martes, 29 de octubre de 2013
Ayer noche, en el auditorio del Ayuntamiento de Logroño, La Rioja, dio una conferencia el Cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Madariaga. Un autobús de mi pueblo, Alfaro, fue a oírle; yo, entre ellos. El aforo de butacas – unas 800 – se llenó al completo.
Como anecdotario, ayer justamente el Cardenal, que tiene 70 años, cumplía 35 de obispo. Esto quiere decir que el 28 de octubre de 1978, a los ocho días de ser elegido Papa, Juan Pablo II, firmó el nombramiento de obispo del joven salesiano de Tegucigalpa Andrés Rodríguez Madariaga. La bula de nombramiento había estado sobre la mesa de Pablo VI pocos días antes de morir, y luego sobre el escritorio del breve Juan Pablo I, Siervo de Dios.
Madariaga es Presidente de Cáritas Internacional, Caritas Internationalis, institución católica que integra a 174 países, que el Cardenal llamaba la “Federación del Amor”; y entre nosotros se cumplían 50 años de Cáritas, motivo por el que había sido llamado.
Recordemos lo que en cierta ocasión decía Benedicto XVI hablando a Cáritas, para saber cómo nació:
“Tras los horrores y devastaciones de la Segunda Guerra Mundial, el Venerable Pío XII quiso mostrar la solidaridad y la preocupación de toda la Iglesia ante tantas situaciones de conflicto y emergencia en el mundo. Y lo hizo dando vida a un organismo que, promoviese en el ámbito de la Iglesia universal, una mayor comunicación, coordinación y colaboración entre las numerosas organizaciones caritativas de la Iglesia en los diversos continentes (cf. Quirógrafo Durante la Última Cena, 16 septiembre 2004, 1). Más tarde, el Beato Juan Pablo II fortaleció ulteriormente los vínculos existentes entre las diferentes agencias nacionales de Caritas, y entre ellas y la Santa Sede, otorgando a Caritas Internationalis la personalidad jurídica canónica pública (ibíd., 3). Como consecuencia de esto, Caritas Internationalis ha adquirido un papel particular en el corazón de la comunidad eclesial, y ha sido llamada a compartir, en colaboración con la jerarquía eclesiástica, la misión de la Iglesia de manifestar, a través de la caridad vivida, ese amor que es Dios mismo. De este modo, Caritas Internationalis, dentro de la finalidad propia que tiene asignada, lleva a cabo en nombre de la Iglesia una tarea específica en favor del bien común (cf. C.I.C., can. 116, § 1)”…
En mi primera encíclica, Deus caritas est, he querido reafirmar la centralidad del testimonio de la caridad para la Iglesia de nuestro tiempo. A través de dicho testimonio, hecho visible en la vida cotidiana de sus miembros, la Iglesia llega a millones de hombres y mujeres, haciendo posible que reconozcan y perciban el amor de Dios, que es siempre cercano a toda persona necesitada. Para nosotros, los cristianos, Dios mismo es la fuente de la caridad, y la caridad ha de entenderse no solamente como una filantropía genérica, sino como don de sí, incluso hasta el sacrificio de la propia vida en favor de los demás, imitando el ejemplo de Cristo. La Iglesia prolonga en el tiempo y en el espacio la misión salvadora de Cristo: quiere llegar a todo ser humano, movida por el deseo de que cada persona llegue a conocer que nada puede separarlo del amor de Cristo (cf. Rm 8,35)” (Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la asamblea general de Caritas Internationalis en el 60º de fundación, viernes 27 de mayo de 2011).
Cito este pasaje para que de entrada conozcamos exactamente qué es Cáritas, de qué se trata, hacia dónde apunta. Cáritas no es una organización católica para recaudar fondos; si eso fuera, sería una ONG benéfica y altruista, que ciertamente no es poco. Cáritas vive. En España el balance del año pasado superó en 26 millones al balance del año anterior, no obstante la crisis que a todos aprieta.
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El ilustre Cardenal (coordinador del Colegio de ocho cardenales asesores inmediatos del Papa) comenzó su charla citando por extenso al Papa Francisco en lo que les dijo a la asamblea de mayo.
¡Muchas gracias! por lo que están haciendo, por el trabajo. Estoy contento que estén reunidos y que tengan esperanza mirando adelante. Porque cuando miramos atrás siempre quedamos aprisionados por la dificultad de las tribulaciones, los problemas. Bueno, esas cosas que suceden en la vida y que nos hacen sufrir. Así que hay que mirar adelante como ustedes.
