Páginas

30 diciembre 2011

«SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS»

«SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS,
RUEGA POR NOSOTROS»
CITAS BÍBLICAS: Nm 6, 22-27 * Ga 4, 4-7 * Lc 2, 16-21

La Iglesia da comienzo al nuevo año civil mostrándonos la figura de María en su título más excelso: MADRE DE DIOS. Muchos son los títulos y las advocaciones con que nos referimos a la que siendo la Pequeña de Nazaret, fue enaltecida por el Padre por encima de todas las criaturas, al ser elegida como Madre de la Palabra Encarnada.

El fruto bendito del seno de María, es una única persona, es Dios. No podemos considerar por una parte la naturaleza humana y por otra la naturaleza divina. Las dos naturalezas de Cristo, divina y humana, forman un todo indivisible, el Hombre-Dios Jesús de Nazaret. Por eso, aquella que proporcionó a la segunda persona de la Trinidad la carne mortal con la que se revistió, no es solo madre de su naturaleza humana, sino que lo es con toda razón madre del Dios Encarnado, Cristo-Jesús.

En los primeros siglos de la Iglesia hubo dos corrientes distintas al considerar la figura de María. Nestorio, Patriarca de Constantinopla, la considerabaChristótokos, o sea madre de Cristo, mientras que San Cirilo de Alejandría, por el contrario, afirmaba que no solo era madre de Cristo sino que lo era a la vez del Hombre-Dios, Cristo-Jesús. El Concilio de Éfeso en el año 431 resolvió esta disputa afirmando que Jesús desde su concepción tenía las dos naturalezas, la divina y la humana, de tal forma que cuando Él nació, María «La Virgen» fue«Theotókos», Madre de Dios, con la puntualización de que llamar a María «Madre de Dios» no intentaba sugerir que María fuera coeterna con Dios, o que existiera antes que Jesucristo o Dios Padre. La Iglesia acepta esto como un misterio en la letra de este antiguo himno: «A quien todo el universo no podía contener, fue contenido en tu matriz, ¡oh Theótokos!».

Aunque no son los conocimientos históricos y teológicos los que salvan, sino el encuentro personal con el Señor Resucitado, es bueno no ignorar todo esto, aunque solo sea para que conozcamos hasta dónde fue enaltecida por el Padre la Virgen María y con ella nuestra naturaleza humana de la que ella también participaba. Sin embargo, hay algo que verdaderamente tiene que ver con cada uno de nosotros. Sabemos que, al pie de la Cruz, cuando el Señor Jesús estaba a punto de culminar la obra redentora entregando su vida por ti y por mí, no teniendo ya otra cosa mejor que entregarnos, nos dio a María, lo que más quería en este mundo, para que la tuviésemos por madre. Dándonos a María por madre, el Señor nos elevaba a la categoría de ser sus hermanos y por lo tanto, a la dignidad de ser hijos de Dios.

¿Somos conscientes de lo que todo esto significa, que tú y yo, pecadores empedernidos, incapaces de alcanzar la salvación con nuestro esfuerzo, en un instante nos veamos elevados a la categoría de hijos de Dios y que se nos dé por madre a la Llena de Gracia, a la mismísima Madre de Dios? Ella posee la gracia en plenitud; ella es el canal de doble dirección, a través del cual se nos concede todo y el único a través del cual podemos llegar hasta el Señor Jesús.

Ella que es madre, que tiene ese sexto sentido que solo las madres poseen, está pendiente de cada uno de nosotros dispuesta a ayudarnos en nuestra necesidades, en nuestras luchas, en nuestras enfermedades y sufrimientos, y en nuestras horas bajas. Ella sabe que su principal misión es llevarnos hasta su Hijo, porque únicamente en Él, encontraremos el sentido de nuestra vida y nuestra salvación. Ella, como en Caná, nos dice cada día: «Haced lo que Él os diga».

No hay comentarios: