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02 abril 2009

Domingo 5 de abril

Domingo DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
5 de abril de 2009 (ciclo B, año impar)



Primera lectura
No me tapé el rostro ante los ultrajes,
sabiendo que no quedaría defraudado

Lectura del libro de Isaías (50, 4-7)

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.

El Señor me abrió el oído;
y yo no resistí ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R/.: 2a)

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.

Segunda lectura
Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11)

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

+ Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos (14, 1-15, 47)

Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte

C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:

S. —«No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.»

Se ha adelantado a embalsamar
mi cuerpo para la sepultura

C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:

S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.»

C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:

+ —«Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mi no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.»

Prometieron dinero a Judas Iscariote

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está la habitación en que voy a
comer la Pascua con mis discípulos?

C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

S. –«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? »

C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

+ –«Id a la ciudad, encontrareis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos? »

Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».

C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar:
uno que está comiendo conmigo

C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:

+ —«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.»

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. —«¿Seré yo?»

C. Respondió:

+ «Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!»

Esto es mi cuerpo.
Ésta es mi sangre, sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ —«Tomad, esto es mi cuerpo.»

C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.

Y les dijo:

+ —«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»

Antes que el gallo cante dos veces,
me habrás negado tres

C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

+ —«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas." Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»

C. Pedro replicó:

S. —«Aunque todos caigan, yo no.»

C. Jesús le contestó:

+ —«Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.»

C. Pero él insistía:

S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»

C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir terror y angustia

C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a tras sus discípulos:

+ —«Sentaos aquí mientras voy a orar.»

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

+ —«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando.»

C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:

+ —«¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mi este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»

C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

+ —«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:

+ —«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»

Prendedlo y conducidlo bien sujeto

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto.»

C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:

S. —«¡Maestro!»

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

+ —«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.»

C. Y todos lo abandonaron y huyeron.

Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.

Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:

S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres."»

C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.

El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:

S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»

C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:

S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?...»

C. Jesús contestó:

+ —«Sí, lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.»

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:

S. —«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?»

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. —«Haz de profeta.»

C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a ese hombre que decís

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:

S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno.»

C. Él lo negó, diciendo:

S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.»

C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. —«Este es uno de ellos.»

C. Y él volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:

S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.»

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. —«No conozco a ese hombre que decís.»

C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.

Pilato le preguntó:

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él respondió:

+ —«Tú lo dices.»

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.

Pilato le preguntó de nuevo:

S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»

C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.

Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.

Pilato les contestó:

S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. —«¡Crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. —«Pues ¿qué mal ha hecho?»

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. —«¡Crucifícalo!»

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas,
que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. —«¡Salve, rey de los judíos!»

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Llevaron a Jesús al Gólgota
y lo crucificaron

C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.

Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado,
y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

+ —«Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»

C. Que significa:

+ —«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. —«Mira, está llamando a Elías.»

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo habla expirado, dijo:

S. —«Realmente este hombre era Hijo de Dios.»

C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, Maria Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro

C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacia mucho tiempo que había muerto.

Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.

María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.

Palabra del Señor.



COMENTARIO

¡Hosanna al Hijo de David!

Vamos a celebrar en estos días santos el Misterio Pascual de nuestro Señor Jesucristo. Se van a cumplir los deseos ardientes de Jesús. Los de comer la Pascua con sus discípulos, los de beber el cáliz preparado... Nos disponemos a celebrar provechosamente este misterio, no sólo desde fuera, como el que ve un espectáculo, sino desde dentro, compenetrándonos con los sentimientos de Cristo, muriendo su misma muerte, para poder resucitar con él "y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos".

Vamos a recordar la historia más dolorosa y más hermosa. Pero recordar es poco. Es mejor acercarse, compenetrarse, revivir. Revivir sus sentimientos, sus pensamientos y sus actitudes. Revivir los padecimientos de Cristo, sufriendo en nuestra carne lo que falta a la Pasión. Revivir su paciencia, su obediencia, su generosidad, su perdón, todo su amor.

