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08 junio 2010

SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO


Primera lectura


Sacó pan y vino

Lectura del libro del Génesis 14, 18-20

En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo:
— «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.»
Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.

Palabra de Dios.


Salmo responsorial


Sal 109, 1. 2. 3. 4 (R/.: 4bc)

R. Tú eres sacerdote eterno, 
según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha, 
y haré de tus enemigos 
estrado de tus pies.» R/.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R/.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío, 
antes de la aurora.» R/.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.» R/.


Segunda lectura


Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
— «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
— «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.


Aleluya


Jn 6, 51

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
—dice el Señor—; 
el que coma de este pan 
vivirá para siempre.


Evangelio


Comieron todos y se saciaron
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:
— «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
El les contestó:
— «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron:
— «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.»
Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos:
— «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron.
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Palabra del Señor.


Comentarios


EL BANQUETE EUCARÍSTICO
(Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo -C-, 6-Junio-2010)

Sacramento de presencia verdadera, real y sustancial, presencia del único sacrificio de la Cruz y presencia de la comunidad reunida en torno a la Mesa de la Cena del Señor. Es vínculo de unidad y don de caridad... Todo esto y más es la Eucaristía, y cada año nos acercamos a este misterio a través de un tema diferente.

El tema propio de este año C.

Jesucristo está presente y obra con su poder en los sacramentos mediante la acción del Espíritu santo, que es invocado en la Eucaristía para que sea la verdadera actualización del único sacrificio de Cristo y su cuerpo y sangre inmolados y gloriosos. Este es el gran misterio eucarístico, que tiene como centro al Cuerpo y la sangre de Cristo, en el marco de un sacramento que tiene la forma de un banquete sacrificial.

Cuando retorna cada año esta solemnidad, debemos prestar especial atención al modo como nos acercamos a la contemplación de este misterio, teniendo presente que si los años A y B dedican respectivamente las lecturas de esta solemnidad al misterio del Cuerpo y Sangre sacramentales de Cristo, este año C nos orienta prioritariamente a la contemplación de la Eucaristía como sacrificio pascual y ágape comunitario de la Iglesia. 

El sacrifico espiritual de la Nueva Alianza.

En primer lugar hay que reconocer la iluminación que el Espíritu Santo proporciona a la Iglesia para comprender el antiguo Testamento como profecía de Jesucristo, y así leemos este año que Melquisedec ofreció pan y vino (Gen 14, 18); de este modo, conforme a la historia de la salvación, el gesto del rey de Salem es un precedente muy significativo para judíos y cristianos. Pues antes de que se instituyera en Israel el ofrecimiento de animales y de frutos de la tierra, existió ya esta sencilla ofrenda del pan y del vino en acción de gracias. Melquisedec fue un misterioso rey-sacerdote que, según la carta a los Hebreos, preludiaba ya, más allá del sacerdocio pasajero de Aarón, Leví y sus hijos, el sacerdocio de Jesús, Rey-Sacerdote mesiánico conforme a la bendición del salmo responsorial 109,4: Tu eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec que nosotros aplicamos a Jesucristo.

La entrega de Jesús en la última Cena.

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte de Señor, hasta que vuelva (1Cor 11, 26). En las escuetas palabras de la institución de la Eucaristía que se recogen en la segunda lectura, Pablo se refiere únicamente a los que ha oído a los primeros discípulos y que ya era práctica litúrgica ordinaria en la Iglesia. 

El contexto de la acción de Jesús, el la noche en que iba a ser entregado, es esencial. En último término es el Padre quien lo entrega: en la cruz por los hombres y en la Eucaristía, igualmente por nosotros. Por eso Jesús pronuncia la oración de acción de gracias: porque el Padre hace esto, porque él mismo puede hacerlo con El y porque el Espíritu Santo lo realizará continuamente en el futuro por el ministerio de los apóstoles y sus sucesores. 

Jesús no sólo distribuye el pan partido que es él mismo, sino que da a los que lo reciben, para prolongar esta gracia, la orden y el poder de repetir ellos mismos en el futuro este sacrifico de alabanza, comunión y expiación en memoria suya, como un presente siempre nuevo por el que se dan gracias al Padre. Así en nombre del Hijo y con la fuerza del Espíritu se parte y se come el pan y se comparte el vino. La participación del pan y la libación del vino son inseparables del desgarramiento y desangrarse de la vida de Jesús en cruz, que ofreció este sacrificio movido por el Espíritu Santo. 

El banquete eucarístico.

Comieron todos y se saciaron (Lc 9, 17). La multiplicación de los panes está contada de modo que refleja la celebración eucarística de la Iglesia primitiva, al tiempo que la anuncia como signo profético. No se trata de un milagro personal de Jesús o de un simple compartir la pobreza. 
Jesús, movido por el Espíritu, comienza levantando los ojos al cielo, en una oración de acción de gracias (Eucaristía) y de petición, como siguen siendo nuestras plegarias eucarísticas, que incluyen siempre la invocación del Espíritu Santo; después bendice el pan, pues el Padre ha confiado todo al Hijo, incluso el poder de pronunciar la bendición del cielo; y finalmente lo parte, con un gesto presidencial que alude tanto a su propio quebrantamiento en la pasión como a la infinita multiplicación de sus dones que el Espíritu Santo realiza en todas las celebraciones eucarísticas, y con ello se hace visible simbólicamente que el amor trinitario se hace presente en la autodonación sacramental de Jesús.

Por todo ello, en este Diá de Caridad, hemos de tener presente que la característica propia del amor cristiano es la autodonación que hace posible compartir toda la vida, y no sólamente los bienes que nos sobran. En la Eucaristía compartimos el amor de Cristo en torno a su mesa, que es también el ara donde consumo su ofrenda única y perfecta, cumpliendo la coluntad del Padre.

Jaime Sancho Andreu

LA PALABRA DE DIOS EN ESTA SOLEMNIDAD

Primera lectura y salmo responsorial. Génesis 14,18-20: El sacrifico de Melquisedec es una profecía de la ofrenda sacramental de Jesucristo, como Sacerdote de la Nueva alianza. Nuestro pan y vino son ahora el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Segunda lectura. 1 Coríntios 11,23-26: San Pablo recuerda la tradición que le ha llegado por medio de los testigos que estucieron prsentes en la última Cena. En la memoria de la Iglesia primitiva, la institución de la Eucaristía en vísperas de la Pasión hace de este sacramento un sacrificio pascual de comunión en la muerte y resurrección del Señor.

Evangelio de Lucas 9,11b-17: La multiplicación de los panes fue una profecía del banquete eucarístico, el cual repite a lo largo del tiempo la donación sacrificial de Cristo a sus discípulos. Como el joven del Evangelio, que ofreció todo lo que tenía, nosotros hemos de estar dispuestos a entregarle a Cristo todo nuestro ser para compartir la vida eterna que el Señor nos ofrece.

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