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19 diciembre 2015

El Papa abre la Puerta de la Caridad en Términi: que los romanos abran el corazón.


El Papa abre la Puerta de la Caridad en Términi: que los romanos abran el corazón
La «puerta santa de la caridad» del hostal para personas sin hogar fundado en la estación Términi por el histórico director de la Cáritas de Roma, don Luigi Di Liegro; se rezó para que se abra «el corazón de todos los romanos», y para que, sintiéndose todos «descartados» y «pecadores», eviten las vías del «lujo», «de las grandes riquezas», «del poder» y estén, por el contrario, cerca de los pobres, de los enfermos, de los detenidos, porque son ellos los que tienen «la llave» del cielo

REUTERS

Francisco abriendo la Puerta Santa de la Caridad







18/12/2015
IACOPO SCARAMUZZI
ROMA

Jorge Mario Bergoglio llegó al hostal de la Cáritas con unos minutos de anticiàción con respecto al programa; llegó antes de las 16.30 y, antes de la Misa, abrió la «Puerta Santa de la Caridad» como primer signo del Jubileo de la Misericordia. Habrá otros signos como este un viernes al mes durante el Año Santo.

«Dios —dijo el Papa en la homilía que pronunció en el hostal— viene a salvarnos y no encuentra una manera menor que caminar con nosotros. En el momento de elegir la manera para salvarnos, Él no elige una gran ciudad ni un gran imperio, no elige a una princesa o a una condesa como madre. No elige un palacio de lujo». Dios eligió a María, «una chica de 16, 17 años, nada más»; eligió «una aldea perdida en las periferias del Imperio Romano; nadie, de seguro, la conocía»; eligió a «José, un chico que amaba y que quería casarse con María, un carpintero que se ganaba el pan». Y eligió «el rechazo», porque José y María «eran novios», y cuando María quedó embarazada, «en una aldea tan pequeña, ¿ustedes saben cómo son los chismes, no? Se propagan…». José y María hicieron todo «a escondidas, incluso con la calumnia», con humildad.

«Así —prosiguió Francisco, que fue interrumpido por algunas carrasperas— está Dios entre nosotros: si quieres encontrar a Dios, búscalo en la humildad, en la pobreza, en donde Él está escondido, en los necesitados, en los más necesitados: en los enfermos, en los hambrientos, en los prisioneros. Jesús, cuando nos predica la vida, nos dice cómo será nuestro juicio. No dirá: ‘Pero tú, ven conmigo porque diste muchas limosnas a la Iglesia, eres un benefactor, ven al Cielo’. No, la entrada al Cielo no se paga con dinero. No dirá: ‘Tú eres muy importante, has estudiado mucho, has tenido muchas condecoraciones’. No, las condecoraciones no abren la puerta del Cielo. ¿Qué nos dirá Jesús para abrir la puerta del Cielo? ‘Estaba hambriento y me diste de comer, estaba sin techo y me diste una casa, estaba enfermo y fuiste a verme, estaba en la cárcel y fuiste a verme’. Jesús está en la humildad. El amor de Jesús es grande».

Por eso, continuó el Papa, «al abrir esta Puerta Santa, yo quisiera que el Espíritu Santo abriera el corazón de todos los romanos, que les hiciera ver cuál es la vía de la salvación. No es el lujo, no es la vía de las grandes riquezas, no es la vía del poder. Es la vía de la humildad, y los más pobres, los enfermos, los detenidos, Jesús dice más: los más pecadores, si se arrepienten, nos precederán en el Cielo. Ellos tienen la llave. Quien hace la caridad es quien se deja abrazar por la misericordia del Señor. Nosotros hoy abrimos esta Puerta y pedimos dos cosas: primero, el Señor nos abre la puerta de nuestro corazón, a todos, todos lo necesitamos, todos somos pecadores, todos necesitamos escuchar la Palabra del Señor, y que la palabra del Señor venga. Segundo: que el Señor haga comprender que la vía de la suficiencia, la vía de las riquezas, la vía de las vanidades, la vía del orgullo no son vías de salvación. Que el Señor nos haga comprender su caricia de Padre, su misericordia, su perdón, y cuando nosotros nos acerquemos a los que sufren, a los descartados por la sociedad, ahí está Jesús. Que esta puerta, que es la Puerta de la Caridad, la puerta en donde son acudido muchos descartados, nos haga comprender que también sería bello que cada uno de nosotros, cada uno de los romanos, se sintiera descartado y sintiera la necesidad de la ayuda de Dios. Hoy —dijo el Papa— nosotros rezamos por Roma, por todos los habitantes de Roma, por todos, empezando por mí, para que el Señor nos dé la gracia de sentirnos desacertados, porque nosotros no tenemos ningún mérito, sólo Él nos da la misericordia y la gracia, y para acercarnos a esa gracia debemos acercarnos a los descartados, a los pobres, a los que tienen más necesidades, porque sobre ese acercamiento seremos todos juzgados. Que el Señor, hoy, abriendo esta Puerta, dé esta gracia a toda Roma, a cada habitante de Roma, por abrazo de la misericordia, en la que el Padre toma al Hijo herido, pero también está herido el Padre: Dios está herido por el amor, y por ello es capaz de salvarnos a todos. ¡Que el Señor nos dé esta gracia!».

Los fieles rezaron, entre otras cosas, por los migrantes que viven en Roma y para que en la capital «el mal de pocos sin escrúpulos no prevalezca sobre el bien de todos». Participaron en la Misa solamente los huéspedes del hostal de la Cáritas, mientras otros fieles, curiosos y periodistas permanecieron fuera de la estructura creada en 1987 en los locales de los Ferrocarriles Estatales por el histórico director de la Cáritas romana, don Luigi Di Liegro.

El Papa, acompañado por el actual director, mons. Enrico Feroci, fue despedido al final de la Misa por un aplauso y, después de haber dejado los paramentos litúrgicos en la sacristía volvió a reunirse con los huéspedes del hostal, en donde le cantaron «Tanti auguri a te, Francesco», por su cumpleaños, que fue ayer. «Ya se acerca la Navidad, se acerca el Señor; cuando nació estaba en un pesebre, nadie se daba cuenta de que era Dios», dijo Bergoglio retomando el micrófono. «En esta Navidad, yo quisiera que el Señor naciera en el corazón de cada uno de nosotros, escondido, que nadie se dé cuenta, pero que esté el Señor. Recen por mí, y yo rezo por ustedes». El Papa después se detuvo a saludar una por una a las personas presentes. Después de una pequeña oración en la capilla y una última despedida con los fieles que lo esperaban fuera del hostal, el Papa volvió al Vaticano a bordo del acostumbrado Ford Focus azul oscuro.

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