El Domingo de Ramos inaugura la Semana Santa. En este día la Iglesia celebra la entrada de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual. Jesús es presentado en los evangelios como el Rey-Mesías que entra y toma posesión de su ciudad.

Jesús ha muerto por nosotros. Su muerte es un acto de servicio, de amor, de entrega. Jesús ha cargado con el pecado de todos, se ha sentido solidario de la suerte de toda la humanidad.

La PASIÓN es expresión de la voluntad del Padre. La muerte de Cristo es un acto supremo de obediencia al Padre. La muerte de Cristo adquiere un valor salvador, y culmina con su Resurrección.

En la primera lectura contemplamos la figura del SIERVO DE YAHVE, siervo que tiene el dolor de toda creatura, pero también la confianza que ilumina el sufrimiento. El mensaje que anuncia es Él mismo. Quiere ser palabra de aliento para todos los abatidos. Dios está en el sufrimiento con el siervo, y “siervos” son todos los que sufren y descansan en el Señor su sufrimiento. En ellos se redime el dolor.

La segunda lectura nos hace penetrar con profundidad en el misterio de la redención. Nos presenta al Cristo humilde y pobre, al Cristo que pudo salvar a la humanidad desde la plataforma de la gloria, pero prefirió compartir la tragedia humana para salvar a los hombres desde dentro de la historia.

La solemne lectura de la Pasión es lo más característico de la liturgia de hoy. La Pasión de Cristo es la máxima expresión de su amor a nosotros y de su obediencia al Padre. Por eso, la muerte de Cristo tiene un valor salvador que culmina en la Resurrección.

Compromiso semanal

Trata de vivir al máximo estos días intensos que hoy comenzamos. Aprovechar al máximo todas las celebraciones y todos los momentos de oración para nuestro crecimiento en la fe. Procurar encontrarnos de verdad con Cristo, muerto y resucitado por nosotros, que, desde la Cruz, nos invita a seguirle y, como él, a morir cada día para llegar a la gloria.

La Palabra del Señor, luz para cada día

1ª lectura: Isaías 50, 4-7. No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado.

Yahvé capacita al siervo para cumplir su misión como consolador de los abatidos. Él está siempre a la escucha de lo que Dios habla, dispuesto siempre a cumplir su voluntad, aunque esto le acarree dolores e insultos. Expresa su confianza amorosa en Yahvé, que le ayuda en su sufrimiento. Al final, esa confianza salva al siervo, y le da la victoria sobre sus enemigos, aunque sea a través de la muerte.

Salmo 21, 9-9. 17-20. 23-24. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Este salmo es la voz de un pobre abandonado y triste; Jesús crucificado oró con las palabras de este salmo. Lo cumplió al pie de la letra. Experimentó el abandono de Dios. Pero Dios lo escuchó y lo resucitó. Expresemos con estas palabras nuestro dolor, pero también nuestra esperanza: también seremos salvados por el Padre, como Cristo lo fue en su Resurrección.

2ª lectura: Filipenses 2, 6-11. Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo.

San Pablo nos introduce en el profundo misterio de Dios y su salvación. Adán, prototipo del hombre viejo, en su intento de autodivinizarse, encontró el fracaso y la muerte. Cristo recorre el camino inverso, no como destino fatal, sino con absoluta libertad: su destino, y el nuestro si seguimos sus huellas, es el de la glorificación. Cristo no duda en despojarse de su grandeza y vive la realidad humana hasta sus últimas consecuencias para así salvar a los hombres: no pudo llegar más abajo. Dios Padre por ello le glorifica de forma incomparable constituyéndole Señor del universo y reconcilió consigo toda la creación. Jesús crucificado es la revelación del corazón mismo de Dios a los hombres. Es un profundo misterio que desconcierta nuestra sabiduría humana y nos hace comprender que los pensamientos y caminos de Dios no son los nuestros.

