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27 noviembre 2008

Domingo 30 de noviembre

I domingo de adviento
30 de noviembre de 2008 (ciclo B, año par)



Primera lectura
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

Lectura del libro de Isaías
Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre,
tu nombre de siempre es «Nuestro redentor».

Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos
y endureces nuestro corazón para que no te tema?

Vuélvete, por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.

¡Ojalá rasgases el cielo y bajases,
derritiendo los montes con tu presencia!

Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia.

Jamás oído oyó ni ojo vio
un Dios, fuera de ti,
que hiciera tanto por el que espera en él.

Sales al encuentro del que practica la justicia
y se acuerda de tus caminos.

Estabas airado, y nosotros fracasamos:
aparta nuestras culpas, y seremos salvos.

Todos éramos impuros,
nuestra justicia era un paño manchado;
todos nos marchitábamos como follaje,
nuestras culpas nos arrebataban como el viento.

Nadie invocaba tu nombre
ni se esforzaba por aferrarse a ti;
pues nos ocultabas tu rostro
y nos entregabas en poder de nuestra culpa.

Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre,
nosotros la arcilla y tú el alfarero:
somos todos obra de tu mano.

Palabra de Dios

Salmo responsorial
Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19.

R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.
R.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
R.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
R.

Segunda lectura
Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 3-9

Hermanos:

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!


Palabra de Dios

Aleluya
Sal 84, 8

Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación

EVANGELIO
Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa

+ Lectura del santo evangelio según San Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!».



Palabra del Señor



COMENTARIO

Velad, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa

Comenzamos hoy el Tiempo de Adviento, y con él comenzamos un nuevo año litúrgico, la gran peregrinación anual de la Iglesia a través de los misterios del Señor.En este tiempo de Adviento la comunidad eclesial, mientras se prepara para celebrar el gran misterio de la Encarnación, está invitada a redescubrir y profundizar su relación personal con Dios. La palabra latina "adventus" se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con la apertura, la espera, la búsqueda y la adhesión” (Benedicto XVI, Angelus, 4-XII-2005).

El tiempo de Adviento es un regalo del Señor, es un tiempo de esperanza, bajo una doble perspectiva: por una parte, es el tiempo de preparación a la NAVIDAD, en la cual celebramos la primera venida del Hijo de Dios, y, por otra, con este recuerdo se dirige nuestra atención hacia la expectación de la SEGUNDA VENIDA DE CRISTO al final de los tiempos. Por esto se presenta el Adviento como el tiempo de la alegre esperanza.

Nuestra vida cristiana adquiere sentido a partir de estos dos momentos: la Encarnación de Cristo que nos diviniza, que nos hace hijos de Dios, y la Parusía (segunda venida de Cristo al final de los tiempos) que lleva esta obra hasta su total cumplimiento. El cristiano vigila y está siempre esperando la venida del Señor.

Este hecho de la venida del Señor debe despertar en el cristiano una actitud personal de fe y vigilancia, de hambre o pobreza espiritual, y de misión o presencia en el mundo, para que se realice el encuentro personal con Cristo que constituye el fin de nuestra vida espiritual.

La fe no es una cuestión meramente intelectual: Dios no quiere ser sabido, Dios quiere ser amado y vivido. Por eso, hemos de llegar a descubrir la presencia misteriosa de Dios en los sacramentos, en su Palabra, en la oración, en el hermano, especialmente en los pobres y en los que sufren, en el testimonio de dar la cara por Él cada día.

Sin embargo, no sólo existe la última venida, al final de los tiempos. En cierto sentido, el Señor desea venir siempre a través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro corazón: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu vida? Esta es la voz del Señor, que quiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros. Busca también una morada viva, nuestra vida personal. Esta es la venida del Señor. Esto es lo que queremos aprender de nuevo en el tiempo del Adviento: que el Señor pueda venir a través de nosotros (Benedicto XVI, Homilía 26-XI-2005)

La vigilancia a la que nos invita la Palabra de Dios que proclamamos hoy no debe entenderse solamente como defensa del mal que nos acecha, sino como expectación confiada y alegre de Dios que nos salva y libera de ese mal. La vigilancia es una actitud de atención concentrada hacia el paso del Señor por nuestra vida, es la actitud del amigo que está pendiente de la llegada del que espera.

Hay que estar en vela, porque no sabemos cuándo vendrá el dueño. No se trata de tener miedo a su venida; al contrario, se trata de esperarla con alegría, y, más aún, de pedir a gritos su venida... porque es la venida de Dios, el Amigo. Por tanto, si vivimos la vida desde Dios, si cada día tratamos de ser fieles a Jesucristo y a la Iglesia, la perspectiva de la venida del Señor es optimista, aunque exigente.

