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17 junio 2007

Domingo 17 de Junio

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO

17 de junio de 2007 (ciclo C, año impar)



Primera lectura
El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás

Lectura del segundo libro de Samuel 12, 7-10. 13

En aquellos días, Natán dijo a David:

—«Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto.

¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Unas, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Unas.”»

David respondió a Natán: —«¡ He pecado contra el Señor!»

Natán le dijo: —«El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 31, 1-2. 5. 7. 11 (R/.: cf. 5c)

R/. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
R/.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R/.

Segunda lectura
Vivo yo. pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 16. 19-21

Segunda lectura

Hermanos:

Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús.
Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley.

Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley.

Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios.

Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.

Yo no anulo la gracia de Dios.

Pero, si la justificación fuera efecto de la Ley, la muerte de Cristo sería inútil.

Palabra de Dios.

Aleluya
I Jn 4, l0b

Dios nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación por nuestros pecados.

EVANGELIO
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36—8, 3

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: —«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»

Jesús tomó la palabra y le dijo: —«Simón, tengo algo que decirte.»

Él respondió:—«Dímelo, maestro.»

Jesús le dijo:—«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»

Simón contestó: —«Supongo que aquel a quien le perdonó más.»

Jesús le dijo: —«Has juzgado rectamente.»

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: —«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con unguento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»

Y a ella le dijo: —«Tus pecados están perdonados.»

Los demás convidados empezaron a decir entre sí: —«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»

Pero Jesús dijo a la mujer: — «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor.



COMENTARIO

Tu fe te ha salvado

La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos invita a descubrir a Dios rico en misericordia, que antes de que el pecador se arrepienta, se muestra dispuesto al perdón y a la reconciliación.

En la primera lectura vemos como David llega al arrepentimiento –y, por tanto al perdón– porque se ha hecho sensible y dócil a la palabra del profeta Natán, que, en definitiva, reconoce como Palabra de Dios. Esta Palabra de Dios reprueba la conducta que lleva en su vida el rey elegido y puesto por Dios al frente de su pueblo.

En la segunda lectura, san Pablo nos enseña que no es el cumplimiento servil de la ley el justifica, sino la fe; es decir, hace entrar en el orden de la salvación.

En el evangelio vemos como el fariseo –que murmura interiormente de la actitud y la actuación de Jesús ante aquella pecadora– por inclinación natural se considera bueno porque dice observar la ley con todo su rigor, pero tiene el corazón endurecido para el amor. Su actitud es tan arrogante y su seguridad tan autosuficiente que se cree con la capacidad de juzgar no sólo a aquella mujer, sino también a Jesús.

La mujer expresa el auténtico modo del estar el hombre ante Dios: sin justificación alguna y con una enorme gratitud.

Frente a la actitud del fariseo, Jesús aparece ejerciendo –una vez más– la misericordia. Jesús ve el desprecio y la frialdad del corazón de Simón, su sentirse justo y su creer que el amor de Dios se puede merecer. Su pecado esta aquí: en querer merecer el amor de Dios, que es, por esencia, pura gratuidad.

Jesús provoca un encuentro fundado en la misericordia divina, invitándonos a ver los valores que trae el verdadero arrepentimiento. Así, la mujer pecadora tiene un encuentro de amor y de perdón, de manera que en su fe encuentra la salvación, mientras que el fariseo, que se cree tan justo que hasta Dios le debe algo, se ve privado de esta oportunidad de experimentar el amor de Dios. El amor y el perdón se alimentan recíprocamente.

Para ser salvados es necesario que reconozcamos que somos pecadores y necesitados de salvación. Aceptar a Jesucristo en la vida personal es aceptar el amor gratuito de Dios que es el único que salva.

La conversión más profunda es, por tanto, sentirse necesitados del perdón.

Compromiso semanal

Pídele al Señor perdón poder “ver” tus pecados. Acércate al Señor –lleno de ternura y misericordia– y pídele perdón por tus pecados.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: 2 S 12, 7-10. 13. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor?

