DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
2 de agosto de 2009  (ciclo B, año par)
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Primera lectura
Yo haré llover pan del cielo
Lectura del libro del Éxodo (16, 2-4. 12-15)
|     En aquellos días, la comunidad de los israelitas   protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
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Salmo responsorial
Sal 77, 3 y 4bc. 23-24. 25 y 54 (R/: 24b)
|     R. El Señor les dio un trigo celeste. Lo que oímos y aprendimos,
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Segunda lectura
Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4, 17. 20-24)
|     Hermanos: 
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Aleluya
Mt 4, 4b
No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 
EVANGELIO
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed
+ Lectura del santo evangelio según san Juan (6, 24-35)
|     En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni   sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de   Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
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COMENTARIO
|     El que viene a mí no pasará hambre            La   Palabra de Dios que proclamamos hoy, nos presenta al pueblo de Israel   caminando por el desierto desde su huida de Egipto hasta la Tierra Prometida.   Y este peregrinar por el desierto se convierte en figura de lo que es la   vida cristiana: una peregrinación, un camino por el desierto del mundo hasta   la Vida Eterna.               En este camino, Dios quiere que renunciemos a la   gran tentación: la seguridad humana, el confiar en nosotros mismos, el   creer que somos fuertes. Dios quiere que nos sintamos pobres,   pequeños, necesitados, que descubramos, en definitiva, que sólo Él es el   Señor, que sólo Él puede salvarnos, y que, por consiguiente, la fe es   una aventura: la aventura de fiarnos absolutamente de Dios y creer que   el camino por el que Él nos lleva es siempre el mejor, aunque no sea el   más cómodo.                En el desierto, Israel padece hambre y recuerda su vida en Egipto.   Dios pone a prueba a su pueblo para que tenga conciencia de su condición   indigente y pobre, pero libre. Dios quiere que el pueblo se dé cuenta de   que su fuerza está en Él, de que Él es el salvador, de que solos no pueden   hacer nada, de que todo lo que tienen se lo deben a Él.               En el recto uso del maná, Israel debía dar prueba de obediencia al Señor y   confianza en su palabra, al no recoger más que lo necesario para cada   día. El maná es la respuesta divina a las reclamaciones y murmuraciones de un   pueblo hambriento; es signo generoso de la presencia de Dios que no abandona   a Israel. El maná es signo de la presencia eficaz de Dios: es la prueba   material y tangible de la providencia salvífica de Dios sobre su pueblo.               El maná es el pan del desierto. El maná que ofrece Jesús es el pan de vida   eterna. La multitud buscaba a Jesús para ser espectadores de nuevos y   portentosos signos. En realidad no buscan a Jesús, buscan sus dones. Se   buscan a sí mismos, su propia satisfacción. Prefieren el don al donante. Jesús   desenmascara esta actitud egoísta. Sólo admite a quienes vienen a buscarle a   él. A éstos él se da sin reservas.               En el Evangelio se nos vuelve a plantear el tema de la fe: la fe es la   aventura de seguir a Jesús. De seguirle incondicionalmente. La fe es una   historia de amor entre Dios y nosotros.               El hombre busca en lo humano su propia salvación. Todo le deja insatisfecho.   Nada le proporciona la salvación definitiva. Sólo el alimento que el Padre   envía, el mismo Jesucristo, puede saciar a los hombres. Por ello, la verdadera   fe en Jesucristo, el alimentarnos con su Palabra y recibirle en la   Eucaristía, proporciona la saciedad definitiva, de modo que el hombre ya   no tiene necesidad de salir en busca de otros alimentos.                