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12 febrero 2010

Domingo 14 de febrero


DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
14 de febrero de 2010  (ciclo C, año par)
 


Primera lectura
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor
Lectura del libro de Jeremías 17, 5-8
Así dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y en la carne busca su fuerza,
apartando su corazón del Señor.
Será como un cardo en la estepa,
no verá llegar el bien;
habitará la aridez del desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que junto a la corriente echa raíces;
cuando llegue el estío no lo sentirá,
su hoja estará verde;
en año de sequía no se inquieta,
no deja de dar fruto.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R/.: Sal 39, 5a)
R/. Dichoso el hombre
     que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
 Segunda lectura
Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20
Hermanos:
Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan?
Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.
¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Palabra de Dios.
Aleluya
Lc 6, 23ab
Alegraos y saltad de gozo —dice el Señor—,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
EVANGELIO
Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 17. 20-26
En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
— «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»
Palabra del Señor.




COMENTARIO
Dichosos los pobres;
¡ay de vosotros, los ricos!
            La felicidad ha sido siempre el deseo natural de todos los hombres. ¿Hay alguien que no busque la felicidad? No. Todos la buscamos, aunque, a veces lo hacemos de manera equivocada, y, por eso, no la encontramos.
            Sin embargo, es curioso observar cómo en el mundo de hoy hay mucha gente que no es feliz. Encontramos a nuestro alrededor mucha gente que está frustrada, amargada, cansada, angustiada, vacía... Mucha gente que busca la felicidad, pero que no la encuentra. Y no la encuentra porque la busca donde no está. Porque no se puede ser plenamente feliz al margen de Cristo. Como decía San Agustín: "nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón andará inquieto mientras no descanse en Ti".
            Por eso, la Palabra de Dios hoy nos habla con claridad: maldito quien confía en el hombre, será como un cardo en la estepa, nos dice el profeta Jeremías. En el Evangelio de hoy se nos indica el camino que nos lleva a la felicidad: el camino de las Bienaventuranzas.
Las Bienaventuranzas expresan lo que significa ser discípulo. Se hacen más concretas y reales cuanto más se entregan los discípulos a su misión. Lo que significan no se puede explicar de un modo puramente teórico; se proclama en la vida, en el sufrimiento y en la misteriosa alegría del discípulo que sigue plenamente al Señor. El discípulo está unido al misterio de Cristo y su vida está inmersa en la comunión con Él: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20).  Las Bienaventuranzas son la transposición de la cruz y la resurrección a la existencia del discípulo. Pero son válidas para los discípulos porque primero se han hecho realidad en Cristo como prototipo.
 Las Bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Pero precisamente por su oculto carácter cristológico las Bienaventuranzas son señales que indican el camino también a la Iglesia, que debe reconocer en ellas su modelo; orientaciones para el seguimiento que afectan a cada fiel, si bien de modo diferente, según las diversas vocaciones (cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 98s).
            El camino está claro. ¿Eres feliz? ¿Quieres ser plenamente feliz? Si quieres alcanzar la felicidad en este mundo -a pesar del sufrimiento- ya sabes el camino: ¡Sigue a Cristo! ¡Confía plenamente en Él! ¡Él te ama más que nadie! ¡Vive las Bienaventuranzas! ¡No tengas miedo! ¡Vive una vida de fidelidad a Cristo y a la Iglesia y tu vida será fructífera!

Compromiso semanal
Hacer una revisión de vida para ver qué es lo que debe cambiar en ella para vivir las Bienaventuranzas.

