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26 diciembre 2008

Domingo 28 de diciembre

Navidad



La sagrada familia
28 de diciembre de 2008 (ciclo b, año impar)



Primera lectura
El que teme al Señor honra a sus padres

Lectura del libro del Eclesiástico

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.

Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 127, 1-2. 3. 4-5 (R.: cf. 1)

R/. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/

Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/

Segunda lectura
La vida de familia vivida en el Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses

Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.

Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.

Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.

Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

Palabra de Dios.

Aleluya
Heb 1, 1-2

En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestro padres por los profetas.
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo.

EVANGELIO

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor.

+Lectura del santo evangelio según san Lucas

De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la Ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo.

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con el lo previsto por la ley, Simeón le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

- “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.”

José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:

- “Mira: Este niño está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten;
será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.”

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Palabra del Señor.



COMENTARIO

El niño iba creciendo
y se llenaba de sabiduría

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Fijamos hoy nuestra mirada en Jesús, María y José, y adoramos el misterio de un Dios que quiso nacer de una mujer, la Virgen santísima, y entrar en este mundo por el camino común a todos los hombres. Al hacerlo así, santificó la realidad de la familia, colmándola de la gracia divina y revelando plenamente su vocación y misión.

El bien de la persona y de la sociedad está íntimamente vinculado a la "buena salud" de la familia (cf. GS 47). Por eso, la Iglesia está comprometida en defender y promover "la dignidad natural y el eximio valor" del matrimonio y de la familia.

Al contemplar el misterio del Hijo de Dios que vino al mundo rodeado del afecto de María y de José, las familias cristianas están llamadas a experimentar la presencia amorosa del Señor en sus vidas. Asimismo, son alentadas a que, inspirándose en el amor de Cristo por los hombres, den testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y la familia. Esta, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural. Por eso, los padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana.

Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios. “Me dirijo de modo especial a los niños, para que quieran y recen por sus padres y hermanos; a los jóvenes, para que estimulados por el amor de sus padres, sigan con generosidad su propia vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa; a los ancianos y enfermos, para que encuentren la ayuda y comprensión necesarias. Y vosotros, queridos esposos, contad siempre con la gracia de Dios, para que vuestro amor sea cada vez más fecundo y fiel” (cf. Benedicto XVI, Angelus, 30-XII-2007).

Sabemos que el matrimonio y la familia se enfrentan ahora a verdaderas borrascas. Las palabras del evangelista sobre la barca en la tempestad en medio del lago se pueden aplicar a la familia: «Las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua» (Mc 4,37). Desde hace algunas décadas, las leyes han relativizado en diferentes países su naturaleza de célula primordial de la sociedad. A menudo, las leyes buscan acomodarse más a las costumbres y a las reivindicaciones de personas o de grupos particulares que a promover el bien común de la sociedad. La unión estable entre un hombre y una mujer, ordenada a construir una felicidad terrenal, con el nacimiento de los hijos dados por Dios, ya no es, en la mente de algunos, el modelo al que se refiere el compromiso conyugal. Sin embargo, la experiencia enseña que la familia es el pedestal sobre el que descansa toda la sociedad. Además, el cristiano sabe que la familia es también la célula viva de la Iglesia. Cuanto más impregnada esté la familia del espíritu y de los valores del Evangelio, tanto más la Iglesia misma se enriquecerá y responderá mejor a su vocación (cf. Benedicto XVI, Encuentro con la Conferencia Episcopal Francesa, Lourdes, 14-IX-2008).

La familia cristiana está llamada a ser, en todo el mundo, imagen viva del amor de Dios. La familia ha de ser una comunidad de vida y amor. La familia cristiana se construye sobre el Señor y se apoya en los valores auténticamente cristianos: es aquella en la que.

Los esposos, varón y mujer, viven verdaderamente unidos, se aman y se entregan con un amor de donación, con unos ideales y metas comunes, basados en el Evangelio, se esfuerzan por superarse cada día y dialogan constantemente para crecer y madurar en el amor. Y tratan de superar las tensiones y conflictos que se puedan producir, mediante el diálogo, el perdón, la misericordia y la corrección fraterna, excluyendo siempre el recurso a cualquier tipo de violencia, tanto física como psicológica.

-. Los esposos viven abiertos a la vida, y no rechazan el tener hijos, sino que los acogen con alegría como un don de Dios, como un regalo suyo.

-. Los esposos, como padres, se esfuerzan por educar verdaderamente a sus hijos, desde pequeños, les dedican tiempo, y tratan de transmitirles los valores humanos y cristianos, dándoles ellos mismos testimonio con el ejemplo de su vida.

-. Los hijos se respetan entre sí como hermanos, aceptan la autoridad legítima de sus padres -a pesar de sus fallos- y tienen una actitud de colaboración e interés por los problemas de la familia.

-. Los ancianos se encuentren verdaderamente acogidos y tratados con la dignidad que se merecen, aunque sus achaques y enfermedades sean, a veces, una “carga” que hay que llevar con cariño y generosidad.

-. Haya un verdadero ambiente cristiano en el que se dialogue, se rece, se transmitan, de palabra y de obra, los auténticos valores cristianos.