El maná fue un alimento de corta duración. El verdadero pan de vida dura   para siempre. Quien come de este pan vivirá eternamente y no tendrá hambre ni   sed en su peregrinar.   Compromiso semanal ¿Cómo va   el verano? ¿Cómo cuidas tu vida espiritual? Ponte delante del Señor –que te   ama más que nadie– y revisa como va tu vida.   La Palabra del Señor, luz para cada   día 1ªlectura: Éxodo 16, 2-4. 12-15. Yo haré   llover pan del cielo.                       Israel, después de dejar Egipto, camina hambriento por el desierto y recuerda   las seguridades que tenía allí. Dios generosamente le ofrece un manjar   gratuito e inesperado, signo de otro manjar gratuito y salvífico. El maná   es signo de la providencia salvífica del Señor sobre su pueblo y presagia   el verdadero pan de Dios. El verdadero pan del cielo no es el   maná, que no libra de la muerte, sino Jesús mismo que se da en alimento. Salmo 77, 3. 4. 23-25.   54.  El Señor les dio un trigo celeste.               En la Eucaristía tenemos el verdadero pan del cielo, la prenda de lo que será   nuestra vida definitiva. 2ª lectura: Efesios 4, 17. 20-24.  Vestíos   de la nueva condición humana,
                       San Pablo exhorta a los fieles a vivir la nueva vida en Cristo. Para ello es   preciso despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo. Esta   renovación se efectuó en nuestro bautismo. Pero las inclinaciones a vivir   según los deseos de nuestra naturaleza corrompida afloran con frecuencia. Por   es necesaria una continua renovación de nuestro modo de pensar y obrar. Así   nuestra vida será participación y al propio tiempo reflejo de la justicia y   santidad de Dios, que nos ha sido comunicada por el Bautismo.             Puedes leer Romanos 1, 18-32. Evangelio: Juan 6, 24-35. El   que viene a mí no pasará hambre.               Los hombres van en busca de Jesús. Pero en realidad no le buscan a él, buscan   sus dones. Se buscan a sí mismos, su propia satisfacción. Prefieren el don al   donante. Jesús desenmascara esta actitud egoísta. Sólo admite a quienes   vienen a buscarle a él. A éstos él se da sin reservas. La adhesión a Jesús,   la fe en él, proporciona esa saciedad definitiva que busca el hombre. En   la Eucaristía el hombre recibe el alimento de vida eterna.               Puedes leer Isaías 55, 1-6.    |   
CALENDARIO LITÚRGICO
|     Lunes 3
  |        Nm 11,4b-15: Yo solo no puedo cargar   con este pueblo Sal 80: Aclamad   a Dios, nuestra fuerza.  Mt 14, 13-21  Pronunció   la bendición y dio los panes a los discípulos. Reza por   los que no participan en la Eucaristía.  |   
|     Martes 4
  |        Nm 12,1-13. Moisés no es   como los otros profetas; ¿cómo os habéis atrevido a hablar contra él? Sal 50. Misericordia,   Señor: hemos pecado.  Mt 14, 22-36  Mándame   ir hacia ti andando sobre el agua. ¿Cuáles   son tus temores? Pídele a Dios por ellos  |   
|     Miércoles   5
  |        Nm 13,1-2.25;   14,1.26-30.34-35. Despreciaron una tierra endiable. Sal 105. Acuérdate de mí,   Señor, por amor a tu pueblo  Mt 15, 21-28  Mujer,   qué grande es tu fe. Pídele   al Señor que te aumente la fe  |   
|     Jueves 6
  |        2P 1,16-19. Esta voz   traída del cielo la oímos nosotros. Sal 96. El Señor reina   altísimo sobre toda la tierra. Mt 17,1-9. Su rostro   resplandecía como el sol  Haz   una obra de misericordia  |   
|     Viernes   7
 y   compañeros, mártires  |        Dt 4,32-40. Amó a tus   padres y después eligió a su descendencia. Sal 76. Recuerdo las   proezas del Señor.  Mt 16, 24-28  ¿Qué   podrá dar un hombre para recobrar su vida? Medita   el evangelio de hoy  |   
|     Sábado 8
  |        Dt 6,4-13. Amarás al   Señor, tu Dios, con todo el corazón. Sal 17. Yo te amo, Señor;   tú eres mi fortaleza. Mt 17, 14-19  Si   tuvierais fe, nada os sería imposible. Pídele   al Señor que aumente y fortalezca tu fe  |   
|     Domingo   9
  |        1 Re 19, 4-8  Con la   fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches. Sal 33, 2-9  ¡Gustad y ved qué bueno es el   Señor! Ef 4,30-5,2  Vivid en el amor, como Cristo. Jn 6, 41-52  Yo soy el Pan que ha bajado del   cielo. Reza por   tu familia y por tu parroquia  |   
 