Hemos recibido todos los dones espirituales necesarios para caminar. Cristo que viene nos mantendrá firmes hasta el final: no hay lugar para la angustia, sino para la esperanza. Por eso, toda la vida del cristiano es velar, vigilar para que el Señor no nos encuentre dormidos, dejarnos modelar por el alfarero, ser dóciles a su palabra, responder con nuestra vida a su llamada, vivir en su amor, desear encontrarnos con Él, VELAR…

Compromiso semanal

Haz un Plan de vida espiritual para este Tiempo de Adviento.
Intenta descubrir en qué debes estar más vigilante. Pon los medios necesarios para ello

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Isaías, 63, 16b-17; 64, 1. 3b-8. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

El pueblo confiesa su culpa y reconoce la responsabilidad que ha tenido en su propia desgracia. Pero confía, también, en que el Señor, como un padre que corrige, se compadecerá pronto de ellos. Porque Dios no quiere el sufrimiento sino la conversión. Por eso esperamos todos los años, al iniciarse el Adviento, el anuncio de que la ternura de Dios llega a todo hombre que confía en Él.

Salmo 79, 2-3. 15-19.
Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

La Iglesia de Jesús es la viña del Señor. También es saqueada y pisoteada por sus enemigos. El peor de ellos es la división. Por eso, este salmo puede convertirse en una oración para pedir la reconciliación. La liturgia nos hace repetir durante el tiempo de Adviento la hermosa petición: “despierta tu poder y ven a salvarnos”.

2ª lectura: 1ª Corintios 1, 3-9.
Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

Pablo ora y agradece. En Cristo Jesús los cristianos han sido enriquecidos de tal manera que ya no carecen de nada. Por haber sido llamados a vivir en comunión con Cristo experimentan de qué manera Dios ha sido fiel a la promesa. Jesús les mantendrá firmes hasta el “día del Señor”, día de su “revelación gloriosa” al final de los tiempos.

Evangelio: Marcos 13, 33-37.
Velad, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa.

La vigilancia caracteriza la vivencia de la esperanza cristiana. En esta lectura se subraya uno de los motivos de la vigilancia: No sabemos el día ni la hora en que volverá el Señor. La vigilancia es una tarea impuesta por el dueño a todos sus siervos; por eso consiste en trabajar, en aprovechar bien el tiempo siguiendo las instrucciones del Señor.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes 1

Is 2, 1-5 No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Sal 121, 1-9 Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor.
Mt 8, 5-11 Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.

Intenta vivir en una actitud de CONFIANZA TOTAL en Dios.

Martes 2

Is 11, 1-10 Brotará un renuevo del tronco de Jesé.
Sal 71, 2. 7-8. 12-13. 17 Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Lc 10, 21-24 Te doy gracias Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos.

Medita qué es lo que el Señor quiere que dejes para seguirle.

Miércoles 3
San
Francisco Javier

Is 25.6-10a. El Señor preparará para todos los pueblos un banquete. En aquel día enjugará las lágrimas de todos los rostros y nos salvará.
Sal 22. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Mt 15,29-37. El Señor cura a los enfermos. Multiplica los panes y los peces.

Reza por la nueva evangelización.

Jueves 4

San Juan Damasceno

Is 26, 1-6 Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.
Sal 117, 1.8-9.19-21.25-27 Bendito el que viene en nombre del Señor.
Mt 7, 21.24-27 No todo el que me dice: ”¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre.

Revisa la sinceridad de tu vida cristiana.

Viernes 5

Is 29, 17-24 Aquel día oirán los sordos, verán los ojos de los ciegos.
Sal 26, 1.4.13-14 El Señor es mi luz y mi salvación.
Mt 9, 27-31 Los dos ciegos curados hablaron de Él por toda la comarca.

Pídele a Dios lo que más necesitas.

Sábado 6
San
Nicolás

Is 30, 18-21.23-26 El Señor vendará la herida de su pueblo.
Sal 146, 1-6 Dichosos los que esperan en el Señor.
Mt 9, 35-10, 1.6-8 Se compadecía de las gentes extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor.

Revisa qué has hecho esta semana por el Reino de Dios.

Domingo 7
2º de Adviento

Is 40, 1-5.9-11 Preparadle un camino al Señor.
Sal 84, 9-14 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
2 P 3, 8-14 Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Mc 1, 1-8 Preparad el camino al Señor.

Reza por tu familia y por la parroquia


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