El adulterio, cometido por David, y la muerte de Urías, maquinada por él, son crímenes que entenebrecen su figura. La Palabra de Dios no los ha ocultado y son una acusación continua. El ungido de Dios ha respondido villanamente, ha demostrado que es un hombre frágil, de carne y hueso, menospreciando los preceptos del Señor, lesionando gravísimamente los derechos del prójimo y dando un pésimo ejemplo al pueblo de Dios. Pero la imagen de David se restablece gracias a su arrepentimiento profundo y sincero: “He pecado contra el Señor”. El profeta, que acusó valientemente al rey, también le anuncia el gozo del perdón.

Salmo 31, 1-11. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

El salmista ha experimentado la salvación con el perdón de sus propios pecados. Primero se calló y ocultó a Dios su falta. Una grave enfermedad le lleva a reconocer su pecado y a confesarlo. De esta experiencia gozosa saca una lección para los fieles: la misericordia rodea a quien confía en el Señor. El salmo está centrado en la confesión del pecado y en el perdón de Dios que invade el alma y la establece en su intimidad.

2ª lectura: Ga 2, 16. 19-21. Es Cristo quien vive en mí.

La justificación es una transformación radical del hombre que supone el perdón de los pecados y principalmente la comunicación de una vida nueva. La justificación no puede venir de las obras de la Ley; ni éstas influyen en la justificación. Es la muerte y resurrección de Cristo lo que justifica al hombre, si éste participa de ellas; y sólo desde esta realidad el hombre puede vivir su nueva vida.

Evangelio: Lc 7, 36-8, 3. Tu fe te ha salvado es su nombre.

El perdón de los pecados es efecto del amor de Dios, por eso la manifestación de este amor es el signo de haber obtenido el perdón. Jesús, por ser la manifestación plena del amor del Padre, es la plena comunicación del perdón de los pecados. Los actos con los que Cristo comunica el perdón son los actos supremos de su amor. Anuncia la gran alegría del Padre al perdonar, porque en el perdón expresa su amor.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 18 2Co 6, 1-10. Damos prueba de que somos ministros de Dios.
Sal 97, 1-4. El Señor da a conocer su victoria.
Mt 5, 38-42. Yo os digo: No hagáis frente al que os agravia.
Revisa si tienes odio a alguien. Sé misericordioso.
Martes 19
San Romualdo
2Co 8, 1-9. Cristo se hizo pobre por vosotros.
Sal 145, 2.5-9. Alaba, alma mía, al Señor.
Mt 5, 43-48. Amad a vuestros enemigos.
¿Tratas a los demás como quieres que te traten a tí?
Miércoles 20 2Co 9, 6-11. Al que da de buena gana lo ama Dios.
Sal 111, 1-4.9. Dichoso quien teme al Señor.
Mt 6, 1.16-18. Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará
Revisa la sinceridad de tu vida.
Jueves 21
San Luís Gonzaga
2Co 11, 1-11. Os anuncié de balde el Evangelio de Dios.
Sal 110, 1-4.7-8. Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.
Mt 6, 7-15. Vosotros rezad así.
Reza meditando el Padre Nuestro.
Viernes 22
San Juan Fisher y Santo Tomás Moro
2Co 11. 18.21b-30. Aparte todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias.
Sal 33, 2-7. El Señor libra a los justos de sus angustias.
Mt 6, 19-23. Adonde está tu tesoro, allí está tu corazón.
Medita cuál es tu actitud ante el dinero y lo material.
Sábado 23 2Co 12, 1-10. Muy a gusto presumo de mis debilidades.
Sal 33, 8-13. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Mt 6, 24-34. No os agobiéis por el mañana.
¿Qué es lo que te agobia? ¡Díselo al Señor!
Domingo 24
Natividad de San Juan Bautista
Isaías 49, 1-6. Te hago luz de las naciones
Sal 138, 1-15. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.
Hch 13, 22-26. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión.
Lc 1, 57-66. 80. Juan es su nombre. La mano del Señor estaba con él.
Reza por tu familia y por tu parroquia


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