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05 febrero 2007

Domingo 11 de Febrero


DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

11 de febrero de 2007 (ciclo C, año impar)


Primera lectura
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor

Lectura del libro de Jeremías 17, 5-8

Así dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y en la carne busca su fuerza,
apartando su corazón del Señor.

Será como un cardo en la estepa,
no verá llegar el bien;
habitará la aridez del desierto,
tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,
que junto a la corriente echa raíces;
cuando llegue el estío no lo sentirá,
su hoja estará verde;
en año de sequía no se inquieta,
no deja de dar fruto.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R/.: Sal 39, 5a)

R/. Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
R/.

Segunda lectura
Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20

Hermanos:

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan?

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.

¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios.

Aleluya
Lc 6, 23ab

Alegraos y saltad de gozo —dice el Señor—,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

EVANGELIO
Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 17. 20-26

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:

— «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.

Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.

¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.

¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor.



COMENTARIO

Dichosos los pobres;
¡ay de vosotros, los ricos!

La felicidad ha sido siempre el deseo natural de todos los hombres. ¿Hay alguien que no busque la felicidad? No. Todos la buscamos, aunque, a veces lo hacemos de manera equivocada, y, por eso, no la encontramos.

Sin embargo, es curioso observar cómo en el mundo de hoy hay mucha gente que no es feliz. Encontramos a nuestro alrededor mucha gente que está frustrada, amargada, cansada, angustiada, vacía... Mucha gente que busca la felicidad, pero que no la encuentra. Y no la encuentra porque la busca donde no está. Porque no se puede ser plenamente feliz al margen de Cristo. Como decía San Agustín: "nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón andará inquieto mientras no descanse en Ti".

Por eso, la Palabra de Dios hoy nos habla con claridad: maldito quien confía en el hombre, será como un cardo en la estepa, nos dice el profeta Jeremías. En el Evangelio de hoy se nos indica el camino que nos lleva a la felicidad: el camino de las Bienaventuranzas.

Es decir quien se aparta de Dios, quien confía sólo en sí mismo no dará fruto, no alcanzará la felicidad plena. Sólo Dios puede sostener la esperanza y la alegría humanas. Quien confía en sí mismo, busca la felicidad a su medida. La felicidad plena se consigue cuando se descubre a Dios y se vive según las exigencias de evangelio.

Precisamente eso es lo que significa "bienaventurados": FELICES. Jesús nos dice que si quieres ser feliz has de elegir un camino muy distinto del camino del mundo, unos valores muy diferentes.

Has de elegir la pobreza, la austeridad frente a la riqueza y el materialismo de este mundo; has de elegir el tener hambre de Dios frente a la soberbia de los que creen que ya lo saben todo; has de elegir la misericordia, el estar al lado de los que sufren y hacer todo lo posible por ayudarles, frente al pasotismo egoísta del mundo de hoy que pretende que cada uno se apañe como pueda; has de elegir el ser limpio de corazón, el ser sencillo, humilde, y transparente, frente a la hipocresía y las ganas de aparentar; has de elegir el cargar con la cruz por el seguimiento de Jesús, el aceptar que te odiarán frente al culto a la personalidad y a la propia imagen...

El camino está claro. ¿Eres feliz? ¿Quieres ser plenamente feliz? Si quieres alcanzar la felicidad en este mundo -a pesar del sufrimiento- ya sabes el camino: ¡Sigue a Cristo! ¡Confía plenamente en Él! ¡Él te ama más que nadie! ¡Vive los valores de las Bienaventuranzas! ¡No tengas miedo! ¡Vive una vida de fidelidad a Cristo y a la Iglesia y tu vida será fructífera!

Compromiso semanal

Hacer una revisión de vida para ver qué es lo que debe cambiar en ella para vivir los valores de las Bienaventuranzas.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Jeremías 17, 5-8. Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor.

El hombre mortal es mala base de confianza; el Señor hace fructificar a quien confía en él. El profeta anuncia que Israel está confiando en pactos con potencias humanas; por no apoyarse sólo en la alianza con su Dios está preparando su ruina.

