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11 abril 2015

Las visitas del Papa Juan Pablo II en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Łagiewniki.

Las visitas del Papa Juan Pablo II en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Łagiewniki

7 de junio 1997
El monasterio se encuentra en la colina de Cracovia Łagiewniki. Este era un lugar muy conocido por el Papa Juan Pablo II. Durante la ocupación nazi, pasaba diariamente por allí, dirigiéndose hacia su trabajo en las canteras de Solvay. Entraba todos los días a la capilla del convento. Es difícil establecer cuando fue la primera vez que estuvo allí.
En el registro de los anales del convento sólo figuran los eventos en los que participaba como joven sacerdote, y luego como pastor de la diócesis de Cracovia interesado por la labor apostólica de la Hermandad y el creciente culto de la Divina Misericordia en las formas relatadas por Sor Faustina.
El 7 de junio de 1997, llegó a este lugar, como él mismo confesó, con la necesidad en el corazón, de confiar, delante de la milagrosa imagen de Jesús Misericordioso y las reliquias de Sor Faustina, el destino de la humanidad, la Iglesia y su pontificado a la Divina Misericordia

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II pronunciado durante la visita al Santuario de la Divina Misericordia.
«Misericordias Domini in aeternum cantabo» (Sal 88, 2). Vengo a este santuario como peregrino para unirme al canto ininterrumpido en honor de la divina Misericordia. Lo había entonado el Salmista del Señor, expresando lo que todas las generaciones conservan y conservarán como fruto preciosísimo de la fe. Nada necesita el hombre como la Divina Misericordia: ese amor que quiere bien, que compadece, que eleva al hombre, por encima de su debilidad, hacia las infinitas alturas de la santidad de Dios.
En este lugar lo percibimos de modo particular. En efecto, aquí surgió el mensaje de la Divina Misericordia que Cristo mismo quiso transmitir a nuestra generación por medio de la beata Faustina. Y se trata de un mensaje claro e inteligible para todos. Cada uno puede venir acá, contemplar este cuadro de Jesús misericordioso, su Corazón que irradia gracias, y escuchar en lo más íntimo de su alma lo que oyó la beata. «No tengas miedo de nada. Yo estoy siempre contigo» (Diario, cap. II). Y, si responde con sinceridad de corazón: «¡Jesús, confío en ti!», encontrará consuelo en todas sus angustias y en todos sus temores. En este diálogo de abandono se establece entre el hombre y Cristo un vínculo particular, que genera amor. Y «en el amor no hay temor —escribe san Juan—; sino que el amor perfecto expulsa el temor» (1Jn 4, 18).
La Iglesia recoge el mensaje de la Misericordia para llevar con más eficacia a la generación de este fin de milenio y a las futuras la luz de la esperanza. Pide incesantemente a Dios misericordia para todos los hombres. «En ningún momento y en ningún período histórico —especialmente en una época tan crítica como la nuestra— la Iglesia puede olvidar la oración, que es un grito a la misericordia de Dios ante las múltiples formas de mal que pesan sobre la humanidad y la amenazan. (...) La conciencia humana cuanto más pierde el sentido del significado mismo de la palabra “misericordia”, sucumbiendo a la secularización; cuanto más se distancia del misterio de la misericordia, alejándose de Dios, tanto más la Iglesia tiene el derecho y el deber de recurrir al Dios de la misericordia “con poderosos clamores”» (Dives in misericordia, 15).
Precisamente por esto, en el itinerario de mi peregrinación he incluido también este santuario. Vengo acá para encomendar todas las preocupaciones de la Iglesia y de la humanidad a Cristo misericordioso. En el umbral del tercer milenio, vengo para encomendarle una vez más mi ministerio petrino: «¡Jesús, confío en ti!».
Siempre he apreciado y sentido cercano el mensaje de la Divina Misericordia. Es como si la historia lo hubiera inscrito en la trágica experiencia de la segunda guerra mundial. En esos años difíciles fue un apoyo particular y una fuente inagotable de esperanza, no sólo para los habitantes de Cracovia, sino también para la nación entera. Ésta ha sido también mi experiencia personal, que he llevado conmigo a la Sede de Pedro y que, en cierto sentido, forma la imagen de este pontificado. Doy gracias a la Divina Providencia porque me ha concedido contribuir personalmente al cumplimiento de la voluntad de Cristo, mediante la institución de la fiesta de la Divina Misericordia. Aquí, ante las reliquias de la beata Faustina Kowalska, doy gracias también por el don de su beatificación. Pido incesantemente a Dios que tenga «misericordia de nosotros y del mundo entero».
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia » (Mt 5, 7).
Queridas religiosas, tenéis una vocación extraordinaria. Al elegir de entre vosotras a la beata Faustina, Cristo confió a vuestra congregación la custodia de este lugar y, al mismo tiempo, os ha llamado a un apostolado particular: el de su Misericordia. Os pido: cumplid ese encargo. El hombre de hoy tiene necesidad de vuestro anuncio de la misericordia; tiene necesidad de vuestras obras de misericordia y tiene necesidad de vuestra oración para alcanzar misericordia. No descuidéis ninguna de estas dimensiones del apostolado.
Hacedlo en unión con el arzobispo de Cracovia, quien tanto valora la devoción a la divina Misericordia, y con toda la comunidad de la Iglesia, que él preside. Que esta obra común dé frutos. Que la Divina Misericordia transforme el corazón de los hombres. Que este santuario, conocido ya en muchas partes del mundo, se convierta en centro de un culto de la Divina Misericordia que se irradie por toda la Iglesia.
Una vez más, os pido que oréis por las intenciones de la Iglesia y que me sostengáis en miministerio petrino. Sé que oráis continuamente por esa intención. Os lo agradezco de todo corazón. Todos lo necesitamos mucho: tertio millennio adveniente.


