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04 diciembre 2009

Domingo 6 de diciembre

DOMINGO Ii DE ADVIENTO
6 de diciembre de 2009  (ciclo B, año par)






Primera lectura
Dios mostrará tu esplendor
Lectura del libro de Baruc 5, 1-9
Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción
y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da,
envuélvete en el manto de la justicia de Dios
y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno,
porque Dios mostrará tu esplendor
a cuantos viven bajo el cielo.

Dios te dará un nombre para siempre:
«Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad».
Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura,
mira hacia el oriente y contempla a tus hijos,
reunidos de oriente a occidente a la voz del Santo,
gozosos invocando a Dios.

A pie se marcharon, conducidos por el enemigo,
pero Dios te los traerá con gloria,
como llevados en carroza real.

Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados
y a las colinas encumbradas,
ha mandado llenarse a los barrancos
hasta allanar el suelo,
para que Israel camine con seguridad,
guiado por la gloria de Dios.

Ha mandado al boscaje y a los árboles aromáticos
hacer sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel con alegría
a la luz de su gloria,
con su justicia y su misericordia.

Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 (R/.: 3)

R. El Señor ha estado grande con nosotros,
    y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.

Segunda lectura
Que lleguéis al día de Cristo limpios e irreprochables
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
Hermanos:
Siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús.

Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús.
Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.
Palabra de Dios.
Aleluya
Lc 3, 4. 6

Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.
Todos verán la salvación de Dios.

EVANGELIO
Todos verán la salvación de Dios
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 3, 1-6
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
elévense los valles,
desciendan los montes y colinas;
que lo torcido se enderece,
lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios.»

Palabra del Señor.





COMENTARIO
Todos verán la salvación de Dios
El Adviento nos invita a dirigir la mirada a la "Jerusalén celestial", que es el fin último de nuestra peregrinación terrena. Al mismo tiempo, nos exhorta a comprometernos, mediante la oración, la conversión y las buenas obras, a acoger a Jesús en nuestra vida, para construir junto con él este edificio espiritual, del que cada uno de nosotros —nuestras familias y nuestras comunidades— es piedra preciosa (cf. Benedicto XVI, Angelus 10-XII-2006)
La Buena Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios, comienza con esta llamada excelente de san Juan Bautista: ¡PREPARAD EL CAMINO AL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS! La Palabra de Dios que proclamamos este segundo Domingo de Adviento es una invitación seria y profunda a la conversión
Una tentación en la que puedes caer es pensar que ya estás convertido, que no necesitas la conversión, que ya eres bastante “bueno” y que, por tanto, no hay nada que cambiar en tu vida; o, por el contrario, pensar que tu vida no tiene remedio, que no merece la pena luchar.
Estar preparado significa estar siempre en actitud de conversión. Significa superar la soberbia de aquellos que creen que todo lo hacen bien y la hipocresía de aquellos que se dedican únicamente a criticar los fallos de los demás sin fijarse en los suyos.
Por ello, el Evangelio que proclamamos hoy te advierte con seriedad que ha llegado la hora de la conversión, que para poder estar preparado para la venida del Señor hay que estar siempre en actitud de conversión, porque siempre hay en tu corazón algo que mejorar.
Convertirse significa: volver a pensar - poner en discusión el propio y el común modo de vivir; dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida; no juzgar más simplemente según las opiniones corrientes.
Convertirse significa, por lo tanto, no vivir como viven todos; no hacer como hacen todos; no sentirse justificados en acciones dudosas, ambiguas, malvadas por el hecho que otros hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; buscar, por lo tanto, el bien, aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en el juicio de la mayoría, de los hombres, sino en el juicio de Dios - con otras palabras: buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva.
Todo esto no implica un moralismo, la reducción del cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no entiende crearse una autarquía moral suya, no pretende reconstruir con sus propias fuerzas su propia bondad. "Conversión" significa justamente lo contrario: salir de la propia suficiencia, descubrir y aceptar la propia indigencia - indigencia de los otros y del Otro, de su perdón, de su amistad. La vida no convertida es autojustificación (yo no soy peor de los demás); la conversión es la humildad de confiarse al amor del Otro, amor que se vuelve medida y criterio de mi propia vida (cf. J. Ratzinger, La nueva evangelización).
Convertirse significa que el Evangelio ha de transformar toda tu vida, que has de ser cristiano en todo, que no puede haber ningún rincón de tu vida cerrado a la Palabra de Dios. Convertirse significa que has de aceptar que Jesucristo es el único Maestro y el único Señor, el único modelo de vida para ti, y que tratas de hacer que tu corazón sea semejante al suyo.
Convertirse significa que has de tomar en serio la vida cristiana. No confiarte en que estás bautizado o en que vas a Misa todos los domingos. ¡Es necesario, pero no es suficiente! Hay que vivir conforme a la Palabra de Dios, tratar de ser fieles a Jesucristo y a la Iglesia, y realizar obras de misericordia y caridad, porque el que no dé buen fruto será cortado.
Convertirse y preparar el camino al Señor significa que has de esforzarte, de luchar por ser cristiano, que, al igual que el atleta tiene que entrenarse, esforzarse y luchar para conquistar la medalla, tú  también has de esforzarte y trabajar en serio si quieres alcanzar la vida eterna.
 Convertirse significa que has de vivir en la paciencia y el amor, es decir: vivir la cruz de cada día con fortaleza y amor, apoyados en la Palabra de Dios que renueva nuestro mundo y transforma tu corazón si te dejas llenar de ella.