La Palabra del Señor, luz para cada día
1ªlectura: Jeremías 17, 5-8.
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor.
                    El hombre mortal es mala base de confianza; el Señor hace fructificar a quien confía en Él. El profeta anuncia que Israel está confiando en pactos con potencias humanas; por no apoyarse sólo en la alianza con su Dios está preparando su ruina.
Salmo 1, 1-6. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
            El salmo nos invita a descubrir que la raíz de la felicidad está en meditar la ley del Señor y deleitarse en ella. Con las imágenes del árbol abundantemente regado y de la paja que se lleva el viento, describe a dos tipos de persona que emprenden caminos diferentes.
2ª lectura: 1 Corintios 15, 12. 16-20.
Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido.
                    Algunos corintios no acababan de creer en la resurrección de los muertos. San Pablo insiste en que si Cristo ha resucitado es porque hay una resurrección general de los muertos. De lo contrario, no tendría sentido que Dios hubiera hecho con Cristo una excepción. Toda la acción de Dios tiende más bien a esta creación enteramente nueva, a esta vida excepcionalmente plena que hay más allá de la muerte. Por tanto, cuando se niega la resurrección, se disuelve la fe, se la reduce a un humanismo, a una ideología. Entonces, Evangelio y fe serían palabras vacías. Si no se da una resurrección real, auténtica, entonces la fe es inútil.
Puedes leer Romanos 10, 9s y 1 Tesalonicenses 4, 13s.
Evangelio: Lucas 6, 17. 20-26. Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros los ricos!
         El Reino de Dios y la felicidad que trae consigo es de dos tipos de personas: De los pobres, hambrientos y afligidos, y de los perseguidos por causa de Jesús. Para estos desgraciados constituye una “buena noticia” el anuncio de la llegada del Reino. No es que sean mejores que los otros para “merecer” la dicha anunciada. Es que la llegada del Reino de Dios instaura una justicia que acaba con la razón del más fuerte y beneficia a los desheredados del mundo. En agudo contraste, el evangelista sitúa la abierta lamentación de Jesús por los ricos, los hartos, los satisfechos y poderosos. Toda confianza puesta en la riqueza es engañosa. Las palabras de Lucas resuenan como advertencia y amenaza. Pero, a la vez, nos invitan a convertirnos y a asumir la pedagogía del Dios del éxodo, a dirigir nuestra misericordia hacia los más débiles.




CALENDARIO LITÚRGICO
Lunes 15
Beato Vicente Vilar, mártir
Sant 1, 1-11  Al ponerse a prueba vuestra fe os dará aguante y seréis perfectos e íntegros.
Sal 186, 67-76  Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor.
Mc 8, 11-13  ¿Porqué esta generación reclama un prodigio?
Reza por los que no creen
Martes 16
Sant 1, 12-18  Dios no tienta a nadie.
Sal 93, 12-19  Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor.
Mc 8, 14-21  Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
Reza por los que dudan y están confundidos
Miércoles 17 de CENIZA
Comienza la CUARESMA
Jl 2, 12-18  Rasgad los corazones, no las vestiduras.
Sal 50, 3-6a.12-14.17  Misericordia, Señor: hemos pecado.
2 Co 5, 20-6,2  Dejarse reconciliar con Dios; ahora es el tiempo de gracia.
Mt 6, 1-6.16-18  Tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará.
Hazte un planteamiento serio y exigente de la Cuaresma. Hazte tres propósitos concretos.
Jueves 18

 
Dt 30, 15-20  Elige la vida y vivirás tú y tu descendencia amando al Señor.
Sal 1, 1-3.4-6  Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Lc 9, 22-25  El que pierda su vida por mí la ganará.
¿Cómo llevas tu cruz?
Viernes 19
Is 58, 1-9a  ¿Es ése el ayuno que deseo?
Sal 50, 3-6a.18-19  Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
Mt 9, 14-15  Llegará un día en que se lleven al esposo y entonces ayunarán.
Haz un sacrificio y ofrécelo por los que no creen
Sábado 20
 
Is 58, 9b-14  Cuando partas tu pan con el hambriento, brillará tu luz en las tinieblas.
Sal 85, 1-6  Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Lc 5, 27-32  No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.
Reza por la conversión de los que no creen
Domingo 21
7º del Tiempo Ordinario
Dt 26, 4-10  Por eso os traigo las primicias de la tierra que me has dado.
Sal 90, 1-2.10-15  Acompáñame, Señor, en la tribulación.
Rom 10, 8-13  Ésta es la palabra de fe que nosotros anunciamos.
Lc 4, 1-13  El Espíritu lo condujo al desierto.
Reza por tu familia y por la parroquia

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