-. Se busque entre todos el bien común, el bien de toda la familia. Y se haga lo posible por parte de todos por estar juntos, por dialogar, por rezar...

La familia que el Señor te ha dado -a pesar de todos los pesares- es un gran regalo que Él te ha concedido. ¡Da gracias a Dios cada día por tu familia! ¡Reza por ella! ¡Cuídala! Y ten una actitud positiva no egoísta: no estés pensando lo que ellos tienen que darte: piensa qué es lo que puedes y tienes que hacer para que todo vaya mejor. En la medida que pienses menos en tí y trates de vivir para los demás todo será mucho más fácil y tú serás mucho más feliz.

Compromiso semanal

Reza por tu familia, y plantéate qué quiere el Señor que tú hagas para que tu familia sea más familia y más cristiana.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Eclesiástico 3, 3-7. 14-17a. El que teme al Señor, honra a sus padres.

El cuarto mandamiento de la Ley de Dios tiene aquí un buen comentario. Temer a Dios no es independiente de honrar a los padres. Honrar es respetar, ayudar, no avergonzarse, tener indulgencia. Quien así obra obtiene la bendición de sus padres y de Dios. Expía por los pecados, garantiza la vida dichosa, la salvación. De esta forma, da ocasión a que la fidelidad de Dios se manifieste. Por el contrario, quien desprecia a su padre, es considerado como un blasfemo.

Salmo 127, 1-5. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!

El salmo expresa el deseo de que Dios bendiga a quienes le temen. La bendición alcanza las realidades de la vida concreta: el fruto del trabajo, la familia numerosa… Los padres de la Iglesia han considerado a la Iglesia como una madre fecunda en hijos a quienes alimenta en la mesa de la Eucaristía.

2ª lectura: Colosenses 3, 12-21. La vida de familia vivida en el Señor.

La vida familiar del cristiano debe estar presidida por el amor (=dar la vida), como lazo de unión de todos; la paz de Cristo ha de ser el árbitro que dirima los conflictos ordinarios de la vida familiar, buscando que no se rompa la unidad en el Cuerpo de Cristo. La Palabra de Cristo debe ser aceptada como luz que ilumina los criterios y la manera de vivir. Además, san Pablo expone una moral familiar sencilla, pero que lleva a toda la familia a vivir “en el Señor”, es decir, a vivir cristianamente. Puedes leer Efesios 4, 1s.

Evangelio: Lucas 2, 22-40. El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.

La Presentación de Jesús en el templo es la culminación de una esperanza. El Ángel de Yahvé ha llegado. Los ojos vigilantes del anciano Simeón, iluminados por Dios, descubren a través de los signos de pobreza la gran realidad presente: la Salvación. Ella es “luz” para los paganos, revelación que da sentido a la vida. Para san Lucas, al entrar el Niño en el templo, aparece de nuevo la gloria de Yahvé habitando su casa. Jesús es la presencia nueva y definitiva de Dios en medio de su pueblo. Está presente como Salvador. La salvación que trae no se impone. Tampoco se hereda. Se acoge, libre y personalmente, o se rechaza. ¡Para cuántos, todavía hoy, sigue siendo Jesús un escándalo, una bandera discutida, un signo sobre el que los hombres lucharán entre sí! Es el misterio de Dios que aparece en Cristo y en sus condiciones de vida. Puedes leer Isaías 42, 1s.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 29
Santo Tomás Becket, obispo y mártir
1Jn 2,3-11. Quien ama a su hermano permanece en la luz.
Sal 95. Alégrese el cielo, goce la tierra.
Lc 2,22-35. Luz para alumbrar a las naciones.
Reza por los que no aceptan a Jesucristo
Martes 30 I Jn 2, 12-17 El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Sal 95, 7-10 Alégrese el cielo y goce la tierra.
Lc 2, 36-40 El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba.
Descubre qué es lo que te aparta de Dios.
Miércoles 31
San Silvestre
I Jn 2, 18-21 En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo.
Sal 95,1-2.11-13 Alégrese el cielo y goce la tierra
Jn 1, 1-18 La Palabra era la luz verdadera. Vino a su casa y los suyos no la recibieron.
Da testimonio cristiano con tu forma de divertirte.
Jueves 1
Santa María, Madre de Dios
Nm 6, 22-27 El Señor te bendiga y te proteja, y te conceda la paz.
Sal 66, 2-3.5-6.8 El Señor tenga piedad y nos bendiga.
Gál 4, 4-7 Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer.
Lc 2, 16-21 Encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre.
Intenta construir la paz a tu alrededor.
Viernes 2
San Basilio y San Gregorio Nacianceno
1Jn 2,22-28. Lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros.
Sal 97. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Jn 1,19-28. En medio de vosotros hay uno que no conocéis.
Haz una obra de misericordia
Sábado 3
Santísimo nombre de Jesús
1 Jn 2, 29-3,6 Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios.
Sal 97,1.3-6 Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Jn, 1, 29-34 Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Revisa tu testimonio cristiano en la familia
Domingo 4
2º de Navidad
Eclo 24, 1-4.12-1 El creador estableció mi morada.
Sal 147, 12-15.19-20 La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
Ef 1, 3-6.15-18 Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo.
Jn 1, 1-18 La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
Reza por tu familia y por la parroquia


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