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05 junio 2007

Domingo 10 de junio

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Semana X del Tiempo Ordinario
10 de junio de 2007 (ciclo C, año impar)



Primera lectura
Sacó pan y vino

Lectura del libro del Génesis 14, 18-20

En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo:

— «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.»

Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 109, 1. 2. 3. 4 (R/.: 4bc)

R/. Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
R/.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R/.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.» R/.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.» R/.

Segunda lectura
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

— «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

— «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

Aleluya
Jn 6, 51

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo —dice el Señor—;
el que coma de este pan vivirá para siempre.

EVANGELIO
Comieron todos y se saciaron

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.

Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: — «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»

El les contestó: — «Dadles vosotros de comer.»

Ellos replicaron: — «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.

Jesús dijo a sus discípulos: — «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»

Lo hicieron así, y todos se echaron.

Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Palabra del Señor.



COMENTARIO

Comieron todos y se saciaron

Celebramos hoy la solemnidad del Corpus Christi, del Cuerpo y Sangre de Cristo. Con esta celebración, la Iglesia quiere subrayar la necesidad y la importancia de la Eucaristía. La Eucaristía es el centro de la vida cristiana. Ella es la fuente y el culmen de toda acción cristiana. Por la Eucaristía vive y crece la Iglesia. Por la Eucaristía vivimos y crecemos los cristianos.

La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia (cf. Ecclesia de Eucharistía nº 9).

En la Eucaristía Jesucristo está presente. En ella recibimos el pan de la Palabra de Dios como la luz que debe iluminar nuestra vida; y en ella recibimos el Pan de la Vida que es Jesucristo que se nos da en la comunión para nuestro alimento y crecimiento espiritual en el camino hacia la vida eterna, que es la meta de la fe.

Cada vez que celebramos la Eucaristía Dios renueva con nosotros su Alianza de amor.

Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, cumple el mandato de Jesús de hacer en memoria suya lo que Él hizo en la última cena; celebra el memorial del sacrificio de Jesucristo en la Cruz y también la ofrenda que Jesucristo glorioso hace de toda su vida. Este recuerdo no es una simple evocación de los acontecimientos salvadores de Jesús, sino una actualización, siempre viva y eficaz de los mismos. Por eso, la Eucaristía es el sacramento del amor: Jesucristo de nuevo se ofrece y se entrega totalmente por nosotros (cf. Catecismo, 1362s).

En cada Eucaristía es el mismo Cristo quien se hace presente. La Eucaristía nos recuerda que el Señor está con nosotros, está presente en nuestras vidas.

No podemos “pasar” de la Eucaristía. No podemos ser buenos cristianos si rechazamos la Eucaristía.

Es necesario superar la comodidad y convencernos de que necesitamos participar en la Eucaristía todos los Domingos. El precepto dominical es fuente de libertad auténtica, para poder vivir cada día según lo que han celebrado en el «día del Señor». La vida de fe peligra cuando ya no se siente el deseo de participar en la Celebración eucarística, en que se hace memoria de la victoria pascual (cf. Sacramentum Caritatis 73).

El Domingo es el Día del Señor, día que hemos de consagrar y dedicar al Señor: es el día del descanso, del encuentro con el Señor en su Palabra y en la Eucaristía, de compartir el tiempo con la familia y con los amigos, de vivir la caridad ayudando al prójimo.

En este tema es especialmente importante que nos desmarquemos del estilo con que el mundo está viviendo el Domingo y el fin de semana en general, sobre todo en la manera de divertirnos. También en la diversión hemos de tener el estilo de vida de Jesús. ¿Se divertiría Jesús como tú te diviertes?

La Eucaristía se ha de notar en la vida de cada día: el que participa en la Eucaristía ha de dar testimonio cada día de aquello que celebra el Domingo. No ha de dar testimonio de que es perfecto, sino de que trata de serlo, de que lucha y se esfuerza por ser cada día mejor cristiano. El que participa en la Eucaristía ha de vivir con un estilo diferente al estilo de vida del mundo.

Hemos de descubrir, también, la oración ante la Eucaristía, la visita a Jesucristo presente en el Sagrario (cf. Sacramentum Caritatis 68). La oración es fundamental en la vida cristiana, y la oración ante el Sagrario es un momento de especial intensidad y fuerza en la vida espiritual. ¿Qué actitud tienes ante la Eucaristía? ¿Cómo la estás viviendo? ¿Qué has de hacer para mejorarla?

Compromiso semanal

Revisa cuál es tu actitud ante la Eucaristía: ¿qué te pide el Señor que hagas para mejorarla?

