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03 octubre 2009

Domingo 4 de octubre


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO
4 de octubre de 2009 (ciclo B, año par)



Primera lectura
Y serán los dos una sola carne

Lectura del libro del Génesis (2, 18-24)
El Señor Dios se dijo:

— «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.»

Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera.

Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase.

Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne.

Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre.

El hombre dijo:

— «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!

Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre.

Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»

Palabra de Dios
Salmo responsorial
Sal 127, 1-2. 3. 4-5. 6 (R/.: cf. 5)
R/. Que el Señor nos bendiga
todos los días de nuestra vida.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.
 R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.
 R/.

Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.
 R/.

Que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
 R/.
Segunda lectura
El santificador y los santificados proceden todos del mismo
Lectura de la carta a los Hebreos (2, 9-11)
Hermanos:

Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte.

Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos.

Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación.

El santificador y los santificados proceden todos del mismo.

Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

Palabra de Dios

Aleluya
1Jn 4, 12

Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros,
y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.

EVANGELIO
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
+ Lectura del santo evangelio según san Marcos (10, 2-16)
En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba:

— «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»

Él les replicó:

— «¿Qué os ha mandado Moisés?»

Contestaron:

— «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»

Jesús les dijo:

— «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.

Él les dijo:

— «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

— «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor




COMENTARIO
Lo que Dios ha unido,
que no lo separe el hombre

La Palabra de Dios que proclamamos hoy viene a iluminar la realidad del matrimonio y de la familia.
El matrimonio, querido por Dios desde el principio, constituye una alianza entre hombre y mujer, fruto del amor, por el que ambos se dan y se reciben mutuamente, de modo exclusivo y para toda la vida.
Ésta íntima comunidad de vida y amor, fue elevada por Jesucristo a la condición de sacramento y convertida por Él en imagen y expresión de su unidad indisoluble con la Iglesia. En cuanto comunidad humana de vida y amor indisoluble, los esposos viven su alianza mediante una comunión espiritual en la alegría de su encuentro diario y en la expresión de su comunión corporal. La unión de los cuerpos se convierte así en expresión visible de la comunión de los espíritus.
El matrimonio está abierto a la vida. La comunidad conyugal no termina en la pareja, sino en la familia. En el seno de la familia cristiana, la fecundidad, asumida con responsabilidad, es también el buen anuncio de la paternidad de Dios que quiere contar con colaboradores humanos en la construcción del mundo. “En el origen de todo hombre y, por tanto, en toda paternidad y maternidad humana está presente Dios Creador. Por eso los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina.
Cristo ha revelado cuál es siempre la fuente suprema de la vida para todos y, por tanto, también para la familia: “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos”. El amor de Dios mismo se ha derramado sobre nosotros en el bautismo. De ahí que las familias están llamadas a vivir esa calidad de amor, pues el Señor es quien se hace garante de que eso sea posible para nosotros a través del amor humano, sensible, afectuoso y misericordioso como el de Cristo” (Benedicto XVI, Valencia, 9-VII-2006).
En el Evangelio, vemos como los fariseos quieren tender una trampa a Jesús preguntándole si el divorcio es o no lícito. Así enfrentan a Jesús con la ley de Moisés que autorizaba la ruptura del compromiso matrimonial. La respuesta de Jesús es muy clara: Moisés se vio forzado a hacer esa concesión por la dureza de corazón de los israelitas. Pero la voluntad de Dios es clara: el matrimonio es para siempre, es indisoluble. Enraizada en la donación personal y total de los cónyuges y exigida por el bien de los hijos, la indisolubilidad del matrimonio halla su verdad última en el designio que Dios ha manifestado en su Revelación: Él quiere y da la indisolubilidad del matrimonio como fruto, signo y exigencia del amor absolutamente fiel que Dios tiene al hombre y que el Señor Jesús vive hacia su Iglesia (cf. FC 20). Entre el varón y la mujer forman como un nuevo ser. El mismo Dios realiza su unión.
El matrimonio es para los esposos camino concreto de su realización humana y senda para alcanzar la santidad. Santificarse es para el marido y la mujer vivir hasta el fondo las exigencias del matrimonio y la familia.Esta fidelidad mutua a su amor y esa entrega incondicional del propio ser a los hijos supone una ardua tarea no exenta de dificultades. Es, por tanto, un objetivo a lograr, una tarea a realizar de por vida, con obstáculos que hay que salvar.
Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf. Catecismo 1649).
“Mi pensamiento se dirige a todos los esposos cristianos: juntamente con ellos doy gracias al Señor por el don del sacramento del matrimonio, y los exhorto a mantenerse fieles a su vocación en todas las etapas de la vida, "en las alegrías y en las tristezas, en la salud y en la enfermedad", como prometieron en el rito sacramental. Ojalá que, conscientes de la gracia recibida, los esposos cristianos construyan una familia abierta a la vida y capaz de afrontar unida los numerosos y complejos desafíos de nuestro tiempo. Hoy su testimonio es especialmente necesario. Hacen falta familias que no se dejen arrastrar por modernas corrientes culturales inspiradas en el hedonismo y en el relativismo, y que más bien estén dispuestas a cumplir con generosa entrega su misión en la Iglesia y en la sociedad” (Benedicto XVI, Ángelus 8-X-2006).
Compromiso semanal
Dale gracias a Dios por tu familia. Reza por los matrimonios en crisis. Reza por los novios. Plantéate tu futuro. Si te sientes llamado por Dios al matrimonio pídele al Señor que te ilumine cómo prepararlo mejor.
La Palabra del Señor, luz para cada día
1ªlectura: Génesis 2, 18-24. Serán los dos una sola carne.
La soledad no es buena. Dios crea a la mujer como una “ayuda adecuada” al hombre. La mujer y el hombre tienen la misma vida, la misma carne y, unidos en matrimonio, un mismo amor para un destino común. La mujer y el hombre son un don de Dios el uno para el otro, para que se amen, se complementen y engendren vida. Dios creó al hombre y a la mujer para que formasen una pareja estable, hecha para amarse y ayudarse. Son iguales en su dignidad y superiores al resto de la creación. El amor entre el hombre y la mujer, querido por Dios, es la razón del matrimonio y el origen de la familia.
Salmo 127, 1-6. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
El salmo nos presenta la felicidad del hombre y de la familia que sirve fielmente a Dios. Habrá momentos difíciles en la vida, horas oscuras incluso en las familias cristianas, pero quien sigue los caminos del Señor será dichoso.
2ª lectura: Hebreos 2, 9-11.
El santificador y los santificados proceden todos del mismo.