Institucionalmente la Caritas es parte esencial de la Iglesia. Una Iglesia sin la caridad no existe. Y la Caritas es la institución del amor de la Iglesia. La Iglesia se hace institución en la Caritas. Por eso la Caritas tiene esa doble dimensión: Una dimensión de acción; acción social entre comillas. Acción social en el sentido más amplio de la palabra. Y una dimensión mística, es decir, metida en el corazón de la Iglesia. La Caritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo. La caricia de la Madre Iglesia a sus hijos, la ternura, la cercanía.
La búsqueda de la verdad, el estudio de la verdad católica es otra dimensión importante de la Iglesia que hacen los teólogos. Después, se transforma en catequesis y llega. La Caritas es directa, es el amor de la Madre Iglesia que se acerca, acaricia, ama. En este sentido, me permito decirles que ustedes son los testigos primarios e institucionalizados del amor de la Iglesia. Y desearles que puedan seguir haciendo esto. Y porque siento esta responsabilidad de confirmarlos en este camino es por lo que quise recibirlos, que no se fueran de Roma sin un dialogo con el obispo de Roma. Es decir, para confírmalos en la fe.
Bueno, ahora me permito sugerir si alguien quiere hacer alguna pregunta. Tenemos un poquito de tiempo.
El Cardenal dijo cómo el Presidente Internacional de Cáritas presentó al Papa un canastillo de panes y peces, en memoria de la escena evangélica (San Juan, capítulo 6). Era un símbolo.
(Por arte del internet, si vamos a lo que entonces pasó, he aquí el comentario que entonces hizo el Papa, muy en consonancia con la exégesis de la multiplicación de los panes que desde años atrás leíamos en la Biblia Latinoamericana:
Respecto a los panes y los peces quisiera agregar un matiz: no se multiplicaron, no, no es verdad. Simplemente los panes no se acabaron. Como no se acabó la harina y el aceite de la viuda. No se acabaron. Cuando uno dice multiplicar puede confundirse y creer que hace magia, no. No, no, simplemente es tal la grandeza de Dios y del amor que puso en nuestros corazones, que si queremos, lo que tenemos no se acaba. Mucha confianza en esto).
El que trabaje en Cáritas – 70.000 voluntarios – tiene que leer hasta el final lo que dialogalmente fue diciendo el Papa tras estas palabras. Dijo, por ejemplo, hablando de la espiritualidad de Cáritas:
La Iglesia es madre; fundamentalmente madre y esta categoría de la ternura para mí es el eje al cual tiene que referirse la espiritualidad de Caritas. Recuperar para la Iglesia la ternura.)
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El Cardenal nos ha citado a Quevedo quien dijo que “el amor es fe, y no ciencia”. Citó a Eric Fromm: “el amor es un acto de fe, y quien es persona de poca fe, es persona de poco amor”. Citó a un amigo suyo, sin nombre, quien decía: “No hay cosa más perversa que dar un buen consejo, seguido de un mal ejemplo”.
Por todo ello, bien podemos pasar a la Evangelización, a la nueva Evangelización. ¿Qué es la nueva evangelización, cuya bandera alzó Juan Pablo II en un célebre discurso en Haití, marzo de 1983, nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión?
Con una voz vibrante, que al final arrancó una ovación de aplausos sonora y prolongada, fue diciendo y repitiendo lo que estalló en una frase final: “Solo se evangeliza amando”.
De ahí se perfilan todos los pormenores. Así, para evangelizar hay que escuchar, como María de Betania a los pies de Jesús. Para evangelizar hay que escuchar la Escritura. ¿Cuánto tiempo de la semana dedicamos a escuchar las palabras del Señor en las santas Escrituras? (¿La misa del domingo con veinte minutos de la liturgia de la Palabras…?
“El pastor, que es pastor, no tiene horario…, no tiene horas de oficinas…” Palabras que iba diciendo de corazón al calor de la charla (con un pequeño ordenador “ascer”, cuya pantalla le servía de papeles), y que podíamos entenderle perfectamente: lo que decía y lo que quería decir.
En mi corazón yo me iba acordando de una obra del teólogo místico Urs con Balthasar: Solo el amor es digno de fe.
Conclusión de todo: ¿Qué puedo hacer yo por la nueva Evangelización? Es el fruto de aquella conferencia-charla, vibrante, sincera, auténtica, que nos transmitía el hoy de la Iglesia, la vibración del Papa Francisco.
(Nota para los Anales. Antes de la conferencia el Papa le había hablado al cardenal Madariaga por teléfono al Seminario. Era la primera vez en la historia – comentaba el Obispo don Juan José Omella – que la voz de un Papa había entrado en el teléfono del Seminario).
Alfaro, 29 octubre 2013
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