De corazón os bendigo a los presentes y a todos los devotos de la Divina Misericordia.

17 de agosto 2002
Los preparativos espirituales y logísticas de la visita del Santo Padre a Łagiewniki, al Santuario de Divina Misericordia comenzaron en febrero de 2002. Fueron la oración, el sacrificio y los estudios de las enseñanzas del Papa Juan Pablo II por la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, los socios, la Fundación del Santuario de la Divina Misericordia , la asociación Faustinum, Centro Juvenil de la Educación y numerosos peregrinos. Pensando en los jóvenes se organizaron una serie de conciertos de evangelización bajo el lema "Sed ricos en Misericordia", junto con una breve conferencia y la Coronilla de la Divina Misericordia. La preparación directa fue la novena (7-15 de agosto de 2002), que consistía en una oración en la hora de la Misericordia, la Coronilla , la novena de la Divina Misericordia y las Santas Misas con homilías sobre temas tomados de la encíclica de Juan Pablo II, Dives in misericordia.

Después del anuncio que el Papa Juan Pablo II llegaría a consagrar el templo erigido desde el 8 de septiembre de 1999, todas las personas comprometidas en su construcción se pusieron muy alegres. Los responsables de la realización de la obra hacian todo lo posible para que la parte principal de la iglesia esté preparada cuanto antes para la consagración. En este intenso período de construcción trabajaban allí más de 100 trabajadores en dos turnos, y en el periodo cumbre el número de trabajadores superaba 200. Los plazos extremadamente ajustados hicieron que el ritmo de trabajos, muy rápido hasta la fecha en condiciones polacas, llegara a ser asombroso.

La ceremonia de la consagración de la iglesia principal el 17 de agosto de 2002 reunió más de 22.000 fieles en tres lugares: en el interior de la iglesia (4.000 personas). - Sectores VIP, A, B, C, el sector de la prensa, en el estacionamiento de la casa pastoral (3.000 personas). - Sector D, y en la plaza de la iglesia (sector E) y a lo largo de la ruta de la comitiva papal (15 mil personas.). La invitación a la ceremonia fue dirigida principalmente a los donantes de la Fundación del Santuario de la Divina Misericordia, constructores de la iglesia e invitados por el obispo metropolitano de Cracovia, Cardenal Franciszek Macharski y las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia.

Los datos pormenorizados sobre las personas invitadas a la consagración de la iglesia de Cracovia Łagiewniki son los siguientes:
número total de donantes: 8.856 personas
número total de invitados de honor: 600 personas
constructores: 1154 personas
número total de personas invitadas por las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia: 1550 personas
número de personas de obras de caridad: 1016 personas de 98 obras de caridad y 131 personas con discapacidad
número total de representantes de instituciones y organizaciones: 2046 personas
otros: 11 000 personas


Cabe señalar que entre el número de participantes de las ceremonias papales se encontraban entre otros los sacerdotes de la Arquidiócesis de Cracovia (418 personas), los rectores de las parroquias de la Divina Misericordia y de Sor Faustina en Polonia (149 personas), los empleados de la Curia Metropolitana de Cracovia (107 personas), las personas que recuadaban donaciones en Łagiewniki y en el Parque Błonie (scouts, monjas y laicos - unas 1.500 personas). Entre los participantes también hubo grupos de extranjeros, principalmente de Hungría, Italia, EE.UU., Eslovaquia, Ucrania, Bielorrusia, Alemania, Francia, Holanda, Suecia. Los demás donantes de la Fundación del Santuario de la Divina Misericordia. 33 000 personas fueron invitadas a participar en la misa papal en Parque łonie.