Compromiso semanal
Revisa tu vida para tratar de descubrir cuáles son tus necesidades más urgentes en la conversión. Haz un propósito firme para es te tiempo de Adviento.

La Palabra del Señor, luz para cada día
1ªlectura: Baruc, 5, 1-9. Dios mostrará tu esplendor.
          El profeta Baruc anuncia a la comunidad que vive en el exilio el retorno a la patria. Dios será el guía. La vuelta a Jerusalén no será fruto de los esfuerzos humanos, sino del poder misericordioso de Dios que realiza maravillas en favor de su pueblo.
                    Puedes leer Isaías 40, 1-5.
Salmo 125, 1-6. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
      Para los desterrados en Babilonia el regreso a la patria fue algo tan inesperado que pareció un sueño. Tal maravilla de Dios llenó a los fieles de confianza y de alegría. El salmo alimenta nuestra fe invitándonos a reconocer y admirar las maravillas que el Señor hizo y seguirá haciendo con nosotros. Además, estimula nuestra confianza ante los sufrimientos del tiempo presente. No hay que extrañarse: desbordaremos de alegría; son cosa de nada comparados con la dicha que un día se nos descubrirá.
2ª lectura: Filipenses 1, 4-6. 8-11.
Que lleguéis al día de Cristo limpios e irreprochables.

                    San Pablo experimenta una gran alegría, porque los filipenses se han hecho sus colaboradores en la predicación del Evangelio. Tiene la convicción de que Dios llevará a término la obra que empezó y que los filipenses podrán llegar al día de Cristo (el último día) irreprochables y llenos de fruto. Caminar hasta el final progresando en el conocimiento de la verdad, conducidos por el amor, es una espléndida tarea de una comunidad cristiana.
Evangelio: Lucas 3, 1-6. Todos verán la salvación de Dios.
            Juan aparece en el desierto. Como los antiguos profetas, llama a la conversión, y exige de sus oyentes frutos que prueben la autenticidad de esa conversión. Lucas señala que todos verán la salvación de Dios. La predicación de Juan pone al descubierto la hipocresía de la gente que se cree segura en sus ritos y en su mentalidad: todos necesitamos la conversión.





CALENDARIO LITÚRGICO
Lunes 7
San Ambrosio,

obispo y doctor
Is 35, 1-10   El desierto y el yermo se regocijarán. Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis.
Sal 89, 9-14   Nuestro Dios viene y nos salvará.
Lc 5, 17-26   Hoy hemos visto cosas admirables
Pídele al Señor perdón por tus pecados
Martes 8
La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Gn 3, 9-15.20   Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre su estirpe y la suya.
Sal 97, 1-4   Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Ef 1, 3-6.11-12   Él nos ha destinado en la persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos.
Lc 1, 26-38   Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Pídele a la Virgen lo que más necesitas
Miércoles 9
San Juan

Diego Cuachtlatoatzin
Is 40, 25-31   Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águilas.
Sal 102, 1-4.8-10   Bendice, alma mía, al Señor.
Mt 11, 28-30   Mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
Descansa en el Señor tus preocupaciones y agobios
Jueves 10
Santa Eulalia

de Mérida, virgen y mártir
Is 41, 13-20   Yo, tu Dios, te digo: “No temas, yo mismo te auxilio”.
Sal 144, 1.9-13   El Señor es clemente y misericordioso.
Mt 11, 11-15   Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan Bautista; aunque el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.
¿Cuáles son tus miedos? ¡Pide al Señor por ellos!
Viernes 11
San Dámaso I,

papa.
Is 48, 17-19   Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar.
Sal 1, 1-6   El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
Mt 11, 16-19   Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantada lamentaciones y no habéis llorado.
Haz examen de conciencia
Sábado 12
Nuestra Señora de

Guadalupe
Eclo 48, 1-4.9-11   Surgió Elías, un profeta como un fuego.
Sal 79, 2-3.15-19   Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Mt 17, 10-13   Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron.
Revisa si vives en actitud de conversión
Domingo 13
3º de Adviento

Sof 3, 14-18a   El Señor se alegrará en ti.
Is 12, 2-6   Gritad jubilosos: qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.
Flp 4, 4-7   El Señor está cerca.
Lc 3, 10-18   ¿Qué hacemos nosotros?
Haz oración por tu familia y por la parroquia


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