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Génesis 14, 18-20. Sacó pan y vino.

Melquisedec significa “rey de justicia”. Este misterioso personaje representa al único rey de Israel. Es figura de los reyes que recibían el botín de la victoria. La fe de la Iglesia interpreta la persona del sacerdote Melquisedec (que dio pan y vino a Abrahán), como figura anticipada de Jesucristo. Jesús es el sacerdote y el rey que consagra el pan y el vino y nos da su cuerpo y su sangre para nuestra salvación.

Salmo 109, 1-4. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Este salmo es uno de los más citados en el Nuevo Testamento. Cristo es el “Hijo”, engendrado por el Padre antes de todos los siglos; Cristo resucitado es el “rey” que se sienta a la derecha de Dios; es el “ungido” o Mesías de Dios, hijo de David; y es el “sacerdote eterno”, que ofrece el sacrificio perfecto y definitivo. De sus prerrogativas y bendiciones “reales”, de su victoria plena y total sobre todos los “enemigos”, hemos tenido la suerte de haber sido hecho partícipes todos los que, por la fe, constituimos su cuerpo santo.

2ª lectura: 1 Corintios 11, 23-26. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.

En este texto San Pablo narra la institución de la Eucaristía por el Señor. Subraya tres aspectos:
-. Afirma la presencia real del Señor resucitado en el misterio de la Eucaristía.
-. Proclama la dimensión pascual, o actualización sacramental del misterio de la muerte y resurrección de Jesús.
-. Anuncia la dimensión escatológica, en cuanto la Eucaristía es signo y anticipo de la definitiva paz y unidad que tendrá lugar cuando se consume la historia de la salvación.

Evangelio: Lucas 9, 11b-17. Comieron todos y se saciaron.

En la multiplicación de los panes Jesús revela su condición de ser el que aporta la salvación definitiva a los hombres de todos los tiempos. El texto recuerda al alimento que Dios proporciona a su pueblo en el desierto, y también a los textos de los profetas que nos hablan de los tiempos mesiánicos con el símbolo de un gran banquete. Sobre todo el texto refleja claramente la Eucaristía celebrada por la Iglesia primitiva. Los Doce, que han predicado el evangelio del reino, se reúnen con la gente, como lo hará la Iglesia, para celebrar el banquete del Señor. En este texto podemos ver esbozada una descripción de las tareas pastorales de la comunidad creyente: predicación, servicio a los necesitados y celebración eucarística. Y todo ello sustentado por la oración.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 11
San Bernabé, Apóstol
Hch 11, 21b-26; 13, 1-3. Era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y fe.
Sal 97, 1-6. El Señor revela a las naciones su justicia.
Mt 10, 7-13. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.
Reza por la Iglesia.
Martes 12 2 Co 1, 18-22. Jesús no fue primero “sí” y luego “no”; en él todo se ha convertido en un “sí”.
Sal 118, 129-135. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Mt 5, 13-16 Vosotros sois la luz del mundo.
Da testimonio de Jesucristo
Miércoles 13
San Antonio de Padua
2 Co 3, 4-11. Nos ha hecho servidores de una alianza nueva: no basada en pura letra, sino en el Espíritu.
Sal 98, 5-9. Santo es el Señor nuestro Dios.
Mt 5, 17-19 No he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Haz una obra de misericordia
Jueves 14 2 Co 3, 15-4, 1. 3-6. Dios ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios.
Sal 84, 9-14 La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.
Mt 5, 20-26. Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado.
Pídele al Señor el don de poder perdonar
Viernes 15
El Sagrado Corazón de Jesús
Ez 34, 11-16 Yo mismo buscaré, apacentaré, curaré a mis ovejas.
Sal 22, 1-6 El Señor es mi pastor, nada me falta.
Ro 5, 5-11 El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.
Lc 15, 3-7 Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Haz una obra de misericordia
Sábado 16
El Inmaculado Corazón de María
Is 61, 9-11. Desbordo de gozo con el Señor.
Sal 1S 2, 1.4-7. Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador.
Lc 2, 41-51. Conservaba todo esto en su corazón.
Pídele a la Virgen lo que más necesites
Domingo 17
11º del Tiempo Ordinario
2 S 12, 7-10-13 ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor?
Sal 31, 1-11 Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Ga 2, 16. 19-21. Es Cristo quien vive en mí.
Lc 7, 36-8, 3 Tu fe te ha salvado.
Haz oración por tu familia y por la parroquia.


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