En relación con la visita del Santo Padre al Santuario de la Divina Misericordia los donantes también fueron invitados al oratorio especial "Huésped esperado" sobre la base del drama de Zofia Kossak, que tuvo lugar el 17 de agosto de 2002 a las 21.00 horas delante de la nueva iglesia. En el oratorio han tomado parte 150 músicos de la Orquesta Filarmónica de Silesia, 10 solistas, dos coros y la banda de folk "Grojcowianie". Un evento importante de aquel día, fue también la Peregrinación Nacional de los Húngaros. Con este motivo, se celebró una Misa solemne en la nueva iglesia presidida por los representantes del Episcopado de Hungria.

Las oraciones no cesaron incluso después de la visita del Santo Padre. En el santuario de Łagiewniki, en agosto de 2002, entre los dias 17- 24 tuvo lugar una solemne octava de agradecimiento por la peregrinación de Juan Pablo II a Polonia, por la consagración de una nueva iglesia en el santuario de Łagiewniki asi como por el acto de la encomendación del mundo a la Divina Misericordia.
Esta acción de gracias sigue. Un signo visible de la importancia de los hechos realizados ha sido una afluencia inusual de peregrinos al santuario (700 000 personas en el período posterior a 08/17/2002). La consagración de la iglesia principal y el número creciente de los peregrinos ha
puesto ante la Fundación de la Divina Misericordia los demás deberes relacionados con la más pronta posible ampliación del Santuario.


Discurso del Santo Padre Juan Pablo II pronunciado durante la visita en el Santuario de Divina Misericordia de Cracovia Łagiewniki.

Al final de esta solemne celebración, deseo decir que muchos de mis recuerdos personales están relacionados con este lugar. Solía venir aquí especialmente durante la ocupación nazi, cuando trabajaba en la cercana fábrica Solvay .Recuerdo hasta hoy el camino que conducía desde Borek Fałęcki a Dębniki y por el cual pasaba todos los días, llegando a los turnos de trabajo diferentes, llegando con los zapatos de madera usados en aquel entonces. Como se podía imaginar que este hombre en los zapatos de madera un día iba a consagrar la Basílica de la Divina Misericordia en Cracovia Łagiewniki. Me alegro de que se haya levantado este hermoso templo dedicado a la Divina Misericordia. Confío la tutela por la forma material y sobre todo espiritual al Cardenal Franciszek de la Arquidiócesis de Cracovia y a las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia Que esta cooperación en la labor de difundir el culto de la Divina Misericordia traiga sus frutos en los corazones de los fieles en Polonia y en todo el mundo.
A todos los peregrinos que vienen aquí y van a llegar, que el Dios Misericordioso bendiga ricamente.

Juan Pablo II, Cracovia-Łagiewniki, 17/08/2002

El ejemplo vivo de gratitud a Dios rico en la Misericordia por el pontificado de Juan Pablo II

El Papa Juan Pablo II, ha firmado el 31 de marzo de 2005, una carta destinada a ser leída en el domingo de la Divina Misericordia en el Santuario de Łagiewniki. En esta carta, escribió: "Me alegro que este domingo se inicie en el Santuario la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento. Nada presencia la obra de la misericordia más que la presencia eucarística del Señor,
misericordia que se llevó a cabo a través de la Cruz y la Resurrección.".

Por lo tanto, os pedimos en el Año de la Eucaristía y el Centenario del nacimiento de Santa Sor Faustina para que de la adoración perpetua, que dura 24 horas del día todos los días del año (excepto el Viernes Santo), hacer un monumento vivo de gratitud a Dios rico en Misericordia por el pontificado de Juan Pablo II. La disposición a la oración puede ser avisada en el Santuario de la Divina Misericordia en persona, por teléfono e internet.

En particular, también queremos hacer referencia a los jóvenes, tan cerca del Santo Padre. Que nuestra presencia en Cristo Eucarístico nos hará auténticos testigos de la misericordia y renueva la faz de la tierra!

Custodio del Santuario de la Divina Misericordia


Carta del Papa Juan Pablo II en el Domingo de la Misericordia

Se acerca el domingo de la Divina Misericordia. En esta ocasión deseo expresar mi cordial saludo a todos los que se reunirán en Cracovia, en el Santuario Lagiewniki para adorar a Dios por su amor
Indulgente (remisivo). Me gustaría una vez más confiar a esta caridad la Iglesia y el mundo, a todas las personas del mundo entero, así como a mí mismo en mi debilidad.

Me alegro de que este domingo se inicie en el Santuario la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento. No hay nada como la presencia eucarística del Señor, hace reales las obras de caridad, que se llevó a cabo a través de la Cruz y la Resurrección. Que esta presencia, por lo tanto, sea para todos los peregrinos una fuente de fortaleza y esperanza.

Os bendigo de corazón a todos los adoradores de la Divina Misericordia:

En el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Vaticano, 31 de marzo 2005.

Juan Pablo II, Papa

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