Evangelio: Marcos 14, 1-15,47. La Pasión.

Los sucesos de la Pasión, narrados por San Marcos con una objetividad implacable, nos van a descubrir, por fin, el secreto que pesa sobre la persona de Jesús: es el Hijo de Dios. Abandonado de todos sus discípulos, Jesús permanece, sin embargo, dueño y señor de los acontecimientos. Pero, ¿cómo puede un crucificado ser el Mesías? Se nos revela una constante del designio salvador de Dios: el triunfo y la gloria brotan del sufrimiento, el fracaso y la muerte. Este sufrimiento, fracaso y muerte no son buscados por sí mismos, sino que son la consecuencia de la oposición que la misión de Jesús y, en último término, la entrada del Reino de Dios con Él, necesariamente tenía que suscitar en el mundo. No expresan una actitud resignada y fatalista, sino las consecuencias que, de hecho, sobreviven al mensajero del Reino de Dios.



CALENDARIO LITÚRGICO

Lunes SANTO Is 42, 1-7 He puesto sobre él mi espíritu, para que traiga la salvación a las naciones.
Sal 26, 1-3.13-14 El Señor es mi luz y mi salvación.
Jn 12, 1-11 La casa se llenó de aquel perfume tan exquisito.
Haz una obra de caridad.
Martes SANTO Is 49, 1-6 No sólo eres mi siervo, sino que te convierto en luz de las naciones, para que mi salvación llegue a los confines de la tierra.
Sal 70, 1-6.15.17 Mi boca contará tu auxilio.
Jn 13, 21-33.36-38 Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora.
Reza, pidiéndole al Señor la luz
Miércoles SANTO Is 50, 4-9a Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
Sal 68, 8-10.21-22.31-34 Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor.
Mt 26, 14-25 ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
Revisa tu vida a la luz del Evangelio de hoy
Jueves SANTO Ex 12, 1-8.11-14 Así celebráis la Pascua.
Sal 115, 12-18 El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.
1 Cor 11, 23-26 Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.
Jn 13, 1-15 Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
Participa en la Eucaristía de hoy
Viernes SANTO Is 52, 13-53, 12 Desfigurado, no parecía hombre ni tenía aspecto humano.
Sal 30, 2.6.12-17.25 Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Heb 4, 14-16; 5, 7-9 Experimentó la obediencia y se ha convertido en causa de salvación para todos los que obedecen.
Jn 18, 1-19, 42 Está cumplido.
Participa en los Oficios de hoy
Sábado SANTO Gn 1, 1-2, 2 Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno.
Sal 103 Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gn 22, 1-18 Sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Sal 15 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Ex 14, 15-15.1 Los israelitas entraron en medio del mar.
Sal Ex 15, 1-6.17-18 Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
Is 54, 5-14 Con misericordia eterna te quiere el Señor.
Sal 29 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Is 55, 1-11 Venid a mí, y viviréis.
Sal Is 12, 2-6 Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Bar 3, 9-15.32-4, 4 Camina a la claridad del resplandor del Señor.
Sal 18 Señor, tienes palabras de vida eterna.
Ez 36, 16.28 Os daré un corazón nuevo.
Sal 41 ó 50 ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro.
Rom 6, 3-11 Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
Sal 117 Aleluya, Aleluya, Aleluya
Mc 16, 1-7 Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado.
Participa en la Vigilia Pascual
Domingo de PASCUA DE RESURRECCIÓN Hch 10, 34a.37-43 Nosotros hemos comido y bebido con él después de la resurrección.
Sal 117, 1-2.16.23 Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Col 3, 1-4 Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Jn 20, 1-9 Hasta entonces no habían entendido las Escrituras: que Él debía resucitar de entre los muertos.
Reza por tu familia y por la parroquia


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