Salmo 1, 1-6. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

El salmo nos invita a descubrir que la raíz de la felicidad está en meditar la ley del Señor y deleitarse en ella. Con las imágenes del árbol abundantemente regado y de la paja que se lleva el viento, describe a dos tipos de persona que emprenden caminos diferentes.

2ª lectura: 1 Corintios 15, 12. 16-20. Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido.

Algunos corintios no acababan de creer en la resurrección de los muertos. San Pablo insiste en que si Cristo ha resucitado es porque hay una resurrección general de los muertos. De lo contrario, no tendría sentido que Dios hubiera hecho con Cristo una excepción. Toda la acción de Dios tiende más bien a esta creación enteramente nueva, a esta vida excepcionalmente plena que hay más allá de la muerte. Por tanto, cuando se niega la resurrección, se disuelve la fe, se la reduce a un humanismo, a una ideología. Entonces, Evangelio y fe serían palabras vacías. Si no se da una resurrección real, auténtica, entonces la fe es inútil.

Evangelio: Lucas 6, 17. 20-26. Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros los ricos!

El Reino de Dios y la felicidad que trae consigo es de dos tipos de personas: De los pobres, hambrientos y afligidos, y de los perseguidos por causa de Jesús. Para estos desgraciados constituye una “buena noticia” el anuncio de la llegada del Reino. No es que sean mejores que los otros para “merecer” la dicha anunciada. Es que la llegada del Reino de Dios instaura una justicia que acaba con la razón del más fuerte y beneficia a los desheredados del mundo. En agudo contraste, el evangelista sitúa la abierta lamentación de Jesús por los ricos, los hartos, los satisfechos y poderosos. Toda confianza puesta en la riqueza es engañosa. Las palabras de Lucas resuenan como advertencia y amenaza. Pero, a la vez, nos invitan a convertirnos y a asumir la pedagogía del Dios del éxodo, a dirigir nuestra misericordia hacia los más débiles.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 12 Gn 4, 1-15.25 Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
Sal 49, 1.8.16-17.20-21 Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza.
Mc 8, 11-13 ¿Por qué esta generación reclama un signo?
Revisa si "discutes" con Jesús
Martes 13 Gn 6, 5-8; 7,1-5.10 Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado.
Sal 28, 1-3.9-10 El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Mc 8, 14-21 Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
Revisa si tienes actitudes hipócritas
Miércoles 14
Santos Cirilo y Metodio
Hch 13, 46-49 Sabed que nos dedicamos a los gentiles.
Sal 116, 1-2 Alabad al Señor.
Lc 10, 1-9 La mies es abundante y los obreros pocos.
Intenta ser hoy una luz para los demás
Jueves 15
Beato Vicente Vilar, mártir
Gn 9, 1-13 Pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra.
Sal 101, 16-23.29 El Señor, desde el cielo, se ha fijado en la tierra.
Mc 8, 27-33 Tú eres el Mesías.
Medita, ¿quién es Jesús para ti?
Viernes 16 Gn 11, 1-9 Voy a bajar y a confundir su lengua.
Sal 32, 10-15 Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Mc 8, 34-38 El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Medita, ¿qué actitud tienes ante la cruz?
Sábado 17 He 11, 1-7 Por la fe sabemos que la palabra de Dios configuró el universo.
Sal 144, 2-5.10-11 Bendeciré tu nombre, Señor, por siempre.
Mc 9, 2-12 Se transfiguró delante de ellos.
Haz oración de confianza desde tu cruz
Domingo 18
7º del Tiempo Ordinario
1 S 26, 2.7-9.12-13.22-23 Yo no he querido atentar contra el Ungido del Señor.
Sal 102, 1-4.8-13 El Señor es compasivo y misericordioso.
1 Co 15, 45-49 Somos imagen del hombre terreno, seremos imagen del hombre celestial.
Lc 6, 27-38 Sed compasivos, perdonad, dad sin medida… como vuestro Padre.
Reza por tu familia y por la parroquia


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