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02 enero 2012

Kiko Argüello: desde Belén, sinfonía completa "El sufrimiento de los inocentes" para los cristianos de Tierra Santa.


El martes, 27 de diciembre de 2011, san Juan Evangelista, en el Palacio de Convenciones de Belén, unos 180 músicos y cantantes expresaron con la música y la oración, el grito de dolor de los santos inocentes y la Virgen María. Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal ofreció este concierto majestuoso a 2000 personas.


La sala, atestada: 2000 personas para 1750 asientos. Silencio. Todos escuchan las explicaciones de Kiko, iniciador del Camino Neocatecumenal y compositor de este concierto singular. La obra presenta a la Virgen María sujeta al escándalo del sufrimiento de los inocentes en su propia carne. En este 27 de septiembre, víspera de la solemnidad de los Santos Inocentes. Aquí, en Belén. En el mismo lugar donde ocurrió la masacre. Kiko hará de esta noche un concierto orante único con la introducción de la mediante la lectura de Ezequiel (22, 1.7-12.21, 14-22) y Lucas (2, 22-35), y porque, explicará, «en un tema como este, la música puede decir algo mucho más profundo que las palabras».

El concierto, dirigido por la mano maestra de Pau Jorquera (Barcelona), se divide en cuatro tiempos, sólo interrumpidos por la pausa para la meditación:

1 / Getsemaní: El canto de los violines, ligero, introduce al auditorio en el huerto de los Olivos. Poco a poco, resuena la percusión a los lejos, adensando imperceptiblemente la atmósfera. Cristo entra en agonía. Y desde el fondo del valle, los 150 cantantes y músicos retienen con una sola voz Su grito: «¡Abba!», cuyo eco se pierde en el pesado silencio de Su soledad.

2 / Lamentaciones: Lágrimas de la Virgen María, que contempla a su hijo en la agonía. Delicadeza y armonía de la orquesta en torno a la que se encuentra al pie de la Cruz. El sonido de los instrumentos, como en secreto y casi de forma silenciosa, revela el infinito dolor de esta Madre afligida; mientras las notas del arpa recuerdan el caer de las lágrimas a lo largo de su rostro.

3 / «¡Perdónalos!»: Trompetas, trompas, campanas y el canto del coro: «Padre, perdónalos!». La voz de Cristo resuena y se pierde en medio de los violines que, en un crescendo dramático, configuran el ambiente de la muerte inminente de Cristo. A lo lejos, el sonido de la arpa recuerda dolorosamente las lágrimas de María.

4 / La espada: «Y a ti misma una espada te traspasará el alma» (Lc 2,35). La música muestra el dolor de María atravesada por la espada del sufrimiento, al pie de la cruz. Y, de repente, las 2000 personas, todo el público se levanta para cantar, como eco de Kiko, «¡ya Mariam!», dirigiéndose con todas sus voces a la Virgen María en un rapto de apoyo y compasión.

La Iglesia del aleluya

La obra termina con un canto de todo el coro y, con fuerza, todos los instrumentos y cantantes proclaman la Resurrección, para recordar a todos que, a pesar del sufrimiento, la victoria está asegurada con Cristo resucitado. Lo que subrayará el patriarca Fouad Twal tras el concierto: «Somos la Iglesia de la cruz; pero también de la alegría, la esperanza, la resurrección, y del ¡aleluya!». El patriarca dio las gracias calurosamente a Kiko; al director del coro, Pau Jorquera, y a todos los cantantes y músicos. «Con este concierto que nos habéis ofrecido, hemos entendido el grito de dolor. Forma parte de nuestra vida, de nuestro patrimonio. El drama de los Santos Inocentes sucede justo después de la alegría de la Navidad. No se puede separar el dolor de la alegría: «El que quiera seguirme, tome su cruz». Pedimos a la Virgen María que nos ayude; a Ella, que sabe que el Señor es victorioso; Ella, que tiene que sufrir, permanecer en silencio, confiar en todo y aceptar; aunque no comprenda».

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