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19 junio 2010

Domingo 20 de junio de 2010. XII del T.O. C


DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO
20 de junio de 2010  (ciclo C, año par) 



Primera lectura
Mirarán al que atravesaron
Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1
Así dice el Señor:
«Derramaré sobre la dinastía de David
y sobre los habitantes de Jerusalén
un espíritu de gracia y de clemencia.

Me mirarán a mí, a quien traspasaron,
harán llanto como llanto por el hijo único,
y llorarán como se llora al primogénito.

Aquel día, será grande el luto en Jerusalén,
como el luto de Hadad-Rimón
en el valle de Meguido.»

Aquel día, se alumbrará un manantial,
a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén,
contra pecados e impurezas.

Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R/.: 2b)
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca,
agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.
 Segunda lectura
Los que habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 26-29
Hermanos:
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo.
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Palabra de Dios.
  Aleluya
Jn 10, 27
Mis ovejas escuchan mi voz —dice el Señor—,
y yo las conozco, y ellas me siguen.
 EVANGELIO
Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 18-24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
—«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
—«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
El les preguntó:
—«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo:
—«El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
—«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
—«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»

Palabra del Señor.




COMENTARIO
Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?
La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos lanza esta tremenda pregunta: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? ¿Y tú? ¿Quién es Jesús para ti? Esta pregunta no es un sondeo de opinión, no es simple curiosidad o estadística. Es una interpelación, una pregunta que exige respuesta. Jesús te repite hoy: ¿quién soy yo para ti? ¿Qué “pinto” en tu vida?
La Palabra de Dios te invita hoy a la confesión de fe. Te invita a no quedarte en especulaciones humanas, sino a confesar que Jesucristo es el Mesías, el Salvador, el único Señor y el único Maestro. Pero la confesión de fe no consiste sólo en palabras. La confesión de fe pide hechos: pide seguir a Jesús, seguimiento radical y compromiso evangélico, cargar con la cruz y “perder” la vida para salvarla.
Seguir a Jesucristo significa darte cuenta de que tener fe es mucho más que tener cuatro ideas en la cabeza. Tener fe es estar enamorados de Jesucristo, es vivir una vida de amistad y de comunión con Él. Seguir a Jesús no es sólo imitar sus cualidades, sino buscar una unión personal con Él, escuchar su voz, caminar con Él. Es seguir sus pasos, recorrer el camino que Él ha marcado. Es no conformarse con un cumplimiento pasivo de los mandamientos, sino tratar de vivir cada día más unido a Él, más lleno de Él.
Para ello, has de empezar por negarte a ti mismo descubriendo que la fuente de tu actuar no está en tus gustos y apetencias, sino en la voluntad de Dios, descubriendo que serás plenamente feliz en la medida en que seas fiel a la voluntad de Dios.
¡Atrévete a cargar con la cruz y seguir a Jesús! Te costará, pero ¡no te arrepentirás! El Maestro te llama, ¡escúchale, ámale, síguele! No tengas miedo en seguir a Jesucristo. Él te ama más que nadie. Y el camino que te marque será siempre el mejor para tu vida.
No por casualidad el Señor dice a sus discípulos:  el Hijo del hombre debe ir a Jerusalén para sufrir; por eso, quien quiera ser mi discípulo, debe tomar su cruz sobre sus hombros y así seguirme. En realidad, nosotros somos siempre, un poco, como san Pedro, el cual dijo al Señor:  No, Señor, este no puede ser tu caso, tú no debes sufrir. Nosotros no queremos llevar la cruz. Queremos crear un reino más humano, más hermoso en la tierra.
Eso es un gran error. El Señor lo enseña. Pero Pedro necesitó mucho tiempo, tal vez toda su vida, para entenderlo. Porque la leyenda del Quo vadis? encierra una gran verdad:  aprender que precisamente llevar la cruz del Señor es el modo de dar fruto. Así pues, yo diría que antes de hablar a los demás, nosotros mismos debemos comprender el misterio de la cruz.
Ciertamente, el cristianismo nos da la alegría, porque el amor da alegría. Pero el amor es siempre un proceso en el que hay que perderse, en el que hay que salir de sí mismo. En este sentido, también es un proceso doloroso. Sólo así es hermoso y nos hace madurar y llegar a la verdadera alegría. Quien quiere afirmar o quien promete sólo una vida alegre y cómoda, miente, porque esta no es la verdad del hombre. La consecuencia es que luego se debe huir a paraísos falsos. Precisamente así no se llega a la alegría, sino a la autodestrucción.
Sí, el cristianismo nos anuncia la alegría; pero esta alegría sólo crece en el camino del amor y este camino del amor guarda relación con la cruz, con la comunión con Cristo crucificado (cf. Benedicto XVI, Encuentro con los seminaristas de Roma, 16-II-2007).
No tengas miedo a renunciar a lo que te exija. Descansa en Él, confía en Él. Encontrarás la paz, la felicidad -con la cruz- y, al final, la vida eterna.
¿Cómo está tu vida? ¿Ocupa Jesucristo el centro de tu corazón y de tu vida? ¿Estás siguiendo en todo a Jesucristo? ¿Qué te falta cambiar para ser un buen cristiano? ¡Anímate! ¡Decídete! ¡Ábrete al amor de Dios! ¡Déjate amar por Él y... ámale con todas tus fuerzas, síguele incondicionalmente y... encontrarás la felicidad y la vida eterna!