El Hijo eterno de Dios es Jesús de Nazaret, cuya vida terrena culmina en el sufrimiento y en la muerte. Si el plan de Dios era salvar a los hombres, el autor de la salvación había de ser uno de ellos. Quien santificó a todos tiene el mismo origen que los santificados. Hermano entre los hermanos, abrió la marcha y llevó a la gloria, tras Él, a una multitud de hijos. Ahora vemos a Cristo coronado de gloria y honor, por haber padecido la muerte.
Puedes leer Filipenses 2, 6-11
Evangelio: Marcos 10, 2-16. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Los fariseos quieren tender una trampa a Jesús y le plantean si es lícito el divorcio o no. Jesús busca la solución en la raíz, en la intención original del Creador. Desde aquí no hay duda en definir como adulterio la ruptura de una relación que debe concebirse, no como un simple contrato legal, sino como una alianza estable, a semejanza de la que el mismo Dios ha hecho con su pueblo. De ese carácter de alianza que posee el matrimonio deriva la fidelidad conyugal que Jesús proclama; una fidelidad sostenida y alentada no por la ley, sino por el amor. Este amor, en referencia constante al amor de Dios, será capaz de encontrar siempre la luz y la fuerza necesarias para superar los muchos obstáculos que al cristiano se le presenten en esa vida conyugal, a través de la cual ha de realizar el seguimiento de Jesús.



CALENDARIO LITÚRGICO
Lunes 5
Témporas de Acción de Gracias
y de Petición

Dt 8,7-18. Dios te da la fuerza para crearte estas riquezas.
Sal. 1Cro 29,10-12. Tú eres Señor del universo.
2Co 5,17-21. Os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Mt 7,7-11. Quien pide, recibe.
Haz un ratito de oracióndando gracias a Dios.
Martes 6
San Bruno, presbítero

Jon 3,1-10. Los ninivitas se convirtieron de su mala vida, y Dios se compadeció.
Sal 129. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Lc 10, 38-42 María escuchaba su Palabra, Marta estaba atareada.
Lee un fragmento del Evangelio
Miércoles 7
Nuestra

Señora del Rosario
Jon 4,1-11. Tú te lamentas por el ricino, y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad?
Sal 85. Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad.
Lc 11, 1-4 Señor, enséñanos a orar.
Medita el Evangelio de hoy y reza con él.
Jueves 8
Ml 3,13-20a. Mirad que llega el día, ardiente como un horno.
Sal 1. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Lc 11,5-13. Pedid y se os dará.
Pídele al Señorlo que más necesites
Viernes 9
Dedicación de la Iglesia Catedral
Jl 1,13-15;2,1-2. El día del Señor, día de oscuridad y tinieblas.
Sal 9. El Señor juzgará el orbe con justicia.
Lc 11,15-26. Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Reza por los enfermos, ¡visítalos!
Sábado 10
Santo Tomás de Villanueva

Jl 4,12-21. Mano a la hoz, madura está la mies.
Sal 96. Alegraos, justos, con el Señor.
Lc 11, 27-28 Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios.
Pídele al Señor que te dé el don de escucharle.
Domingo 11
28º del
Tiempo Ordinario

Sab 7, 7-11 En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.
Sal 89 Sácianos de tu misericordia, Señor.
Heb 4, 12-13 La Palabra de Dios juzga los deseos del corazón.
Mc 10, 17-30 Vende lo que tienes y sígueme.
Reza por tu familia y por la parroquia


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