencias naturales, según sus instintos. Una vida semejante está abocada a la muerte. El que ha recibido la justificación posee un principio interno de vida que es el Espíritu. Por causa del pecado el cuerpo está abocado a la muerte física y es instrumento de muerte espiritual; pero el Espíritu es vida, fuerza de resurrección. La resurrección de los cristianos está en estrecha dependencia de la de Cristo. Y el Padre les resucitará a su vez por el mismo poder y el mismo don del Espíritu. Esta transformación se prepara desde ahora en una vida nueva que hace de ellos hijos a imagen del Hijo. Esta incorporación a Cristo se realiza por la fe y el bautismo. Puedes leer 1 Juan 2, 15-17.

Evangelio: Juan 11, 1-45. Yo soy la resurrección y la vida.

La resurrección de Lázaro es otra gran "señal" del Evangelio de san Juan. De los varios símbolos que usa Juan para expresar los bienes que Cristo comunica a los que creen en él, aquí surge el de la "Vida", plasmado en la resurrección. Jesucristo es la resurrección y la vida: el que cree en Él no morirá para siempre. La vida y la muerte tienen un nuevo sentido cuando se cree en Cristo y en el poder que ha recibido de comunicar una vida sin término a quienes tienen fe en Él. El milagro es el signo anticipado de lo que Jesús hará cuando sea glorificado.
Una vez más, el milagro divide a los hombres. Los enemigos reciben muy mal la noticia. El milagro desencadena la terrible decisión de matarle. Jesús será condenado a muerte por dar la vida. Los que no quieren creer, ni con milagros se convencen. Puedes leer Isaías 49, 8-15.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 10 Dn 13, 1-9. 15-17.19-30.33-62. Dios salva a los que esperan en él.
Sal 22, 1-6. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días..
Jn 8, 1-11. Anda, y en adelante no peques más.
Revisa si estás juzgando o condenando a alguien
Martes 11 Nm 21, 4-9 Haz una serpiente y colócala en un estandarte; los mordidos de la serpiente quedarán sanos al mirarla.
Sal 101, 2-3.16-21 Señor: escucha mi oración.
Jn 8, 21-30 Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que Yo soy.
Haz una obra de caridad
Miércoles 12 Dn 3, 14-20. 91-92.95. Dios premia su fidelidad librándoles de las llamas.
Sal Dn 3, 52-56. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Jn 8, 31-42. La verdad os hará libres.
Reza por los que rechazan a Cristo
Jueves 13 Gn 17, 3-9 Cumpliré mi pacto contigo.
Sal 104, 4-9 El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
Jn 8, 51-59 Quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.
Reza por los cristianos perseguidos
Viernes 14 Jr 20, 10-13. El Señor está conmigo, como fuerte soldado.
Sal 17, 2-7. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.
Jn 10, 31-42. Quieren apedrear a Jesús, porque dice que es Dios.
Visita a algún enfermo
Sábado 15
San José, esposo de la Virgen María
2S 7, 4-5. 12-14.16. El Señor Dios le dará el trono de David su padre.
Sal 88, 2-5.27.29. Su linaje será perpetuo.
Rm 4, 13.16-18.22. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza.
Mt 1,16.18-21. 24. José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Reza por la Iglesia universal
Domingo 16:
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
Mt 21, 1-11. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Is 50, 4-7. No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Sal 21, 8-9. 17-20. 23-24. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Flp 2, 6-11. Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Mt 26, 14-27-66. ¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua? Crucificaron con él a dos bandidos.
Haz oración por tu familia y por tus amigos