Compromiso semanal
¿Quién es Jesucristo para ti? ¿Qué “pinta” en tu vida? ¡Medítalo! Revisa como está tu testimonio de Jesucristo.
 
La Palabra del Señor, luz para cada día
1ª lectura: Zacarías, 12, 10-11. Me mirarán aquí a quien traspasaron.
            La gracia de Dios y su clemencia conmueven el corazón del hombre y le llevan al arrepentimiento. El hombre comprende que Dios no merece el odio ni el desprecio. Y llora por no haberse dado cuenta antes, como se llora, sin remedio, por un hijo al que se ha perdido. San Juan aplica estas palabras proféticas a  Jesús clavado en la cruz, y el libro del Apocalipsis las aplica también al Jesús glorioso que vendrá sobre las nubes. La fe descubre en Jesús al Señor que nos salva.
            Puedes leer Juan 19, 31-37 y Colosenses 1, 15-20.
Salmo 62, 2-9. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
              Del que traspasaron brotó sangre y agua: sangre del sacrificio y agua de vida y de gracia. Al caer sobre nosotros esa agua fecunda, sentimos primero nuestra aridez, se exacerba nuestra sed de Dios; pues sentimos una corriente de vida, mejor que lo que comúnmente llamamos vida: es la gracia de estar unidos a Dios y recibir su espíritu. Entonces, saciados por dentro, cantamos dando gracias por la gracia, acercándonos al banquete que nos da más vida y más ansia de Dios.
2ª lectura: Gálatas 3, 26-29. Si sois de Cristo, sois herederos de la promesa.
            Revestirse de Cristo implica la idea de que Cristo es como un vestido celeste dispuesto para todos, y “ponérselo” quiere decir la común participación de los cristianos en el ser mismo de Cristo. Esta se lleva a cabo al nacer por el bautismo, en todos y en cada uno de ellos, el nuevo yo, Cristo, el hombre interior. En virtud de esta inclusión en Cristo, las diferencias históricas y naturales del mundo viejo pierden su vigencia definitiva. Están para pasar y no pueden ser ya motivo de separación entre los hombres. Todos los bautizados, judíos y gentiles, son uno en Cristo Jesús, son Cristo mismo. Todos en conjunto son Cristo y cada uno de ellos es Cristo para el hermano. Esta pertenencia del bautizado a Cristo no es sólo de orden moral. Está fundada en la común participación en el Espíritu de Cristo a través de la celebración del bautismo en la Iglesia.
Evangelio: Lucas 9, 18-24. Tú eres el Mesías de Dios.
 Lucas une el reconocimiento de la divinidad de Jesucristo por Pedro con el anuncio de la Pasión del Señor y la exigencia de la abnegación y la cruz para seguirle. Reconocer que Jesús es el “Cristo de Dios” equivale a reconocerlo como encarnación del amor del Padre. La unión de este reconocimiento con la Pasión demuestra que la Muerte-Resurrección de Cristo es el acto supremo manifestativo del amor al Padre y a los hombres. A los hombres les queda abierto el camino para llegar al Padre y manifestarlo: el camino de la cruz. Esta característica hace que los sufrimientos cristianos sean sufrimientos con Cristo y lleven a la glorificación, a una transformación por la participación de la misma vida de Jesús.




CALENDARIO LITÚRGICO
Lunes 21
San Luís Gonzaga
Re 17, 5-8.13-15a.18  El Señor arrojó de su presencia a Israel.
Sal 59, 3-5.12-13  Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.
Mt 7, 1-5  Sácate primero la viga del ojo.
¿Sueles juzgar a la gente? Pide el don de la caridad
Martes 22
San Juan Fisher y Santo Tomás Moro
2 Re 19, 9b-11. 14-21.  Yo escucharé a esta ciudad para salvarla.
Sal 47, 2-4. 10-11.  Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Mt 7, 6.12-14  Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
¿Tratas a los demás como quieres que te traten a tí?
Miércoles 23
2 Re 22, 8-13; 23, 1-3.  El rey leyó al pueblo el Libro de la Alianza
Sal 118, 33-37. 40.  Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes.
Mt 7, 15-20  Por sus frutos los conoceréis.
Revisa si estás dando el fruto que el Señor quiere
Jueves 24
Natividad de San Juan Bautista
Is 49, 1-6. Te hago luz de las naciones.
Sal 138. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente.
Hch 13, 22-26. Antes de que llegara Cristo, Juan predicó.
Lc 1, 57-66.80. El nacimiento de Juan Bautista. Juan es su nombre.
Revisa si tu vida está edificada sobre roca
Viernes 25
2 Re 25, 1-12  Marchó Judá al desierto.
Sal 136, 1-6  Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti
Mt 8, 1-4. Si quieres, puedes limpiarme.
Pídele a Dios que te limpie de tus "enfermedades"
Sábado 26
San Pelayo, mártir
Lm 2, 2. 10-14. 18-19. Grita al Señor. Laméntate, Sión.
Sal 73 1-7. 20-21  No olvides sin remedio la vida de tus pobres.
Mt 8, 5-17  Expulsó a los espíritus con su palabra y curó a todos los enfermos.
Medita el evangelio. Pídele al Señor el don de la fe.
Domingo 27
San Pedro y San Pablo
Hch 12, 1-11  El Señor ha enviado a su ángel para librarme.
Sal 33, 2-9  El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.
2 Tim 4, 6-8. 17-18 He corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Mt 16, 13-19  Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los Cielos
Haz oración por tu familia y por la parroquia

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